Ran: El esplendor pictórico y la épica trascendental en el cine de Akira Kurosawa

Posiblemente, nos encontremos ante una de las cinco grandes cimas del arte cinematográfico, una obra maestra que trasciende su tiempo y se inscribe con letras de oro en la historia del séptimo arte. Se ha dicho todo sobre esta película que, paradójicamente, es a la vez una de las más influyentes y una de las más influenciadas de la historia del cine. Poco podríamos añadir a su vasto legado, pero sería una omisión imperdonable no detenernos en ella en cualquier foro dedicado a la cinematografía, ya sea un libro, un cinefórum, una web o un humilde blog.

ran002-1024x575 Ran: El esplendor pictórico y la épica trascendental en el cine de Akira Kurosawa

Kurosawa, de manera consciente o intuitiva, filma un western en clave japonesa, en el que cada una de las señas de identidad del género americano se reinterpreta con una sensibilidad propia de la tradición nipona. A pesar de su metraje cercano a las tres horas y media en su versión íntegra (existen diversas ediciones), la película mantiene un ritmo de tal cadencia e intensidad que nunca se estanca, nunca decae, nunca decepciona. Lo más asombroso es que, incluso hoy, sigue cautivando a públicos de todas las edades, algo reservado solo a las obras clásicas más imperecederas y aún más excepcional cuando provienen del lejano Oriente.

still_0_3_1920x1080-1024x576 Ran: El esplendor pictórico y la épica trascendental en el cine de Akira Kurosawa

La planificación de Kurosawa, como en todo su cine, es exquisita, rigurosa hasta la obsesión. Solo un genio podría concebir la batalla final bajo la lluvia, en medio del barro y los charcos, con los cascos de los caballos salpicando la tierra. En aquella época, cuando aún no se había convertido en un recurso frecuente, la cámara lenta se percibe más como un elemento poético que como un artificio técnico. El combate, siempre veloz, coreográfico y de una repetición casi ritual, se despliega en un vaivén frenético por la aldea, como una danza letal en la que el enemigo cae, una y otra vez, en las trampas diseñadas por los guerreros. Estos samuráis, cazadores expertos, elaboran la estrategia con la meticulosidad de depredadores veteranos, pero el golpe final se reserva para los campesinos, ávidos de venganza, que se abalanzan sobre sus presas con la fiereza de una jauría.

DWUahimW0AApzyT-1024x575 Ran: El esplendor pictórico y la épica trascendental en el cine de Akira Kurosawa

Lo que en apariencia es una defensa legítima se torna en un reflejo brutal de la naturaleza humana: la frontera entre víctima y verdugo se difumina, y solo los samuráis parecen mantener, en medio del caos, la disciplina de su código de honor. La mujer, en esta estructura social, es siempre víctima: sometida a la voluntad de padres, esposos y opresores, su única posibilidad de supervivencia es el disimulo o el sacrificio de su propia identidad. No se le respeta, salvo cuando se erige en instrumento de venganza. Es entonces cuando incluso la férrea voluntad de los samuráis cede ante el dolor irreparable de una madre, cuya cólera justifica la transgresión del código guerrero.

ran-akira-kurosawa-review-1108x0-c-default-e1494118868630-1024x750 Ran: El esplendor pictórico y la épica trascendental en el cine de Akira Kurosawa

El trasfondo estético de Kurosawa se manifiesta en cada encuadre, en cada movimiento de cámara que captura la belleza de lo efímero. La banda sonora de Fumio Hayasaka, con su épica y melancólica suite, enmarca la lucha entre la dignidad y la barbarie. El paisaje, a la vez testigo y protagonista, nos recuerda la transitoriedad de las disputas humanas: las flores continúan brotando, los pájaros siguen cantando, el agua fluye con indiferencia a la sangre vertida. Esta naturaleza, que sirve tanto de refugio para el amor como de emboscada para la guerra, adquiere un papel esencial en la poética visual del cine de Kurosawa. Bajo la lluvia y el barro, las siluetas de los combatientes se desdibujan, pero el porte erguido del samurái, su equilibrio y armonía en el fragor de la batalla, lo elevan por encima de la turba informe, cuyo único propósito es aniquilar sin arte ni honor.

