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CRÍTICA BY LUCEN

Es curioso ver como Kenneth Branagh es capaz de realizar una de las mejores, sino la mejor, película del año, hablo de Belfast, y al mismo tiempo realizar una anodina continuación de su ya saga detectivesca sobre Hércules Poirot.

Esto quizás nos hace pensar que el cine comercial se ha empezado a entender desde los nidos de creación, como simplemente cine para masas ausentes de cualquier mínimo de inteligencia fílmica y o emocional. Muerte en el Nilo parece una película random de Marvel gestada bajo una estructura muy medida y poblada de algún que otro rostro pintoresco para interpretar unos personajes que se mueven por la desidia como si fuese su deber. De este modo, el director deja claro que hay dos tipos de cine, uno el inteligente, que es que realiza para obras más «arti», y otro el imbécil, que es el que realiza para la plebe audiovisual. De este modo parece que el camino se ha completado y que la idea del nuevo Hollywood dominado por las plataformas de streaming y Disney que era idiotizar al pueblo para así economizar gastos en las producciones, ha llegado a su meta.

De este modo me parece un insulto que un hombre capaz de crear Belfast, sea tan miserable de dejarnos una película como ‘Muerte en el Nilo’. Perdono una obra mala con inquietudes fallidas, pero no una obra diseñada para tontos.

ESTO OPINÓ LA CRÍTICA MODERNA

‘Muerte en el Nilo’ es una delicia anacrónica: Kenneth Branagh vuelve a evocar el espíritu del Hollywood clásico en un whodunnit para enmarcar
‘Muerte en el Nilo’ es una delicia anacrónica: Kenneth Branagh vuelve a evocar el espíritu del Hollywood clásico en un whodunnit para enmarcar
En 2019, Rian Johnson puso patas arriba el prolífico subgénero del whodunnit con su brillante en todos los aspectos ‘Puñales por la espalda’. Abrazando los cánones de la obra de autores como Blake, Brand, Crispin y, por supuesto, la eterna Agatha Cristie para, después, retorcerlos, el de Maryland dio forma a una suerte de remasterización en la que convivieron clasicismo y vanguardia técnica, narrativa y discursiva.

Esta revolución, hermanada en cierto modo con la divertidísima ‘Un cadáver a los postres’ de Robert Moore, llegó dos años después de que Kenneth Branagh sorprendiese a propios y extraños con su lúcida adaptación de ‘Asesinato en el Orient Express’; en la que recuperó el espíritu añejo de la versión de Lumet, redibujándolo bajo las filias propias del blockbuster de estudio contemporáneo.

Ahora, tras haber permanecido en la nevera desde diciembre de 2019, al fin podemos disfrutar de la nueva aventura del Hercule Poirot de Branagh en ‘Muerte en el Nilo’; una secuela continuista en forma y fondo que extrae oro del ya de por sí imbatible material original, brindando un par de horas rebosantes de encanto y buen hacer cinematográfico, pero con menos misterio del que cabría esperar.

Delicioso anacronismo
‘Muerte en el Nilo’ se presenta como una evolución lógica de lo que su máximo responsable nos ofreció a bordo del Orient Express en 2017. De este modo, nos encontramos ante una repetición, en líneas generales, de la fórmula que tan bien funcionó entonces, pero hipervitaminada con un extra de músculo técnico, con un diseño de producción cautivador, con una fotografía en 65mm para enmarcar –cortesía de Haris Zambarloukos—, y con un Branagh impecable en la puesta en escena.

Todos estos elementos dan como resultado un ejercicio que bebe de lo analógico y lo digital —tanto literalmente, como en espíritu—, y que vuelve a enamorar gracias a su espléndido reparto. Aunque quede un pequeño peldaño por debajo del filme anterior en este aspecto, el elenco coral evoca la esencia del hollywood clásico; cargando Gal Gadot, Emma Mackey, Armie Hammer o Annette Bening —entre otros— sobre sus hombros el peso de una función en la que la auténtica estrella es el Poirot de Kenneth Branagh.

Es en el detective donde radican el alma y la razón de ser de un largometraje en el que el crimen al que alude el título es casi secundario. ‘Muerte en el Nilo’ nos permite conocer más a fondo a un Poirot más rico en matices y más complejo; comenzando por un fantástico prólogo monocromo que pone la primera piedra de una estructura dramática de lo más peculiar, pero que no logra maquillar la previsibilidad que envuelve el relato.

Este es, precisamente, el principal problema de una película que acierta al abarcar prácticamente la mitad de su metraje para presentar con detenimiento a su nutrido surto de personajes; convirtiendo así el mid point de la narración en lo que bien podría haber sido el detonante si se hubiese optado por la concisión. No obstante, cuando la sangre fluye por primera vez, se pisa el acelerador para desarrollar una investigación que, pese a atrapar con facilidad, no está sobrada de sorpresas.

Da la sensación de que, más que ante un whodunnit, con ‘Muerte en el Nilo’ nos encontramos ante un howdunit. El espectador más avispado no tardará en atar cabos y averiguar quién está detrás del asesinato sobre el que gira la trama una vez superado el ecuador pero, aún así, Branagh se las apaña para salpimentarlo todo con pistas falsas, triquiñuelas argumentales y giros inesperados que sirven de inteligente pegamento para mantenerte clavado en la butaca.

