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Hay películas horrendas que jamás deberían exhibirse, su mejor sitio sería estar dentro de un agujero en el desierto al lado de los juegos de E.T. de Atari; Hay películas horrendas que deben exhibirse a toda costa y su mejor sitio es estar en una plataforma de streaming al lado de toda esa basura de contenido que generan. El Círculo de Hierro pertenece a este segundo grupo.

La película es tan mágica como ridícula y posee actores tan ridículos como mágicos. Nunca sabemos si estamos ante una comedia absurda en la que puede aparecer Leslie Nielsen en cualquier momento, o ante una oda a lo arty donde la cámara es capaz de situarse en el sitio más bucólico (léase la ironía) posible. La película no posee director porque dudo que el hombre que estaba tras la cámara fuese un director de cine y tampoco posee guionista porque dudo que el hombre que adaptó la idea de Bruce Lee (si el filme está basado en una idea de Bruce Lee) fuese un guionista. Lo que si posee es un productor impresionante capaz de hacer enrojecer a los dueños de la Canon y capaz de traer a rostros muy reconocidos a esta odisea de despropósito.

Pero más allá de esto hay que alabar que la película sea hipnótica desde su inicio, el cual nos sitúa en una suerte de circo romano prehistórico surgido de universo paralelo de Conan, un lugar tan cómico como fascinante con un Rody McDowell al que le es imposible no reírse. En esta suerte de ring a lo Operación Dragón Hacendado vemos al que posiblemente sea el héroe o protagonista más feo y cutre que jamás haya existido, incluso superando al personaje más horrendo de toda la película Flash Gordon. A la escena hay que sumar un combate filmado por el equipo que rodó Yo hice a Roque III y aún así, hay algo que te hace seguir pegado al televisor, más, después de la primera aparición de David Carradine lo cual prefiero que conozcáis por vosotros mismos…

Así estamos ante un extraño filme, una mezcla entre un delirio zen, sobre la búsqueda de uno mismo, como un relato de Paulo Coelho, una película de artes marciales y una buena ración de filosofía de baratillo con momentos estilo «Le petit prince» (el hombre en la tinaja de aceite).

El guión se basa en otro escrito por Bruce Lee y James Coburn, posteriormente modificado tras la muerte del primero. De ahí los conceptos «Zen» que Lee asumió en su vida y quiso mostrar en forma de película. Lee y Coburn se habían reservado los papeles protagonistas, sin embargo, tras la muerte de Lee, su papel fue interpretado por David Carradine, cruzándose de nuevo sus destinos, ya que fue Carradine a quien impusieron los productores de la serie de TV «Kung-Fú», creada por Lee, en un auténtico ejercicio de «White-washing».

Con todo esto repito que estamos ante un ejercicio perfecto para ser exhibido en una Cutre-Con.

Erica Creer es la estrella femenina y lo mejor del filme