La pulsión visceral del celuloide: Joe Begos y el virus encarnado de los ochenta
Joe Begos es una anomalía fascinante en el panorama del cine contemporáneo. Lejos de ser un mero homenajeista o un nostálgico superficial, su cine es una encarnación visceral del espíritu ochentero, un cineasta cuyo estilo y sensibilidades están profundamente arraigados en la era dorada del terror y el cine B de esa década. Al analizar su obra, resulta evidente que Begos no reproduce los tropos visuales y narrativos de los años 80 de forma sintética o artificial. En cambio, es un verdadero heredero de ese cine, un devorador y apasionado de sus referentes que, en lugar de imitarlos, los metaboliza para crear un lenguaje propio, profundamente original y lleno de vitalidad.
Begos comparte una clara afinidad con directores como John Carpenter, David Cronenberg, Stuart Gordon, Abel Ferrara y Peter Jackson. Estos maestros del terror y la ciencia ficción le inyectaron el veneno del cine de serie B, donde el cine de género no se veía limitado por presupuestos reducidos, sino que se nutría de la creatividad desenfrenada, la irreverencia y una intensidad emocional que supera con creces su valor de producción. Para Begos, estas influencias no son simples puntos de referencia estilísticos, sino una segunda naturaleza, un virus ochentero que infecta toda su filmografía de manera inevitable pero fluida.
En películas como Almost Human (2013) y The Mind’s Eye (2015), Begos retoma ideas que evocan los mundos paranoicos de Carpenter y la crudeza corporal de Cronenberg, pero lo hace con un enfoque visceral y personal. Almost Human explora una invasión alienígena de baja escala con una brutalidad que recuerda a The Thing (1982) y They Live (1988), pero sin caer en la trampa del pastiche. La película respira el aire frío y opresivo de los thrillers de ciencia ficción de los ochenta, pero lo filtra a través de una lente profundamente suya. Begos construye una atmósfera asfixiante, intensificada por el uso de efectos prácticos y una fotografía que recuerda al cine independiente de esa época, pero que nunca cae en la nostalgia hueca. Aquí reside una de sus grandes virtudes: aunque su estética pueda evocar a Carpenter o Cronenberg, nunca da la impresión de estar rindiéndoles tributo de forma vacía. Su cine es una extensión genuina de esas influencias, una evolución y apropiación auténtica.
Por su parte, The Mind’s Eye refuerza este vínculo con la década de los 80, trayendo de vuelta el subgénero de los poderes psíquicos que películas como Scanners (1981) o Firestarter (1984) popularizaron, pero nuevamente lo hace con una intensidad emocional y física que resulta genuinamente actual. En manos de Begos, estos poderes no son solo dispositivos narrativos, sino verdaderas manifestaciones de la alienación y la ira de sus personajes. Aquí se revela su conexión con el cine de Abel Ferrara: los personajes de Begos son outsiders, seres al margen de la sociedad, cuya violencia y desesperación brotan no solo de lo extraordinario, sino de lo profundamente humano.
El estilo visual de Begos también es digno de mención. Sus películas están empapadas de neones vibrantes y sombras opresivas que recuerdan al cine de Carpenter, pero con una crudeza moderna que evita la sensación de que estamos viendo un mero ejercicio de estilo. Bliss (2019), su frenética y salvaje película sobre el descenso de una artista en una espiral de drogadicción y vampirismo, lleva esta estética ochentera a un nivel casi alucinógeno. Los colores saturados y la energía frenética recuerdan al primer cine de Ferrara o incluso a las incursiones más brutales de Gaspar Noé, pero con un corazón que late al ritmo de los latidos más crudos del terror de los 80.
Sin embargo, es en VFW (2019) donde Begos demuestra con mayor claridad su herencia del cine B ochentero. Esta película es una celebración sin complejos de la ultraviolencia, el cine de acción y el asedio urbano que dominó gran parte de la producción de serie B en los 80, desde Assault on Precinct 13 (1976) hasta Escape from New York (1981). Pero más que un simple ejercicio de nostalgia, VFW es una obra visceralmente moderna, donde la estética ochentera se convierte en el lienzo sobre el que Begos despliega su particular visión. Los veteranos de guerra que protagonizan el filme, luchando contra pandillas de drogadictos al estilo Mad Max, son personajes crepusculares, agotados por la vida, cuya violencia es tan brutal como trágica.
Al ver la obra de Begos, queda claro que su cine no es un homenaje calculado, sino una evolución natural de las películas que lo formaron. Como un auténtico devorador de películas de bajo presupuesto, de efectos prácticos, y de tramas exageradas pero emocionalmente potentes, Begos consigue fusionar lo mejor del cine de terror, ciencia ficción y acción de los 80 sin traicionar su propia voz. Hay una sinceridad en su cine que lo distingue de otros cineastas que han intentado, con mayor o menor éxito, revivir estéticas pasadas. Begos no es un imitador, ni siquiera un renovador consciente; es un cineasta cuyo ADN está infestado de ese cine, donde cada encuadre, cada corte y cada gota de sangre es una declaración de amor visceral al cine de género.
En un panorama cinematográfico que a menudo se siente estéril y falto de alma, las películas de Joe Begos son una bocanada de aire fresco que apesta a sangre, vísceras y neón. Un verdadero heredero del cine B de los 80, no porque lo copie, sino porque lo lleva dentro, infectado por un virus cinematográfico que lo convierte en uno de los directores más auténticos y emocionantes de su generación.
PRÓXIMA PELÍCULA: JIMMY & STIGGS
Jimmy Lang, un director de cine de terror fuera de control, se ha convertido en un adicto a las drogas que vive recluido en casa. En una de sus habituales noches de fiesta, Jimmy es visitado por unos violentos extraterrestres. Tras tomar la decisión de enfrentarse a los alienígenas, llama a Stiggs, su mejor amigo, en busca de ayuda. Joe Begos regresa a Sitges con una fiesta lisérgica y punk de terror y ciencia ficción protagonizada por él mismo.