Fantaterror es la denominación con la que se conoce al cine de género fantástico y/o terror producido en España especialmente en las décadas de 1960 y 1970. Al igual que ocurre con las denominaciones peplum o cine negro, cuyo término se ha extendido más allá de un limitado margen de estilo y obras, se utiliza el término Fantaterror2 para definir la totalidad del cine fantástico/terror español independientemente de tipo y época de producción.
Considerada una genuina tradición e identidad cinematográfica española4 no obtuvo, en general, un positiva recepción por parte de la crítica contemporánea. Sin embargo varios de sus realizadores como Jesús Franco, Narciso Ibáñez Serrador, Paul Naschy, Antonio Gracia José (Pierrot), León Klimovsky y Amando de Ossorio lograron éxito comercial nacional e internacional y algunos de los títulos se consideran películas de culto.
Hoy os traemos gratis en nuestro videoclub Online, una de las piezas claves de este género, una película de la España profunda donde la oscuridad se oculta detras del blanco calcareo de los hogares, una cinta de género donde lo erótico y lo horrótico se mezclan para dibujar una obra anclada a su tiempo en su puesta en escena que a día de hoy se ve como un lienzo artístico único rival de los productos más bellos de la Hammer.
En un pueblecito turístico de la España de los 60, dos hermanas (Bautista y Roy), solteronas y de espíritu puritano, regentan una posada dónde suelen hospedarse jóvenes muchachas, sobre todo. Obsesionadas con la moral y la decencia (especialmente Bautista) se meterán en una espiral de «limpieza» y violencia…
Para quien esto escribe, una de las obras maestras del cine de terror español, en una realización tan potente como inteligente del muy considerable Eugenio Martín. Limitada de medios, exprime, sin embargo, de forma óptima su argumento y posibilidades (espléndido guión del propio director y Antonio Fos) jugando con los conceptos antagónicos: Odio/Envidia, Represión/Deseo, Pureza/Pecado (¿hay un pecado mayor que el asesinato, incluso desde una óptica cristiana?), Tradición/Nuevos Tiempos, Beatismo/Libertad.
«Una vela para el diablo» posee una sobresaliente atmósfera cerril, opresiva, captada de forma soberbia, haciendo muy cercano el ambiente rural de aquellos tiempos (fotografía de José F.Aguayo).
Capítulo aparte merece la interpretación de Aurora Bautista, absolutamente perfecta y grandiosa, me atrevo a decir que la mejor de su carrera (y mira que las tiene buenas), respaldada por una Esperanza Roy excelente (¡qué actriz tan poco valorada y aprovechada!).
Estamos ante un suspense psicótico, que condena de manera magistral el negruzco ideario moralista franquista, represivo y justiciero, censor y tendencioso. Es una radiografía triste, letal y soberbia de ese mundo y de esa época.
Con una tensión sexual y un erotismo además de notable, muy pertinente, si se obvian las licencias de alguna interpretación/personaje más flojo de alguna actriz (la importada Geeson, cosas de la producción supongo), «Una vela para el diablo» se comunica en cierto modo con la inolvidable «El extraño viaje» de Fernán gómez (su hermana de los 70) y es un film soberbio, como casi siempre ocultado/infravalorado en la noche del cine español.
Para los que no hayáis visto este clásico del horror nacional, Una vela para el diablo (Eugenio Martín, 1973) cuenta la historia de dos hermanas que regentan una pensión para viajeros en un pequeño pueblo de una sierra que podría estar en cualquier parte de España.
Dos hermanas muy peculiares con mucho pudor, mucha casta, y demasiado sentido de la “justicia”. Dos hermanas, que bien podrían ser todas las mujeres de la España de la transición (juventud perdida, identidad sexual enterrada, miedo al progreso, envidia al extranjero).
Tuvimos el privilegio de visionar una copia en 35 mm. (el único celuloide que hemos olido en toda la edición) con la presencia de Lone Flemming y el mismísimo director Eugenio Martín, que presentaron la cinta y se sentaron con nosotros a revisionarla.
Una vela para el diablo es un clásico mayúsculo por su uso del subtexto y de simbolismos a niveles alucinantes. Es una obra malsana, cargada de perversiones latentes pero nada explícitas. Cada vez que aparecen las dos protagonistas hay un tufo a cerrao, a casa del pueblo de la abuela que lleva años sin abrirse. Mucho de eso es mérito de una gran dirección: con un tempo hipnotizante, pausado, que provoca esa pesadez de estómago característica de la hora de la siesta. Pero, para mí, el principal mérito es de la sencillez y del original guión (escrito por el propio director y Antonio Fos).
