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VIDEOCLUB gratis | Asesino Invisible ‧ 1977 ‧ Terror/Misterio ‧ 1h 38m

La Navidad está aquí y Cinematte Flix no os quiere dejar huérfanos de rarezas cinematográficas y obras de culto y es por eso que hoy, estrenamos The Car, conocida en España como Asesino Invisible y en latinoamérica como El Auto. El filme es un producto televisivo de esos que superaron la pequeña pantalla para llegar a las salas de cine de barrio y posteriormente a los videoclubs donde gracias a ingeniosas carátulas llegaban a ser algunas de las películas más demandadas. La de hoy es una de esas películas que tan bien lucían en los estantes dominados por Betamax y VHS.
El Sheriff Wade Parent (James Brolin) debe encontrar el modo de detener un enorme coche negro, aparentemente indestructible, que tiene aterrorizados a los habitantes de un pequeño pueblo de Nuevo México. Nadie conoce el origen del coche, quién lo conduce o cómo pararlo.


https://youtube.com/watch?v=Pn0FgKLqZOg

‘Asesino invisible’ es el título con el que ‘The Car’ se estrenó en nuestras salas a finales de los setenta. Se trata del penúltimo film dirigido, en 1977, por el televisivo Elliot Silverstein, quien consiguió cierto prestigio con ‘La ingenua explosiva’ (‘Cat Ballou’, 1965) y ‘Un hombre llamado caballo’ (‘A Man Called Horse’, 1970), y escrito por el tándem formado por Dennis Shryack y Michael Butler el mismo año que escribieron el libreto de ‘Ruta suicida’ (‘The Gaunlet’, Clint Eastwood).
Sin lugar a dudas el film es un claro precedente de uno de los films más éxitos de John Carpenter –irónicamente de los peores−, ‘Christine’ (id, 1983), basado en la novela de Stephen King del mismo año. Los parecidos son más que evidentes, y también supone una muy directa consecuencia del telefilm más cinematográfico de la historia: ‘El diablo sobre ruedas’ (‘Duel’, Steven Spielberg, 1971), con la que comparte atmósfera y personaje motorizado misterioso.

«¡Oh Grandes Hermanos de la Noche, que hacen mi lugar de descanso, que cabalgan sobre los ardientes vientos del infierno, que habitan en la morada del Diablo; Muévanse y aparezcan!»

Iniciar una película con una cita de Anton LaVey, fundador de la Iglesia Satánica y autoproclamado Papa Oscuro, deja claras señales sobre el origen de ese coche funesto e indestructible parido del desierto con capacidad asesina.
“Asesino Invisible” o “The car” en su versión original remite al “Diablo sobre ruedas” aunque sus imágenes podrían ser recuperadas en una sesión doble con “Death Proof” de Quentin Tarantino o incluso convivir con el Jacques Tourneur de “La noche del demonio”. En el filme de Elliot Silverstein conviven imágenes muy sugerentes con otras tópicas y blandas del género. Ese choque de fortaleza y debilidad se plasma en el mismo que acometa a los desprotegidos protagonistas frente una amenaza que visualizan y etiquetan pero que desconocen. Ese enemigo desconocido es un coche que mata… pero ¿y si no hubiera conductor… qué es un coche que mata? Las partituras de Leonard Rosenman crean el clímax apropiado y nos remiten al universo terrorífico de Spielberg.

