Ver gratis Piratas del mar Caribe ‧ 1942 ‧ Aventura/Romance ‧ 2h 3m
Cecil B. DeMille muestra en Piratas del mar Caribe una historia de amor, celos y tragedia de las que tan bien ilustraba (a modo de un ilustrador, exaltador de la naturaleza y amante de lo exótico, decimonónico o de principios del veinte, como si de una portada de libro de Julio Verne se tratase). Los paisajes marítimos azotados por el viento, los peñascos, el azul del agua y la peligrosa fauna marítima nos son restituídas en una estampa colorista y apasionada.
ESCRITO POR ALBERTO ABUÍN PARA ESPINOF
‘Reap the Wild Wind’ es el título de una de las películas del gran Cecil B. DeMille, y que aquí recibió el título de ‘Piratas del Mar Caribe’, asi que no confundir con la trilogía (camino de convertirse en una interminable saga) de Gore Verbinski. La manía de cambiar los títulos originales de las películas por otros es algo tan viejo como el propio cine, aunque últimamente parece que la cosa se va haciendo como es debido. En 1942, año de producción del film, en nuestro país era más normal ver el título de una película cambiado, y aunque el que le pusieron aquí pueda parecer más espectacular que el original, y que desde luego lo es, es un tanto equivocado, y hasta un pelín engañoso. Piratas, lo que se dice piratas, tal y como los concemos en el séptimo arte, no aparecen en esta película, aunque sí ciertos actos de piratería.
La historia de ‘Piratas del Mar Caribe’ nos lleva a Key West, donde hay un negocio basado en recuperar la mercancía de los barcos naufragados, quedándose el rescatador con el 50% de la misma. El primero en llegar siempre a los naufragios es un hombre llamado King Cutler, de quien la protagonsita de nuestro relato sospecha que hace trampa y está metido en asuntos turbios como por ejemplo, provocar naufragios. Mientras tanto, dos hombres, antagonsitas en el amor por la misma mujer, se enfrentarán y también aliarán en todo tipo de situaciones.
Si hay alguien que conocía muy bien el significado de la palabra espectáculo ése era Cecil B. DeMille, quien viste su película de una fuerza visual increíble desde su comienzo hasta sus últimas escenas. Pero no sólo eso, que ya le llegaba para hacer un film entretenido. DeMille, que siempre decía que nunca se debía aburrir al espectador y que un film debía empezar con un terremoto y de ahí para arriba, se apoya en una historia llena de emoción en la cual cobran vital importancia unos personajes absolutamente maravillosos, interpretados por unos excelentes actores. Quizá el punto más flojo de la película sea el personaje que interpreta John Wayne, que curiosamente da vida a un personaje muy ambiguo, un rara avis en su filmografía, un poco alejado de lo que este actor nos acostumbraba a ofrecer. Sus motivaciones y decisiones no están bien explicadas en la película, la cual en cierto momento depende de lo que este personaje decida.
A Wayne le acompañan una increíblemente maravillosa Paulette Goddard, sin lugar a dudas una de las belllezas más grandes que se hayan puesto jamás delante de una cámara, con un sexappeal extraordinario que traspasa la pantalla. La actriz está simplemente fantástica como esa mujer, un tanto pilla, que se debate entre el amor de dos hombres. Ray Milland es el tercero en discordia, en un papel bastante simpático y divertido, y más protagonista que el de Wayne. En papeles secundarios tenemos al gran Raymond Massey, como el villano de la función, algo que siempre le salía muy bien. El más limitado Robert Preston, como el hermano del personaje de Massey, y secretamente enamorado del personaje que interpreta una joven Susan Hayward, y cuya presencia es vital en cierta parte de la trama.
El film lo tiene absolutamente todo, aventuras, drama, acción, romance, comedia (atención a esa boda interrumpida mil veces a bordo de un barco, y que es delirante sólo por las intervenciones del capitán que la está realizando), e incluso cine de juicios. DeMille mezcla todos esos elementos con sabiduría, dotando al film de un ritmo perfecto, en el que además está muy cuidado el aspecto visual de la película, algo que siempre preocupaba mucho a su director. La fotografía, obra de Victor Milner y William V. Skall, es simplemente deslumbrante y grandiosa. Los efectos visuales, ganadores del Oscar, son también muy buenos, aunque cierto calamar gigante, visto hoy, más de 60 años después, pueda cantar un poco. De todos modos la situación en sí es de lo más creíble y emocionante.
La película no es ninguna obra maestra, pero tampoco lo necesita, el rato que uno se pasa viéndola es sencillamente de los más entretenidos que se puedan pasar, algo en lo que DeMille era un completo experto. Llena de vida y color, por así decirlo, aguanta muy bien el paso del tiempo, y si queréis disfrutar de ella la tenéis editada por Universal en dvd, a un precio realmente ridículo, y en una extraordinaria edición en cuanto a imagen y sonido.