Robocop (2014): Un reflejo deslucido de un clásico intemporal
Corría el año 1987, un periodo en el que el cine de acción estaba destinado a ser un producto eminentemente adulto, destinado a un público maduro. Sin embargo, las dinámicas del mercado impusieron restricciones que relegaron la violencia, el sexo y otros temas comprometidos a un plano secundario. Fue en este contexto que la industria cinematográfica estadounidense decidió confiar un proyecto de acción a un audaz director europeo: Paul Verhoeven. El resultado fue un verdadero puñetazo en el estómago para aquellos defensores de la moral convencional. Robocop se erigió como una obra maestra que desafiaba las convenciones del género, presentando una violencia visceral y un subtexto crítico que se atrevían a escarbar en las entrañas de la sociedad.
Ahora, 27 años después, nos encontramos con un remake dirigido por José Padilha, que, aunque ha suscitado una mezcla de expectativas y escepticismo, ha terminado por resultar un filme fallido que no logra convencer al espectador. La falta de la fuerza física y la valentía visual que caracterizaban a la versión de Verhoeven ha dejado esta nueva entrega despojada de la autenticidad y el impacto emocional que la original ofrecía. En un mundo cada vez más dominado por una estética homogénea y un enfoque visual austero característico del cine digital de los 2000, Robocop (2014) se adscribe a esta tendencia, careciendo de la audacia estética que hizo del original un referente único en el género.
El debut de Padilha en la gran pantalla estadounidense ha estado marcado por la controversia. Aunque su experiencia previa en Tropa de Élite (2007) demostraba su capacidad para crear secuencias de acción que respiraban realismo, el paso a un blockbuster con un presupuesto de 130 millones de dólares ha diluido su carácter, llevándolo a una zona de confort donde la cobardía y la conformidad dominan. A pesar de que se vislumbran intentos de imprimir su sello personal en esta nueva versión del cibernético, estos esfuerzos no bastan para elevar el filme por encima de la mediocridad.
El guion de Joshua Zetumer presenta algunas ideas interesantes, pero en su intento por construir un microuniverso propio, se aleja de la crítica social mordaz que caracterizaba la obra de Verhoeven. Las punzadas de sátira hacia la política, las corporaciones y los medios de comunicación, que solían ser el hilo conductor del relato, son aquí solo ecos difusos, dejando un sabor a insipidez en el espectador.
En cuanto al elenco, Joel Kinnaman ofrece una interpretación que, aunque puede parecer falta de carisma, logra capturar la fragilidad y humanidad de Alex Murphy. Sin embargo, su desempeño no alcanza el nivel memorable que uno esperaría de un personaje icónico. La presencia de veteranos como Samuel L. Jackson y Gary Oldman aporta cierta solidez, pero no logra elevar un conjunto que se siente estancado en fórmulas de producción convencionales.
La banda sonora actual, que pretende acompañar la narrativa, se queda corta y no logra alcanzar la grandeza de las composiciones de Basil Poledouris, cuyas melodías emblemáticas dieron vida a la original. En este sentido, la nueva película se ve desprovista de la energía y la resonancia que una banda sonora potente podría haber aportado, quedando relegada a un segundo plano.
En definitiva, Robocop (2014) no es un filme que perdure en la memoria colectiva. A pesar de sus intentos de reimaginar un clásico, se presenta como una obra fallida que se siente conformista y limitada por las normas de un cine contemporáneo que prioriza la homogeneidad visual sobre la audacia creativa. Es una cinta que, si bien no es la calamidad que muchos esperaban, tampoco logra hacer justicia al legado de su predecesora, quedándose a medio camino entre la mediocridad y la frustración.