En un pueblo francés comienzan a suceder desapariciones en torno a un viejo lago, y las leyendas y supersticiones afloran con la incursión de una periodista sensacionalista que, pidiendo información al alcalde, se esclarecen los motivos dando por culpables a unos soldados alemanes asesinados y arrojados al lago sobre el que pesaba una maldición, convirtiéndolos en muertos vivientes.
Jean Rollin es el director, de origen francés, de esta aberración de película. Sus irrupciones en el mundo cinematográfico están conformadas por pequeñas producciones de serie B, predominando el género del terror en su extensa filmografía.
Los asuntos sobre los que gira el argumento, de manera muy delineada y soez, son en primera instancia la supervivencia, requisito fundamental del subgénero y la incredulidad ajena a un problema fantasioso desde un punto de vista externo. No tiene mucho más donde rascar.
El género principal, por muy absurdo que sea todo lo que concierne esta cinta y aún provocando el sentimiento adverso, es el terror, manchado con algo de cine bélico representado a través de una descomunal elipsis narrativa y un romance tan carente de alma, incongruente y forzado que la única finalidad que parece tener es crear una subtrama explicativa para dar un trasfondo a cierto personaje tan desatinado y fuera de lugar respecto al subgénero zombi que hace perder toda la credibilidad a la historia, entre otros muchos factores.
Esta película está dirigido a un público adulto, aunque bien podría no estar dirigida hacia ningún tipo de público por la pérdida de tiempo y tomadura de pelo que supone.
La historia, teniendo una premisa tan básica, está estructurada de una forma tan caótica, algo además respaldado por un montaje anormal, que muchos conceptos que trata de manejar, siendo fáciles, parecen confusos a la vista del espectador. La gran línea narrativa que traza presenta un ritmo totalmente inestable por la ruptura constante de la narración, creando una elipsis narrativa desmesurada para dar una explicación escenificada sustituyendo gran parte del diálogo, convirtiendo una película de zombis en una escaramuza belicosa entre el ejército alemán y partisanos franceses, con el único objetivo de dar una justificación a lo disparatado del guión, así como crear un trasfondo somero y tomar por deficiente al espectador. Ocupando tanto metraje, el público tiende a perder el interés por la historia principal pudiendo haber sido relatado en mucho menos tiempo y de forma más certera. La presentación prematura de la idea principal, lejos de crear una ambientación, quebranta el componente principal de una historia de terror: el suspense. Los diálogos entre los personajes carecen de todo tipo de sentido común, cosa que el montaje tampoco ayuda, creando tesituras irreverentes tanto para el argumento como para el público. Los desnudos integrales que tanto se repiten a lo largo de la película no poseen ni carácter artístico ni expositivo, incomprensible su uso constante. En ningún momento y bajo ninguna circunstancia el filme consigue captar el mínimo atisbo de atención o interés.
Las interpretaciones de los actores están al mismo nivel que los parámetros anteriormente mencionados, no salvándose ni una de la inmundicia. Dignos de mención son el conjunto de zombis, teatralizados con un maquillaje verde solo en el rostro, asemejándose a una mascarilla cosmética, la nula vislumbre de signos de descomposición, hinchazón o putrefacción a pesar de haber estado tantos años muertos y sumergidos en el agua, la capacidad que tienen para bucear, el hecho de tener un móvil y reacciones anómalas, un vestuario que se ha conservado inmaculado en el tiempo… en fin, nada bien. Los actores que dan vida a los zombis, mencionando a Pierre-Marie Escourrou, se limitan a abrir muchísimo los ojos y hacer movimientos ortopédicos, aunque muy ágiles en ocasiones (muy incoherentemente), para encarnar a sus personajes. Por no mencionar a Yvonne Dany como la abuela de Helen que, en lugar de llorar, ríe, y cuando observa un muerto viviente en su ventana, no solo no cierra la puerta, sino que además se echa la siesta.
Las técnica cinematográfica que utiliza el Jean Rollin es básicamente una: la panorámica estática, generalmente enfocando un punto aleatorio de la escenografía para, con un movimiento rápido de cámara, captar a los personajes y seguirlos por el escenario. En ocasiones el director se intenta esforzar haciendo travelling ópticos con primeros primerísimos planos que no aportan mucho, pero al menos cambia un poco de sistema. Usa planos detalle de vez en cuando para que el espectador pueda apreciar mejor la chapuza de efectos especiales y body horror que utiliza.
Todos los demás apartados, tanto banda sonora, como fotografía como vestuario no es nada que no pudiera haber hecho cualquier persona sin muchos conocimientos cinematográficos desde su casa.