Esos grandes planos generales en paisajes naturales con el polvo que emerge de esa oscuridad o la profundidad de campo mediante brillos soleados de las lunas del vehículo homicida en la distancia son grandes señas impropias de la Serie B. El suspense es el viento, los animales y el desequilibrio. El polvo ciega y el metal mata. El pánico por algo conocido contrasta con el terror. No hay bestia ni animal… pero si algo cercano a nuestras vidas. Tal vez “Asesino Invisible” sea lo más parecido que se ha rodado a “Los pájaros” de Hitchcock. Aquella película con la que soñó M. Night Shyamalan en “El incidente” y que otros también intentaron dar forma en otros demonios con diferentes caras.
Así que estamos ante Interesante film, que recuerda muchísimo a un cruce de dos películas del recién estrenado como rey Midas del cine en aquella época, Steven Spielberg. Las películas en cuestión serían, “El diablo sobre ruedas” de 1971 y “Tiburón” de 1975, y quien haya visto ambas, y vea está…se las recordará.A pesar de eso, el film, es interesante de principio a fin. Una especie de Rolls Royce negro y polvoriento aparece en una localidad de Nuevo México, atropellando a ciclistas o peatones en solitario, y siempre con una acechante música de fondo que nos recuerda a la archiconocida banda sonora de John Williams, de la antes mencionada “Tiburón”. No sabemos nunca ni quien conduce ni el porque de los asesinatos…aunque al final se nos de una idea aproximada, en el clímax de la película. Mantiene el ritmo y un interés que nunca decae, a pesar de que la premisa del film en principio pueda parecer simple. Su guión no difiere mucho de cualquier otro con bicho malo, solo que aquí es un coche el asesino…y el guión pelín superior a otras del estilo.Protagoniza un joven James Brolin, (Capricornio Uno, 1978), y Kathleen Lloyd, que pudimos ver en varios episodios de “Canción triste de Hill Street” (1982). Completan el reparto un desconocido por entonces Ronny Cox (Desafío Total, 1990), John Marley (El Padrino, 1972) y el veterano R.G. Amstrong, inolvidable por su papel en “Duelo en la Alta Sierra” de Sam Peckinpah (1962).Cine de los setenta en estado puro y que a pesar de que no me parece una mala película tampoco me parece que sea como para encuadrarla en film de culto, que en ese lugar figura hoy…para mi sorpresa.Véanla y júzguenla ustedes mismos. Les parezca lo que les parezca no perderán el tiempo por verla.De este modo estamos ante una película muy interesante, en la que pueden verse antecedentes lejanos en el cine de Hitchcock («Con la muerte en los talones», «Los pájaros») en el tipo de terror y en la planificación de las escenas, y antecedentes mucho más cercanos en «El diablo sobre ruedas» (Duel, 1971), de Steven Spielberg. No obstante, el film de Silverstein tiene su propia personalidad, y el coche negro de aquí da más miedo aún que el camión del telefilm de Spielberg. La cita de Anton LaVey con la que comienza esta tétrica historia ambientada en un pequeño pueblo del estado de Utah, da ya el tono, muy especial, a este largometraje.


Lo que desde luego merece un aplauso es el diseño del coche, realizado por George Barris, quien construyó vehículos para celebridades, además de películas y series de televisión, caso del Batmóvil de la serie de los sesenta. El aspecto, imponente, siniestro y amenazante, más esas tomas de visión subjetiva a través del parabrisas, dotan al vehículo en cuestión de vida, mucho más que la de algún secundario de carne y hueso, convirtiéndose, cómo no, en la estrella de un film que asimila muy bien, y sin disimulo, sus referencias, sobre todo la del film del Rey Midas.
Stephen King ha admitido que Asesino invisible fue la inspiración para su novela Christine, y sería muy desconsiderado por mi parte si no reconociera que también lo fue para mí a la hora de escribir Juggernaut, la primera novela que publiqué. Sin duda, una película pionera en el tratamiento de un tema que, años después, fue imitado hasta la saciedad, en unos casos con acierto, y en otros de forma torpe. Me refiero al objeto que, ya sea por un fallo técnico o por factores sobrenaturales, cobra vida y se rebela contra aquellos que deberían mantener el control sobre las máquinas. Títulos como El Ascensor, Muñeco Diabólico, Rubber o La Rebelión de las Máquinas, donde Stephen King revisitó otra vez el concepto de máquinas, incluidos coches, que deciden asesinar a sus creadores, parecen partir de un germen común, el sembrado por películas como Almas de Metal o la aquí comentada.  

PUNTUACIÓN OBJETIVA: 7 –

PUNTUACIÓN SUBJETIVA: 8

LA CARTELERÍA DEL TELEFILME ES UNA INDISCUTIBLE MUESTRA DE TALENTO ARTÍSTICO (Y COMERCIAL)

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