Ran-foto-4-1024x670 Ran: El esplendor pictórico y la épica trascendental en el cine de Akira Kurosawa

Ran, Kurosawa y la violencia sublimada

Nombrar una película como «la más bella de la historia del cine» es un atrevimiento reservado a la imprudencia o a la genialidad. Sin embargo, el mundo parece estar poblado de lúcidos visionarios cuando esta afirmación se repite con insistencia entre quienes han contemplado la obra. Y cuando hablamos de «ver», nos referimos a una experiencia que trasciende la mera observación.

Kurosawa, quien puede ser considerado el maestro del espacio abierto junto a David Lean, despliega en Ran un dominio absoluto tanto de los escenarios naturales como de los espacios cerrados. Su obsesión por la perfección cromática alcanza en esta obra una cima inigualable. Como afirmaba John Ford, solo los grandes cineastas son capaces de capturar la poesía de la climatología en la ficción. Kurosawa logra, con una precisión casi sobrenatural, filmar el aire, utilizar la niebla como nunca antes se había hecho, y transformar la lluvia en un elemento de una majestuosidad tal que parece impregnar el alma del espectador.

kagemusha_akira_kurosawa_criterion_blu-ray_movie_image_01-1024x576 Ran: El esplendor pictórico y la épica trascendental en el cine de Akira Kurosawa

Más que una adaptación de Rey Lear, Ran es una meditación sobre la futilidad de los conflictos humanos cuando se observan desde la inmensidad del cielo. Es una elegía crepuscular donde el rojo de los atardeceres y la sangre vertida simbolizan el ocaso de una era, un recordatorio perpetuo de la soberbia que, trágicamente, nunca se extingue. La violencia, en manos de Kurosawa, se convierte en un espectáculo de una belleza tan repulsiva como hipnótica, un ballet macabro donde la brutalidad adquiere la estructura de una sinfonía visual.

Además, Ran representa el canto del cisne de una época irrepetible del cine japonés, aquella en la que Ozu, Mizoguchi y el propio Kurosawa rivalizaban con la hegemonía de Hollywood. Es una obra total, la culminación de una vida entera de perfeccionamiento artístico, una sinfonía cinematográfica en la que convergen la literatura, la ópera, la poesía, la danza, la pintura y la fotografía.

Ran-1024x553 Ran: El esplendor pictórico y la épica trascendental en el cine de Akira Kurosawa

Sin embargo, advertimos: Ran no es solo una obra de arte, es una filosofía de vida traducida al cine. Es un compendio de sentimiento, compromiso, exactitud y profundidad; una oda a la paciencia y a la consciencia de que nos enfrentamos a una cultura con una concepción del tiempo radicalmente distinta a la occidental. No es, por tanto, una película para el espectador impaciente, aquel que, tras verla, no se sienta abrumado por su deslumbrante hermosura.

En Ran, Kurosawa condensa décadas de sabiduría y refinamiento. Con su magistral uso del color, el espacio y el tiempo, su cine se eleva hasta lo sublime, convirtiéndose en un hito insoslayable del arte cinematográfico. Si la belleza en el cine pudiera tener un nombre definitivo, bien podría ser el suyo.

ran-1024x574 Ran: El esplendor pictórico y la épica trascendental en el cine de Akira Kurosawa

El color en Ran

Akira Kurosawa planificó meticulosamente cada detalle de la película, otorgando al color una importancia capital. Su objetivo era evocar los matices del siglo XVI japonés, con especial énfasis en el vestuario y en la composición plástica de las batallas. Cada facción en conflicto se distingue por un color simbólico, creando una coreografía visual que no solo orienta al espectador, sino que dota de profundidad alegórica a la narración.

El anciano Hidetora viste de blanco, síntesis de todos los colores, símbolo de la totalidad y la unidad. Sus hijos, en cambio, representan fuerzas antagónicas: el mayor, Taro, se envuelve en amarillo, color del sol y del poder; Jiro, el Caín de la tragedia, adopta el rojo, signo del fuego y la sangre; y Saburo, el hijo menor, se reviste de azul celeste, emblema de la pureza y la espiritualidad.

En Ran, el color no es solo un recurso estético, sino una arquitectura simbólica que subyace a la grandeza visual de la película, consolidándola como una de las cumbres indiscutibles del cine universal.

Puede que te hayas perdido