Lucifer, ahora una serie de Netflix, llega a su sexta y final temporada después de sobrevivir a un trayecto casi épico por la televisión. Desde una cancelación temprana hasta un revival inesperado, para el final dejar una sensación de agridulce satisfacción. La serie logró lo que parecía imposible: superar sus fallos de origen y argumento para alcanzar algo más. Convertida en fenómeno de culto y con un universo poblado de personajes entrañables, la serie se despide con una sexta temporada agridulce, emocional e intensa.
Por supuesto, para los los showrunners Joe Henderson e Ildy Modrovich, el diablo está en los detalles. Y no se trata solo de un juego de palabras. Después que la quinta temporada terminara en un cliffhanger imposible fue inevitable preguntarse a dónde conducía la historia. Al final, el argumento optó por hacer lo que mejor sabe: crear una mirada amable sobre la condición humana, a la vez de humanizar lo divino.
La despedida de Lucifer, ahora una serie de Netflix, es algo más que el cierre de una etapa extraordinaria para una serie que comenzó como un experimento fallido. Con su casi hora de duración, tono procedimental autoconclusivo y una historia de amor improbable, había poco que decir de la historia. Basada en el cómic del mismo nombre de Vértigo, la serie llegó a la televisión precedida por la polémica. Hubo comentarios sobre el cambio de tono, de personajes que no se ajustaban a su versión en papel e incluso para su protagonista Tom Ellis. El actor, que desbordaba carisma y parecía ser el único pilar del show, se enfrentó con estoicismo a una crítica hostil.
Pero la sexta temporada demuestra que el esfuerzo valió la pena. Lucifer relata quizá la más atípica, emocional y amable de las historias sobre héroes caídos en desgracia y su propia redención. Lo hace sin perder el buen humor, sus peculiaridades y fallos. Finalmente, este príncipe aburrido que decidió venir a la tierra para encontrar algo que hacer en su eternidad encontró su objetivo.
Entre una batalla, lágrimas, amor, despedidas y, al final, el cielo
La quinta temporada terminó dejando a Lucifer como un antihéroe radiante y convencido de su propia malevolencia en una situación complicada. Después de luchar contra su hermano Michael en una extraña batalla entre arcángeles, Lucifer se alzó con la victoria. Y también con una nueva responsabilidad: tomar el lugar del Dios. La vuelta de tuerca empujó al personaje a un espacio nuevo y desconocido. La temporada seis no dejó pasar la oportunidad para profundizar en la idea de lo divino, lo humano y el poder de algo más intangible.
Y lo hizo con un recurso que evitó que pareciera que el argumento saltara de manera mística, ridícula o incongruente. De hecho, la mirada del guion se enfoca en la conexión del mundo del hombre con el de lo sagrado. Pero sin dejar a un lado la autoexploración de su personaje principal. A pesar del cambio de dirección de la temporada pasada, hay algo obvio: la serie siempre será sobre Lucifer y su autoexploración. Un proceso que lleva aparejado el crecimiento en conjunto de todos sus personajes y que al final ha traído el mayor peso de la trama.
De hecho, lo más notorio de su temporada final es que a pesar de los cambios de escenarios — y responsabilidades — es su habilidad para mantener su identidad. Lucifer ocupa el lugar de su padre, pero sigue interesado en hacerse las preguntas correctas e incómodas sobre su naturaleza dividida. De nuevo, el amor lo es todo y también esa extraña percepción sobre la moral que tiene más de mitológico que de sagrado.