Debo reconocerlo, al afrontar mi primera experiencia ante el cine de Hiroyuki Tanaka (Sabu para los gafapastas), no pude evitar que el tedio me invadiera durante los primeros compases del film, pues el ritmo resultaba excesivamente parsimonioso, la acción se desarrollaba con una lentitud pasmosa, y algunos recursos no hacían más que lastrar sus primeros minutos.
Si bien el uso de algunos guiños con enorme gancho (genial el guiño a «Leon») o las subtramas paralelas iban añadiendo algo de interés al entramado principal, ello no era suficiente como para que «Postman blues» resultase todo lo satisfactoria que debería resultar, aunque también funcionaban a la perfección algunos tintes humorísticos de lo más pintorescos y un relato que se seguía con la suficiente inquietud por ver como desarrollaría el realizador los acontecimientos.
La segunda parte de la cinta, en cambio, resulta arrolladora, contundente, entretenidísima y de un ingenio cautivador, ya sea por como el guión va desembocando en un cúmulo de situaciones cada cual más descabellada o por como todos los elementos parecen señalar hacía el nuestro ingenuo protagonista, el cartero de marras, que dicho sea de paso, está interpretado brillantemente por Shin’ichi Tsutsumi que, con un magnífico recital de rostros particularmente endiablados y con esa pasividad que posee el personaje en sí, aporta un enorme granito de arena para que el experimento resulte verdaderamente grato.
Mención a parte para ese fulminante y estupendo final, donde Tanaka aporta sus propios tintes y dota los instantes finales de un carácter y una fuerza demoledores, ya sea apoyándose en una conclusión singular o ofreciendo esa estupenda secuencia que cierra el film (ni se les ocurra levantarse sin haber visto los títulos de crédito).
Proxima parada: «Monday», que ganas no faltan.