Biografía de una de las figuras clave de la historia europea, puesta en imágenes como si de una vieja lección colegial de historia se tratara.
Es muy difícil calificar este trabajo desde el punto de vista artístico, ya que carece en grado sumo de grandes intenciones al respecto. Más bien se trata de una narración visual de los principales momentos vitales del emperador, sin que la actuación, los escenarios, el guión, los efectos, el pésimo montaje, la fotografía, el vestuario… pretendan más que recrear tales escenas, un poco a la manera de los «tableaux vivants» decimonónicos. El propio director, Sacha Guitry, se reserva el papel de Talleyrand y de narrador omnisciente, que va relatando casi a la manera de una hoguera de campamento las aventuras del general, con un enfoque global, repleto de anécdotas y olvidos voluntarios (como el propio Talleyrand reconoce de manera casi cómica).
Las actuaciones son hieráticas por no decir inexistentes, aunque como decimos no se pretendía más. Hay además algunos curiosos cameos de grandes del cine que sazonan el retrato como el de Maria Schell como archiduquesa de Austria, Erich von Stroheim como Beethoven y Orson Welles como el obtuso guardián inglés de los últimos días del Emperador. Por redondear esta curiosa cinta, en medio del metraje se nos presenta una incomprensible escena de opereta con Luis Mariano e Yves Montand disfrazados de mariscales de Napoleón cantando a la guerra (sic!). En cualquier caso no llega al ridículo, aunque en ocasiones se acerca peligrosamente.
Si como obra de arte no se merece siquiera tal definición (se salva la hábil música del genial Jean Françaix), no obstante puede ser un buen pasatiempo divulgativo de historia para los que les interesen estos pasajes del pasado, aportar unos cuantos datos y curiosidades, ensalzar los valores nacionales (franceses) y hasta aprender algo. Ahí están el nacimiento en Córcega, su rápido ascenso militar, su introducción en las postrimerías de la Revolución, Josefina, Egipto, su coronación, sus amoríos, Austerlitz, Santa Elba, Waterloo, su triste exilio y fin… No me extrañaría que la cinta hubiera sido vista por más escolares en su día que por el público cinéfilo… Y si no estuvieran de acuerdo en mi análisis, fíjense en la última imagen, no engaña.
En fin, con cierta dosis de indulgencia, un poco de historia de uno de los más fascinantes personajes de todos los tiempos no hace daño al cine. O no demasiado…