‘Muerte en el Nilo’ es un «ABC» del subgénero del murder mistery. Amor, dinero, teatralidad y una factura deslumbrante se dan la mano en una deliciosa propuesta anacrónica, menos moderna que ‘Asesinato en el Orient Express’, pero igual de efectiva en su afán por mantener vivo el subgénero mientras lucha contra una industria en la que, cada vez, hay menos cabida para este tipo de producciones.

Tampoco ‘Asesinato en el Orient Express’, la primera adaptación de Kenneth Branagh sobre una historia clásica de Agatha Christie despertó la pasión de la crítica, y sin embargo fue un éxito en cartelera. De la misma forma, recibimos la segunda parte de esta incursión en el whodunnit («¿quién es el culpable?») con una indiferencia que tiende a ser complaciente y que no espera grandes milagros de donde nunca los hubo. Pero, igual que todo mero transeúnte esconde a una potencial víctima o culpable, será cuestión de ver más de cerca si lo que los grandes medios angloparlantes opinan nos convence, o no.

La novela ‘Muerte en el Nilo’ se publicaba a finales de los años 30, como parte de la serie que encabezase Hércules Poirot, detective imaginado por la prolífica escritora Agatha Christie, dama del crimen. Desde entonces el género ha dado mil vueltas, de ahí que su adaptación a la gran pantalla tenga que ofrecer otros atractivos además de la intriga. Ya lo vimos de la mano de ‘Asesinato en el Orient Express’, también dirigida por Kenneth Branagh y adaptada al cine por Michael Green: los dimes y diretes del caso necesitan ir acompañados de cierta espectacularidad cinematográfica y una mano firme con el ritmo.

No cabe duda de que Kenneth Branagh controla la gramática cinematográfica. Sabe cómo componer una escena, mover adecuadamente la cámara, dar instrucciones al elenco —es actor al fin y al cabo— y rematar el producto en la sala de montaje. Y eso se sigue notando al ver las dos horas de Muerte en el Nilo, otra demostración de su planificación decidida y enérgica. Pero conocer los mecanismos narrativos del séptimo arte y haber contado con diecinueve oportunidades de ponerlos en práctica no garantiza un desempeño talentoso.

El cineasta lo intenta con buenos modales e indiscutible honestidad, pero no consigue la atmósfera oscura, tensa y amenazante, el ambiente enrarecido que se requiere para mantenernos en ascuas por el enigma odioso que nos proponen ni que, así, el espectador se sienta realmente intrigado con lo que ocurre.

20th Century Studios. © 2022 20th Century Studios. All Rights Reserved.
El misterio nos gusta y nos tragamos la película sin dificultad, pero no nos atrapa como para que nos mordamos las uñas y no pestañeemos, un mal triste para la adaptación de una historia concebida por Agatha Christie (1937).

Un reparto digno pero inadecuado a las órdenes de Kenneth Branagh
Algo semejante sucede con Asesinato en el Orient Express. E igual pasa con los añadidos de acción impertinente, la deliciosa flema inglesa que ni se asoma y un reparto digno que, no obstante, carece del carisma para una obra coral en la que los personajes, como sospechosos, deben hipnotizarnos aunque sea un poquito. Ni el propio Kenneth Branagh (Dunkerque) como Hercule Poirot; ni Gal Gadot (Wonder Woman), Armie Hammer (La red social) y Emma Mackey (Sex Education) en la piel de Linnet Ridgeway, Simon Doyle y Jacqueline de Bellefort.


Tampoco Tom Bateman (Asesinato en el Orient Express) y Annette Bening (American Beauty) como Bouc y Euphemia Bouc; ni Sophie Okonedo (Negocios ocultos) y Letitia Wright (Ready Player One) dando vida a Salome y Rosalie Otterbourne; ni Rose Leslie (Juego de tronos), Jennifer Saunders (Friends), Dawn French (Harry Potter y el prisionero de Azkaban) como Louise Bourget, Marie Van Schuyler y Bowers; o Russell Brand (Ballers) y Ali Fazal (Fast and Furious 7) en los zapatos del doctor Linus Windlesham y Andrew Katchadourian.

A años luz de la obra de Agatha Christie

No hay, por otro lado, demasiada elocuencia en el libreto de Michael Green, al que se le conocen especialmente los suyos para Logan, Blade Runner 2049 (2017) y la serie American Gods (2017-2021), que creó con Bryan Fuller. Ni notas memorables en la clásica banda sonora compuesta por Patrick Doyle (Atrapado por su pasado), quien ha colaborado desde el principio con el director, ya en catorce de sus diecinueve filmes. Por todo lo anterior, el largo de John Guillermin (1978) le da sopas con honda a esta Muerte en el Nilo.

Tanto como el de John Huston (1974) al Asesinato en el Orient Express de Kenneth Branagh, habría que añadir. Y no se debe comparar una novela con la película que la adapta porque las necesidades y los recursos narrativos que se usan para cumplir con ellas son muy diferentes y, por lo tanto, no hay más bemoles que decir que la literatura y sus juegos lingüísticos y el séptimo arte y sus imágenes en movimiento se parecen lo que un huevo frito a una castaña asada. Pero, como obra de arte, esta versión no está a la altura del astuto libro de Agatha Christie.