Tal vez sea porque la considero una de las mujeres más hermosas del planeta, o quizás por la debilidad que siento hacia el tamiz de chusquedad que envuelve a la mayoría de fregados en los que se mete, pero debo confesaros que, tras haber participado en innumerables productos de irregular calidad, el nombre de Olga Kurylenko sigue siendo la principal razón por la que no quiero perderme algunas de sus películas. Y más cada vez que se coloca el petate de heroína encuerada -y motorizada-: una ex agente desertora del servicio secreto ucraniano que trabaja como mensajera (¿?) y, accidentalmente, tendrá que proteger a un testigo federal al que trata de exterminar un grupo terrorista.
¿El lugar de la trifulca? El parking subterráneo de un gran edificio en Londres. ¿El villano? Gary Oldman sentado y dando órdenes por teléfono durante 90 minutos de metraje. Bueno, o un pelín menos. Por fortuna, al prestigioso intérprete de ‘The Darkest Hour’ (2017, Joe Wright), que también ejerció como villano -algo más pasado de rosca- en ‘El otro guardaespaldas’ (2017, Patrick Hugues), siguen sin caérsele los anillos por mofarse ocasionalmente de su encumbrado status profesional participando en pasatiempos despendolados como éste, el más divertido y sanguinolento derivado de ‘La jungla de cristal’ (1988, John MacTiernan) que he visto en lo que va de siglo.