Una Vela Para el diablo (Una vela para el diablo, 1973) es una de las películas más extrañas y bizarras del cine Español de inicio de los años setenta, dirigida pues antes que de que falleciera el dictador Francisco Franco y cayera definitivamente el Régimen, y además la película de Eugenio Martín anticipa gran parte de las imágenes que veríamos en el cine de la transición. La película es también una inquietante radiografía de la España rural y profunda, seguramente la más proclive al Régimen.
A pesar de que la película está realizada antes de lo que popularmente conocemos como el cine del destape, la obra ya se sirve de la gran cantidad de imágenes licenciosas (desnudos, insinuaciones, erotismo) que veríamos sobre todo en gran parte del cine de la comedia popular de los setenta. Precisamente el guión gira en torno a la perversión (Si adoptamos el punto de vista retrógrado de las protagonistas) que se estaba cerniendo en la España de aquellos años, con la invasión del turismo (que se convertiría en uno de los estandartes económicos del país) y que propició un interesante choque de culturas. La película gira en torno a dos mujeres, hermanas, (interpretadas respectivamente por Esperanza Rey y Aurora Bautista) que son propietarias de un pequeño caserón situado en un enclave turístico y rural. Las dos profesan una profunda fe católica, y en los primeros compases del film se da una hecho singular y que marcará el argumento, porque por accidente, una de las turistas que se hospeda en el hotel muere en trágicas circunstancias.
Este hecho es tomado por providencial por una de las dos mujeres (obviamente la mayor, siguiendo este retrato generacional que realiza la película, interpretada por Aurora Bautista) que a partir de ese momento tratará de asesinar toda mujer que se vista de manera indecente y que tenga el atrevimiento de acercarse a su caserón. El argumento, que se puede tomar como una auténtica majadería, es en realidad un extraño acercamiento a la ideología rural de aquella España que veía como perversión toda imagen extranjera, y que cerraba los ojos ante cualquier imagen mínimamente sensual.
El personaje de Aurora Bautista es un personaje que vivió la represión sexual en sus propias carnes (como comentará una turista sobre ella: Es posible que ellas nunca pudieron disfrutar realmente de su juventud) y que tiene una moral católica que condiciona absolutamente su vida. Como veremos a través de las diferentes víctimas de las que se va encargando, no soporta ni el destape con el que las europeas se presentan ante su pueblo (asesinará una chica que viste ropa ajustada) ni tampoco el modelo de madre divorciada y soltera, imagen que se estaba empezando a fraguarse en el resto de Europa, y que en España aún tardaría tiempo en llegar (su aprobación se hizo durante la democracia).
Como vemos la película es bastante explícita respecto a su argumento, pero lo que resulta realmente impactante es en la manera en que el director, Eugenio Martín, es capaz de mostrar una temática absolutamente candente y en boga en aquellos años, pero pasándola por el filtro del género de terror (pocas cosas en el cine de terror español resultan más terroríficas que el personaje que interpreta Aurora Bautista). De hecho la película está mucho más cerca de un terror propio y Español (algo parecido a lo que popularmente se ha conocido como Fantaterror) que a un cine extranjero e impersonal. Martín trata, mediante el género, unas inquietudes que son (o mejor dicho, eran) básicamente españolas, y que no tenían ningún sentido fuera de nuestras fronteras.
Interesante resulta el hecho de que para las oleadas de extranjeros que alteran el equilibro de la sociedad rural, estén representados siempre con una música Pop de fondo, que les acompaña en sus incursiones. Es evidente que el director relaciona este concepto con la frescura y la juventud que estaba llegando y además se sirve de un montaje alocado, más propio (o por lo menos lo intenta) del cine de Richard Lester con sus películas de los Beatles, como A Hard day’s Night (¡Qué noche la de aquel día!, 1964) que con el resto de la película. Estas secuencias además destapan una vena documentalista bastante acentuada.
El único pero, amén de los aspectos técnicos como fotografía, puesta en escena y sonido, algo que va casi de manera inherente en el género de terror español, es la estructura del guión, que repite en exceso el sistema circular de ir asesinado a cualquier extranjera que se acerca a la posada de las dos hermanas. Se podría haber explotado otros detalles que acaba convirtiéndose en complementarios en la película (básicamente todo lo que no es el círculo de protagonistas).