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Siempre es buen momento para revisitar un clásico de la serie B así informamos que entre ‘Alien’ y ‘Depredador’ existió ‘La Presa’, un film referencia del cine de videoclub de los 80 que nos deja un atípico dibujo bélico sobre la facilidad y la inutilidad de la guerra, y el absurdo precio del dolor y el terror que se paga por la simple lucha de egos. Todo esto claro está, bajo una superficie fantástico bélica de serie B que también se supo tratar en los años 80.

CRÍTICA

Walter Hill y David Giler venían de producir Alíen el 8 pasajero, el éxito de este film (y la calidad) no podía borrarse de todo aquel que hubiese estado en contacto con tal magna obra así que, Walter y David decidieron escribir su propia cacería humana que curiosamente serviría años después para la inspiración de la otra obra cumbre de terror y aliens, ‘Depredador’ (‘Predator’, 1987).
En ‘La Presa’ en cambio, los aliens eran unos extraños oriundos selváticos con acento francés lugareños de los pantanos de Lousiana, paraje inhóspito que sirve de nave Nostromo para unos militares de segunda fila que igual que en Alíen y Predator sirven de presa para la fauces de un cazador mayor.
Walter Hill ya habia jugueteado en otro momento con la pesadilla que les toca vivir a un grupo de «soldados» o «guerreros» en el film ‘The Warriors, los amos de la noche’ (‘The Warrios’, 1979) por cuanto los protagonistas son un grupo reducido que en terreno hostil intenta salvar la vida y regresar a casa. Al igual que en el film citado, Hill realiza un estudio sobre la violencia con resultados superiores gracias a un guión mejor matizado, y cómo no, a esa capacidad de síntesis que tanto caracteriza su cine.
En ‘La Presa’, Un pequeño pelotón de soldados debe atravesar a pie 38 km hasta llegar a un punto donde les recogerán sus compañeros. Pero un malentendido con los lugareños dará pie a una pesadilla que no olvidarán jamás, entre otras cosas, porque la mayoría de los soldados perderán la vida en el intento de salir de allí lo que servirá a Hill para realizar un estudio sobre la violencia y sobre lo fácil que puede estallar un conflicto bélico, además de la psicología que se encierra en un grupo expuesto a un peligro exterior que les acosa y que es prácticamente invisible, algo que el dúo Hill/Giller explotaron años después en ‘Aliens, el regreso’ (‘Aliens’, James Cameron, 1986)

Una diferencia clave, es que en aquí no hay ni buenos ni malos, aunque el relato está lleno de muertes, producto de la peligrosa situación en la que se han metido los soldados, y que provocan que salga a relucir tanto lo peor —los instintos asesinos que todos poseemos— como lo mejor, el instinto de supervivencia. Su creadores gracias a su final y a los acontecimientos vistos, no quieren dejar culpables e inocentes / villanos o héroes, haciendo así una clara alusión antibélica donde dejar claro que en las guerras no hay malos ni buenos, si no simplemente muerte.
Andrew Laszlo en la fotografía y Ry Cooder en la música prestan sus talentos, indiscutibles, a este cuento de terror cotidiano, una aventura sin parangón de conclusión nada complaciente que se permite además hablar sobre la estupidez humana, aquella que nos lleva al peor de nuestros lados.
Aunque eso sí, para los nuevos espectadores no podemos marcharnos sin decir que Walter Hill no era Ridley Scott o James Cameron y que David Giller tampoco era Dan O’Bannon o Ronald Shusett y por lo tanto, La Presa nunca llegar a tener la puesta en escena de una obra redonda, estando mucho más cerca de las producciones de videoclub, que de las grandes propuestas de Hollywood. La Presa se muestra torpe en muchas ocasiones a nivel visual e incluso narrativo pero aún así, posee ese espíritu de obra de culto que te atrapa sin saber por qué y se te queda grabada para siempre en tu colección de películas que no te importa ver cada pocos años.