Puntuación: ****

M. Night Shyamalan regresa a su hogar y cuando decimos hogar nos referimos tanto a su Philadelphia natal como a su cine más personal, como al hogar que significa el cariño del público, ese que tanto le amó, tanto le repudió y parece que de nuevo le vuelve a querer. Hasta que eso sí, vuelva a cambiar de opinión y cara.
Múltiple (Split), es un nuevo viaje a Philadelphia, ciudad que ya visitó con la fantasmagórica El sexto sentido (The Six Senthe) o en la que Elijah Price (Samuel L. Jackson) se cruzó en el camino de David Dunn (Bruce Willis) en El Protegido (Unbreakable). Esa Philadelphia en la que un extraño y letal brote en El Incidente (The Happening) comenzó a sesgar vidas y en la que también quedó \»atrapada\» aquella preciosa joven de La Joven del Agua (Lady in the Water) y principio de la Shyamalafobia. También es la ciudad de la que la extraña sociedad de El Bosque (The Village) vivía separada o aquel lugar del que había que alejarse en Señales (Signs) o germen de La visita (The Visit) y lugar donde se rodó todo el film. Así Philadelphia es el centro del universo de Shyamalan y el centro de su universo cinematográfico, un lugar de múltiples caras donde todo puede ocurrir.

Y al igual que todo puede ocurrir en Philadelphia, todo puede ocurrir con el público, esa marea o masa de opinión pública capaz de sorprender a cualquiera que quiera descifrarla. La crítica o la opinión del público puede ser feroz, implacable incluso, puede ser generosa, puede ser ridícula, salvaje, tierna, inteligente a veces incluso, puede ser cualquier cosa como lo es Múltiple, el nuevo regreso al cine más Shyamalan. Tras La visita este director sigue explorando ese mundo de rarezas y esta vez es una de calibre mayúsculo. Nuevamente como guionista y es innegable que es imaginativo e incluso único. Como ya hemos dicho en varias ocasiones Shyamalan es una fuerza creativa de la naturaleza y el hombre más cercano a Hitchcock que ha existido (quizás tengan que pasar dos décadas también para que de una vez por todas se reconozca el talento de este genio narrativo y visual). 
El film juega con los engranajes de la narrativa, con los trucos como ya ocurriese en El Sexto sentido, da vueltas y vueltas,  tantas como personalidades tiene el impresionante personaje que encarna el cambiante (en todo los sentidos) James McAvoy y cual consigue uno de sus mejores trabajos hasta la fecha. Junto a él y sus variantes, nos encontramos a tres jóvenes desdichadas encarnadas por la muy potente y de futuro pleno Anya Taylor-Joy, a la que conocimos en el film de terror La bruja (The Witch), Haley Lu Richardson o Jessica Sula. Todas sobre todo la primera bordando también sus roles.
Y como con todo el cine de Shyamalan, nos encontramos ante algo original como en su día lo fueron El Sexto Sentido, El Protegido, El Bosque, El Incidente, La Joven del Agua, Señales o La Visita, filmes de pocos personajes que priorizan la historia sobre ellos. Films que te atrapan hasta meterte en la espiral narrativa que proponen y maquina Shyamalan, donde la desesperación de los personajes avanza, donde a cada minuto hay algo nuevo que sopesar, que encajar en lo que se va montando a modo de puzle hasta que, algo pueda pasar, algo que quizás derrumbe todo lo construido y te haga plantearte el film totalmente distinto a como lo viste, o algo simplemente que te haga ver lo cotidiano de una forma diferente o lo especial de una forma cotidiana, o simplemente un final que no lo sea o, por qué no, uno que cambie, o te haga cambiar a ti.
Lo cierto es que Múltiple al igual que casi todo el cine de este director, no es un cine de un solo visionado porque, si no, entrarás por error en el engaño de su superioridad narrativa y caerás en el ridículo como suele caer todo público que se atreve a juzgar una obra de este hombre con un único y primer contacto superficial. Está claro que el cine debe entrar a la primera, pero el no hacerlo no significa que no sea buen cine. Por suerte y como ocurrió con El sexto sentido, Múltiple ha entrado a la primera a ese público cambiante, extraño y peligroso, capaz de raptar la autoestima de uno de los grandes creadores del siglo XXI.

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