Con abierto hasta el amanecer, arribamos al primer gran hito de Robert Rodríguez. Aquí, en esta obra, los caminos del “genio” y el “artesano” convergen de manera única y definitiva, cada uno aportando su esencia a una película que reverbera con el eco del cine de culto.
En abierto hasta el amanecer, Rodríguez y Tarantino no solo despliegan un homenaje a la cultura del grindhouse, sino que experimentan con la ruptura de géneros en una estructura que no teme desorientar ni desafiar al espectador. La película arranca como un thriller criminal, dotado de una tensión que recuerda al cine de atracos y evasión, en el que la moralidad y las fronteras entre héroes y villanos se difuminan de manera intencionada, evocando un subtexto sobre el nihilismo y la violencia inherente en el cine neo-noir.
Sin embargo, cuando la trama toma el viraje hacia el horror sobrenatural, especialmente con la aparición de Salma Hayek como la diosa vampírica Santanico Pandemonium, Rodríguez introduce una estética de terror gótico teñida de los excesos del exploitation. Aquí, el trabajo de iluminación y la fotografía adquieren un papel crucial: se intensifican los contrastes entre luces y sombras, emulando los claroscuros expresionistas, mientras la sangre y los elementos grotescos transforman el escenario en una especie de teatro macabro. Es en este punto donde se da una transición magistral en la narrativa visual, logrando que la violencia deje de ser solo una herramienta de choque para convertirse en un acto de catarsis estilizada, casi ritualista.
La mezcla de géneros y el juego intertextual son, en sí mismos, una declaración de amor por el cine. Tarantino, a través del guion, se permite incorporar elementos metalingüísticos que dialogan con la propia naturaleza del cine como espectáculo. El personaje que repite «pussy» en cada frase es un guiño a la comedia burda de los 70, pero también una referencia al poder de la cultura trash para subvertir tabúes y, a la vez, conectar con el espectador desde el humor sin filtro. Rodríguez, por su parte, rinde tributo a su influencia por el cine mexicano a través de la iconografía de los vampiros y la mitología fronteriza que lleva el terror a la dimensión de lo mestizo.
Esta película, entonces, es mucho más que la suma de sus partes: es un manifiesto cinematográfico que, a través de la fragmentación, el simbolismo y el homenaje al cine de género, se consagra como una obra que invita al espectador a un ejercicio lúdico de descomposición cultural, reafirmando que en el cine de Rodríguez y Tarantino, el entretenimiento no excluye la profundidad.
TARANTINO + RODRÍGUEZ = CINE
Antes, ya habíamos tenido un preludio de esta colaboración en Desperado, donde Tarantino hizo una breve pero memorable aparición, y se dice, en rumores que circulan con la fuerza de mitos, que fue el autor del inicio del renacimiento de el mariachi. Ese mismo año, four rooms llegó a las salas como una serie de mediometrajes dirigidos por cuatro cineastas, entre ellos Tarantino y Rodríguez. Sin embargo, fue abierto hasta el amanecer la que finalmente unió por completo a estos dos espíritus radicalmente distintos en sus estilos de creación, pero hermanos en su amor y devoción por el séptimo arte.
A pesar de que ambos directores han declarado su devoción por el cine de serie B y el grindhouse, el modo de rendirle tributo en sus trabajos diverge profundamente. Podríamos resumir esta relación aludiendo a Tarantino como el genio erudito, arquitecto de diálogos incisivos, y a Rodríguez como el artesano intrépido, un cineasta del ritmo y lo extremo. La combinación de ambas visiones de la serie B dio lugar a una película con una estructura completamente dividida, en la cual cada mitad expone lo mejor de cada autor.
La obra comienza con un destello de cliché y ese toque entrañable de la serie B, todo en manos de un joven Robert Rodríguez, respaldado por el vibrante guion de un Tarantino en pleno auge. La elección del elenco resulta impecable: George Clooney, elegante como siempre, Tarantino en el papel de un inquietante enfermo (con su clásico fetiche que, en realidad, muchos agradecemos) y el imponente Harvey Keitel, interpretando a un sacerdote agnóstico, sumido en el duelo por su esposa. Junto a él, sus hijos: una joven que evoca fantasías prohibidas y un adolescente simpático de ascendencia asiática. La historia toma un giro aún más peculiar con la aparición del personaje que proclama la palabra «pussy» con entusiasmo tras cada adjetivo, anticipando con osadía el ingreso al mítico “Titty Twister”, donde la promesa sensual se hace realidad: aparece Salma Hayek.
Y allí la vemos, deslumbrante y cautivadora, portando una serpiente pitón que se desliza con sigilosa sensualidad sobre su cuerpo, en un baile que ha quedado grabado como uno de los momentos más seductores de la historia del cine. Sin embargo, es en este punto donde la narrativa trastoca, el film se “enrodrigueza”, y la violencia, el caos y lo fantástico se desatan con furia. Esta ruptura inesperada en tono y estructura convierte a la película en un referente de culto, en una obra que celebra el cine como un fin en sí mismo. Porque, en definitiva, el verdadero sentido de este largometraje no es la historia que nos narra, sino el homenaje puro al acto de hacer cine, de entregarse a una visión visceral, transgresora y, sin duda alguna, inolvidable.
Es uno de los bailes más sensuales que hemos podido ver en la gran pantalla. La naturalidad que se aprecia en él no es casualidad ya que no había coreografía escrita para el mismo y la Hayek tubo que improvisarlo al \»no haber presupuesto para coreografías\» según afirmaba Robert Rodriguez tiempo después de su estreno. Además la actriz mexicana se negó en un principio a bailar con la pitón albina algo que por suerte, nunca llegó a ocurrir.
De este modo, más tarde recapacitó (o trabajaba con «panchito» – apodo de la pitón- , o no tenía el papel) ya que la fuerza de su personaje residía en gran parte por la puesta en escena con el réptil en la famosa escena hoy mencionada.
La banda que interpreta en la Teta enroscada el tema «After dark» es Tito y Tarátula y el resto ya es historia.
Como todos sabemos a día de hoy, Abierto hasta el Amanecer fue un fenómeno de masas y una de las obras de culto claves de los últimos tiempos. Dio a conocer a Tarantino como actor, a George Clooney como nuevo galán de cine pero sobre todo, reveló a Salma Hayek como uno de los grandes mitos eróticos del cine moderno y que por cierto, aún sigue vigente y en forma.
Ahora sin más dilación, os dejamos con la escena en cuestión.
- Película: Abierto hasta el amanecer
Escena: Lap dance
Director: Robert Rodriguez
Año: 1995
1 comentario en «Serpientes, sangre, erotismo y celuloide: El ritual de la pitón y el grindhouse en Abierto hasta el amanecer»
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