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Sombras y enigmas: una lectura crítica de El pasajero de la lluvia

René Clément, figura esencial del cine francés, entrega en 1970 con El pasajero de la lluvia (Le Passager de la Pluie) una obra que, bajo la apariencia de un thriller psicológico, explora las inquietantes zonas grises de la memoria, la identidad y el deseo. Protagonizada por una hipnótica Marlène Jobert y el enigmático Charles Bronson, la película trasciende los límites del género para ofrecer una experiencia estética y narrativa cargada de ambigüedad y tensión.


Una atmósfera de intriga pictórica

Desde sus primeros minutos, El pasajero de la lluvia atrapa al espectador con una atmósfera que parece pintada con pinceladas de misterio. La fotografía de Andréas Winding despliega una paleta tonal que oscila entre lo cálido y lo sombrío, reflejando tanto la serenidad aparente de los paisajes mediterráneos como la oscuridad psicológica que envuelve a sus personajes. Los encuadres, a menudo cerrados y opresivos, revelan un interés casi obsesivo por el detalle: las gotas de lluvia que resbalan por un cristal, los gestos fugaces que delatan emociones reprimidas, los rostros inmovilizados en primeros planos cargados de introspección. Ver Gratis El pasajero de la lluvia

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Una narrativa fragmentada como reflejo de la memoria

Clément construye su relato como un mosaico de percepciones fragmentadas, en el que los recuerdos de la protagonista, Mélancolie (Marlène Jobert), se mezclan con los eventos presentes. La estructura de la película, llena de elipsis y repeticiones, refleja la fragilidad y la subjetividad de la memoria, un tema central en la obra. Esta forma de narrar no solo intensifica el misterio, sino que también genera un sentido de incomodidad, obligando al espectador a participar activamente en la reconstrucción del relato.

La lluvia, omnipresente y simbólica, actúa como un leitmotiv visual que conecta los diferentes niveles temporales y emocionales de la historia. Cada escena bajo la lluvia parece purificar y al mismo tiempo manchar, como si cada gota revelara y ocultara verdades a partes iguales.


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El duelo de interpretaciones: Jobert y Bronson

Esta relación entre los personajes recuerda a los dúos ambiguos de los thrillers psicológicos hitchcockianos, donde la dinámica de poder entre los protagonistas no es fija, sino que oscila constantemente, alimentando el suspense.


La música como extensión emocional

El icónico compositor Francis Lai, conocido por su capacidad para infundir lirismo en cualquier escena, entrega aquí una partitura que refuerza la dualidad de la película. Su música, a ratos melancólica y a ratos inquietante, funciona como un contrapunto emocional que amplifica las tensiones internas de los personajes. Las notas repetitivas y etéreas del tema principal se convierten en un eco de los recuerdos obsesivos que atormentan a la protagonista. Ver Gratis El pasajero de la lluvia

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Un comentario social velado

Aunque El pasajero de la lluvia puede interpretarse principalmente como un estudio psicológico, Clément también insinúa un comentario sobre las dinámicas de género y poder en la sociedad contemporánea. La experiencia de Mélancolie, enfrentada a un crimen que se convierte en el centro del misterio, refleja la desprotección y el escepticismo que enfrentan las mujeres en un mundo regido por normas patriarcales. Sin embargo, la película evita un enfoque explícitamente didáctico, permitiendo que estos temas emerjan de manera sutil a través de la interacción de los personajes y el desarrollo de la trama.


Conclusión: un misterio en capas

El pasajero de la lluvia es más que un thriller; es una obra que se adentra en el subconsciente, explorando los rincones oscuros de la mente y las emociones humanas. Con una dirección magistral de René Clément, actuaciones complejas y una estética que combina lo pictórico con lo cinematográfico, la película se alza como una joya que merece ser redescubierta. En su densa red de imágenes y sonidos, se encuentra un enigma que, como la lluvia, nunca se deja atrapar del todo.

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