ET-(s)_2444172.jpg

Aunque para la mayoría de público E.T. significa Extraterrestre, realmente o más bien internamente, en el título de la película de Spielberg esas siglas hacen referencia al nombre de su protagonista: Elliot. Y es que la verdadera naturaleza de la obra nos habla del paso de niño a adulto que debe ejercer el joven Elliot quien a su vez es el reflejo del propio Spielberg.

Spielberg nació en un hogar muy peculiar, uno en el que su madre le obligaba a él y a sus hermanas a no crecer, a ser Peter Pan de por vida o al menos, a no perder nunca el espíritu de niños que tanto gustaba a su progenitora. Pero, el pequeño Steven se dio cuenta ya bastante crecidito que el paso al mundo de los adultos era obligatorio y por tanto debería llegar en algún momento aunque no le hiciese la más mínima gracia. Y eso va E.T., del paso de niño a adulto de su creador.

UNIENDO IDEAS Y CONCEPTOS

El director de Tiburón vincula a Elliot y a E.T. mediante mente, nombre e imagen. A nivel mental lo hace de forma explícita y es una parte más de la trama o de la historia de aventura y ciencia ficción que en la película se nos cuenta. A nivel de nombre ya hemos citado como; y a nivel de imagen lo hace mediante el rojo, color del corazón lumínico de E.T. y de la sudadera que viste Elliot. Estos tres resortes visuales y narrativos sirven para crear un uno dividido en dos imágenes o ideas. Una la de Elliot quien simboliza el ser que inexorablemente debe crecer, y otra la de E.T. que simboliza esa parte infantil y fantástica que no se quiere marchar.

Elliot y E.T. unidos por el color rojo

Spielberg no muestra nunca el rostro de los adultos salvo al final, a excepción del de la madre de Elliot, quien a su vez es la propia madre del director y como ya hemos explicado, esta pertenece al mundo de los niños y no al de los adultos, de ahí que su rostro sea visible desde el minuto inicial.

Así, los adultos a excepción de la madre son por tanto el villano de la función y siempre se muestran de modo amenazador ya sea en forma de siluetas oscuras, llaves que se suenan de forma nerviosa, linternas que se mueven en la oscuridad alterando la calma, terroríficos trajes de otro mundo o manos que agarran a Elliot de la oreja para llevarlo directamente al infierno como ocurre en el caso del profesor.

El primer rostro de un adulto lo vemos en la piel de Peter Coyote casi al final del filme, primero en solitario iluminado como una deidad y después en un plano conjunto formado por el propio rostro de Coyote tras un casco, y el reflejo de Elliot en él que se superpone para dejar claro que el momento clave ha llegado. Es a partir de ahí cuando empieza a forjarse el adiós entre E.T. y Elliot o lo que es lo mismo entre el niño y el adulto. La historia llega a su fin.

Elliot por fin conoce su futuro: convertirse en adulto de forma inexorable

El plano final muestra a E.T. y Elliot fundidos en una sola figura y un mismo color, el rojo, y es ahí cuando la fantasía (el extraterrestre) entra en su nave espacial para dejar en tierra al niño transformado en hombre.

E.T. es una obra maestra del cine a la altura de los mejores trabajos de Hitchcock, Ford o Hawks por citar algunos genios del cine. Funciona de forma perfecta en todos los estratos narrativos, ya sea el ahora descrito, o el «superficial», es decir, esa preciosa historia donde un niño adopta a un ser de otro planeta que es capaz de hacerle volar entre lunas y picos de Abeto tanto a como a todos los que se acercan a una pantalla para disfrutar.

El siguiente trabajo en solitario de Steven Spielberg sería ‘El Color Purpura’, la primera película suya acuñada como cine para «adultos».

