Si eres amante del cine de Akira Kurosawa y Chang Cheh estás de enhorabuena, ya que hoy os vamos a hablar de El asesino de Shogun, una película recalchutada por Robert Houston. Y es que este film en cuestión, no es otra cosa que un montaje de dos películas de Kenji Misumi protagonizadas por Tomisaburo Wakayama encarnando al sanguinario samurai Itto Ogami: Lone Wolf and a Cub: Sword of Vengeance (1972) y Lone Wolf and a Cub: Baby Cart at the River Styx (1972).
La película que desató la fiebre por el cine de samuráis en Occidente, por encima incluso de las películas de Kurosawa, fue este salvaje remontaje, adaptado a los gustos occidentales (es decir, menos contemplación, más acción), de las dos primeras películas de un total de seis de la saga ‘Lone Wolf and Cub’, inspiradas en el mítico manga de Kazuo Koike y Goseki Kojima. Es decir, ‘Lone Wolf and Cub: Sword of Vengeance’ y, sobre todo, ‘Lone Wolf and Cub: Baby Cart at the River Styx’, ambas de 1972.
Este es el inicio de la historia de un asesino al servicio de un señor feudal que cae en desgracia por falsas acusaciones de traición. Convertido en un asesino sin dueño, busca venganza acompañado de su hijo de tres años, a quien lleva en un carrito. Las dos películas fueron remontadas por Robert Houston y David Weisman, que compraron los derechos de los films originales a la Toho. Fueron distribuidas por Roger Corman en el circuito grindhouse y, más tarde, en formato doméstico por Universal, que se encontró innumerables obstáculos por culpa de su notoria violencia. Lo que sin duda le ayudó a alcanzar su categoría de culto: paradójicamente, el resultado es -pese a su condición de obra bastarda-, perfecto para iniciarse en el cine de samuráis de los setenta.
El Asesino de Shogun está basado en el manga de Kazuo Koike (2) y Goseki Kojima, y cuenta la historia de Itto, un temible samurai que tras la muerte de su esposa jura vengarse del sanguinario Shogun que quería asesinarlo. Es de ese modo, cuando Itto decide emprender su busca para llevar a cabo su terrible venganza junto a su pequeño hijo (impagable la escena en la que decide si su hijo le acompaña o no), e irá dejando un montón de muertos a su paso.
THE MANDALORIAN (T2): El lobo solitario y su cachorro.
De dos sentadas. Así me he ventilado la segunda temporada de The Mandalorian (2020), que si no es lo mejorcito que ha hecho Star Wars desde que salió el episodio VI que baje Dios y lo vea. Vamos, encantada de la vida estoy con esta continuación tan satisfactoria de una serie que cuando la anunciaron me hizo entrecerrar los ojos, como sospechando al más puro estilo meme de Leonardo DiCaprio y que a día de hoy sólo me hace repetir, efectivamente, este es el camino.
The Mandalorian dejó la primera temporada con el cazarrecompensas Din Djarin o “Mando”, interpretado por Pedro Pascal, con una nueva misión en la que nuestro adorable Baby Yoda estaba involucrado. Ya quedaba claro que el estilo de esta nueva serie era de un road trip en el que íbamos a combinar lo mejor de un mundo estéticamente muy interesante con pinceladas de nostalgia por una saga que forma parte de nuestras vidas (lo queramos o no, sinceramente). El gran acierto de esa primera temporada y que continúa en esta segunda es el reavivamiento de nuestro interés por el universo Star Wars y aquí queda más patente, siendo así que cada capítulo muestra un poco más, haciendo que Mando y Baby Yoda (del que sabremos su nombre en esta temporada) vayan de un lado para otro descubriendo escenarios, modos de vida, enemigos diversos, y en general mostrándonos una rica oferta visual tremendamente atractiva.
No todos los mandalorianos son iguales.
Esta ampliación del lore no es mero fan service. Queda claro que, vayas a donde vayas de la galaxia, no se trata de un universo donde la vida sea fácil y el estilo western que impregna toda la acción y ambientación viene a consolidar esta idea. Hasta podemos imaginarnos a Mando como el clásico cowboy taciturno de ideas claras. Llega un momento en el que el hecho de verle o no la cara no importa, su personalidad arrasa ayudada por un conciso guion que nos muestra diálogos tremendamente realistas, acordes con esa inmersión que la serie pretende que realices, reafirmada por valores de producción que continúan manteniéndose muy altos.
Esa inmersión, en la que la música, los paisajes y los silencios eran tan importantes, que ha sido un continuo durante toda la saga de Star Wars, aquí se hace más fuerte con la interacción de los dos personajes principales que, en una solución tan lógica como acertada, son totalmente divergentes: uno sin voz, todo expresiones faciales y simplemente amoroso, y el otro sin rostro, duro y curtido y obligado a ser paternal. Un tándem perfecto al más puro estilo El lobo solitario y su cachorro (con recreación de mundo japonés incluido) que se ve amenizado con la repetición de algunos personajes de la primera temporada (Gina Carano como Cara Dune, Omid Abtahi como el Dr. Pershing, Carl Weathers como Greef Karga, Giancarlo Esposito como Moff Gideon…) y la inclusión de algunos nuevos como Rosario Dawson, Katte Sackhoff, Timothy Olyphant o Temuera Morrison.
Usar espadas no te convierte en jedi….recordemos.
Al respecto de estos personajes, y quizás pudiendo encontrarse como nota discordante dentro de una serie redonda, aunque es cierto que puedes ver The Mandalorian como un producto terminado, es más disfrutable si has visto antes algunas de las series de animación de Star Wars. Por ejemplo, la aparición de Rosario Dawson como Ahsoka Tano es más disfrutable si uno ha visionado The Clone Wars. No lo he sentido realmente como fan service, sino como inclusiones casi inevitables dado que, si vives en esa galaxia y te mueves por los círculos de la Fuerza, es inevitable que los guerreros más poderosos en ese momento, como son los mandalorianos, acaben topándose con los villanos más fuertes, así como aquellos relacionados con la caída del Imperio.
Sin embargo, lo que sí podemos sentir como fan service al servicio de que la caja registradora de Disney siga sonando sin parar es el aumento del protagonismo de Baby Yoda en esta segunda temporada. Mi lado más cínico apuesta por un aumento del kawaismo de este personaje en pro de las ventas, no neguemos lo bien que funciona como producto de marketing, mientras que mi respeto por los directores y guionistas apuesta por la necesidad de avanzar la trama y no prescindir del recurso cómico incluyendo al bebé más a menudo.
Cowboys del espacio.
Posiblemente, tanto Jon Favreau como Dave Filoni han tirado la casa por la ventana en cuando a presupuesto se refiere, pero es más impresionante aún ver cómo la esencia de Star Wars, también presente en cuanto a maquillaje clásico, animatrónica y escenarios se refiere (y al uso de los stormtroopers como carne de cañón infinita, ejem), se mezcla con los efectos especiales más revolucionarios. Una vez que puedes desentenderte de la serie a nivel técnico porque sabes que dará la talla puedes centrarte en su historia, que es para todos los públicos (a ver, sigue siendo Disney, eso es complicado de obviar) y llegar al último capítulo de The Mandalorian con una única pregunta en la cabeza: ¿era necesaria una tercera temporada? ¿funcionará?
NOTA
8.7/10
Destaca en:
Continua la calidad que se vio en la primera parte.
La trama es interesante.
Mantiene el ritmo y la esencia de Star Wars.
Baby Yoda sigue siendo jodidamente adorable.
Podría mejorar:
El producto está redondo, ¿es necesaria una 3ª temporada?