Opening ¿Quién es esa chica?
La secuencia de créditos de ¿Quién es esa chica? (1987), aunque eclipsada por las expectativas mediáticas y comerciales en torno al nombre de Madonna y el nombre de la película, se erige como una obra inusitada en el contexto del cine de los años 80, gracias a su singularidad y a la audaz creatividad de los responsables de su realización. En lugar de optar por un formato convencional de títulos de apertura, el director James Foley y el animador Ric Machin decidieron introducir al espectador en un universo visual que fusiona la irreverencia de su protagonista con una estética que roza lo artístico y lo experimental. La secuencia no solo sirve como una introducción a la trama, sino que, al mismo tiempo, se convierte en una revelación sensorial: una sinfonía visual donde los dibujos, la música y la narración se encuentran en un brillante punto de intersección.
Es importante destacar que, aunque la película no gozó del éxito esperado, la secuencia animada, dirigida por Machin, es aún hoy una de las más celebradas en el mundo del cine. El proceso creativo comenzó con la colaboración entre Machin y el ilustrador argentino Daniel Melgarejo, quien había sido llamado para crear los primeros bocetos de los personajes. En su diseño de Nikki Finn, la figura de Madonna es retratada como una caricatura voluptuosa, con una cabeza desproporcionadamente grande y una figura estilizada que remite a las clásicas heroínas de los dibujos animados, como Betty Boop. La imagen de la cantante, tan iconográfica en la década de los 80, se transforma en un objeto de arte gráfico que, si bien sigue siendo reconocible, se aleja del retrato fotográfico tradicional de la estrella pop. En esta distorsión visual, donde lo grotesco se hace bello, se encierra una crítica sutil a la deificación de las figuras públicas, a la vez que se da rienda suelta a una experimentación visual que explora los límites de la forma y la proporción.
La estética de la secuencia es, en sus entrañas, una antítesis del orden y la pulcritud de la animación clásica. Como describió el propio Machin, la elección de trabajar con carbonilla para los fondos, combinada con líneas abiertas y de apariencia deliberadamente inacabada, busca transmitir una sensación de movimiento frenético y descontrolado. Las líneas no cerradas, los fondos borrosos y la irregularidad en los contornos son recursos visuales que no solo sirven a la narrativa, sino que se funden con la propia naturaleza del personaje. Nikki Finn, quien en el relato es una mujer en fuga, arrastrada por una narrativa de caos y azar, se ve reflejada en este diseño animado que se deshace en fragmentos. La animación, lejos de la rigidez del dibujo animado tradicional, se presenta como un caos ordenado, una estructura que transita entre lo formal y lo experimental.
A nivel narrativo, la secuencia es, ante todo, un ejercicio de condensación y síntesis. El origen del arresto de Nikki Finn, clave para comprender el personaje, es explicado de forma rápida y efectiva: no hay tiempo para subtramas o para una reflexión excesiva. El corto animado se mueve con la misma energía que caracteriza a la canción «Causing a Commotion» de Madonna, que acompaña la secuencia. La sincronización entre la animación y la música no es casual, sino que se logra con un ritmo preciso que se ajusta al segundo exacto de duración de cada crédito, una proeza que Machin atribuye a la propia estructura de la canción, cuyas cadencias naturales facilitaban las transiciones visuales. Las imágenes se alinean con los puntos musicales de la pieza, como si cada golpe de la batería o cada acorde de guitarra empujara las imágenes hacia una evolución frenética y constante. Opening ¿Quién es esa chica?
El trabajo de los animadores, que incluye nombres como John Canemaker, Doug Frankel, Bill Plympton, entre otros, no es meramente técnico, sino que cada transición, cada cambio de escena, se hace con una cuidadosa atención al detalle, de modo que la secuencia nunca pierde su frescura ni se acomoda en lo predecible. A la hora de crear las transiciones entre los cuadros, Machin decidió evitar las soluciones convencionales como los barridos o disolvencias, buscando en su lugar transiciones únicas que fueran parte intrínseca de la historia que se estaba contando. Cada momento se sostiene como una obra individual, como el instante cuando los ladrones huyen o cuando Madonna, convertida en dibujo, sale del logo de Warner para escapar por las calles de Manhattan. Estos pequeños gestos, fugaces y dinámicos, constituyen una coreografía visual que danza al ritmo de la canción.
Es relevante señalar que esta secuencia no solo es un homenaje a la animación tradicional, sino también a la cultura pop de la década de 1980, en la que el videoclip y la estética visual eran tan cruciales como la música misma. En la era dorada de MTV, con el auge de los vídeos musicales y la integración de la animación en la música comercial, ¿Quién es esa chica? fue testigo de cómo la animación podía trascender su propósito utilitario para convertirse en un arte autónomo dentro del cine. De esta manera, la secuencia de títulos no solo es un preludio de la película, sino que se erige como un homenaje al poder de la imagen, de la música y del ritmo, fusionados en una experiencia sensorial que perdura mucho más allá de los minutos iniciales del filme.
Al final, ¿Quién es esa chica? y su secuencia de créditos de animación demuestran que el cine, como forma artística, tiene el poder de trascender los límites de la narrativa tradicional. La secuencia de títulos, con su destreza técnica y su osadía visual, no solo sigue siendo un referente en la historia de los títulos de apertura, sino también un testimonio del poder de la animación como lenguaje cinematográfico.