Autor y su reflejo

En definitiva E.T. es simplemente una de las mejores películas de la historia del cine, capaz de competir de tu a tu con los clásicos de Hitchcock, John Ford, Orson Welles, Kurosawa, Dreyer o cualquiera de los grandes directores del cine. Absoluta y aplastante obra maestra de Steven Spielberg. Está llena de hallazgos narrativos, estéticos y argumentales que definirían el cine familiar a partir de ese momento. Su influencia se extiende mucho más allá de su género de aventuras para todos los públicos y se ha dejado notar en films de todo tipo, de todas las nacionalidades, de infinidad de directores. Increible.

Negar o matizar la importancia y excepcionalidad de tamaña empresa es absurdo. No me fío de quien lo hace. Es más, la película está tan bien pensada, tan pulida, es tan rematadamente buena, que el primer instinto crítico es poner por delante ‘Encuentros en la tercera fase’ -quizá por su tono más serio- o incluso algunos se atreven con ‘Tiburón’. Pamplinas. ‘E.T.’ Es un festival de buen cine contínuo, un esfuerzo ingente por contar con imágenes (todas ellas magistrales, llenas de intención, tensión, emotividad, estilo y contenido) y apenas sin palabras.
Es el cénit que cierra una primera época de Spielberg, brillante, donde debe ya empezar a madurar un nuevo camino que tardaría más de una década en llegar. Este tío filma como nadie.
Ganó 3 premios Oscar: banda sonora original, efectos visuales y efectos de sonido y qué esperaban, con sólo oír el tema de la película te emocionas y más si ayudan unas 8 personas en bicicleta volando sobre el pueblo. Podemos ver a una pequeña y linda niña llamada Drew Barrymore tan linda, que llena la película de comicidad, tan ingenua y dulce. El hermano de Elliot también nos regala un par de momentos divertidos. Nuestro protagonista no está mal en su papel y la conexión entre E.T. y Elliot es fascinante, deja momentos muy divertidos.

La ya inmortal criatura de Carlo Rambaldi (magnífico trabajo) concentra toda la esencia del filme. Su trágico-cómica odisea por nuestro planeta cautiva al espectador, no tanto por su inocencia manifiesta sino por su fragilidad ante un mundo tan «cruel» con los que vienen de fuera. Es magistral la forma que tiene Spielberg de mostrar la persecución y la búsqueda del pobre alienígena olvidado por los suyos, con unas magníficas escenas cargadas de tensión sin que en ningún momento se vean las caras de sus perseguidores hasta que logran encontrarle. Y encima con el acompañamiento musical de un inmejorable John Williams.
Spielberg es un narrador de cuentos nato. Su alma de Peter Pan se mezcla con un talento apabullante, lo que puede resultar muy peligroso a veces (recuérdese la infumable «Hook»). Pero, si le sale bien como en este caso, sus historias no se quedan en la sala después de los títulos de crédito, sino que acompañan al espectador y le marcan de una forma casi mágica. Por eso, el rey Midas tiene esos taquillazos con unos relatos que pueden ser muy simples pero que esconden un halo poderoso que penetra en el subconsciente.
Lo que te ofrece la experiencia es que puedes ver detalles en películas que vistes de pequeño y que se te escaparon en ese momento. Por ejemplo, nunca me di cuenta de que siempre se ocultan las caras de los adultos (menos la de la madre de Elliot) hasta que se revela quién es el perseguidor del bicho (Peter Coyote), o se me escapaba la simbiosis que tenía dicho bicho con Elliot. Quizás era porque, por muy bueno y encantador que sea, es un bicho bastante feo y sentía verdadero miedo de que se me apareciera escondido debajo de la cama.

E.T. es una película fuera de género que supuso el afianzamiento del cine moderno y que está rodada con una precisión y creatividad filmica pocas veces vista. Detalles como las llaves de Peter Coyote o la escena del encuentro entre E.T. y Elliot donde el sonido, su ausencia, las metáforas visuales y las atmósferas rozan la perfección, han conseguido que está película sea sencillamente una auténtica obra maestra del cine.