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Johnny Kovak (Stallone) es un honrado y diligente empleado que trata de alcanzar el sueño americano. Después de sufrir durante años injusticias y condiciones inhumanas de trabajo, asume la responsabilidad de dirigir una campaña para sindicar a los empleados de la fábrica. Cuando la compañía responde con amenazas, intimidación y asesinatos, Johnny se ve obligado a renunciar a sus principios y aliarse con gentes del crimen organizado. Pero a medida que va sacrificando sus ideales, Johnny comprenderá que el triunfo de la causa le exigirá algo más.

CRITICA / F.I.S.T. (Símbolo de fuerza) (Norman Jewison, 1978). El fracaso de los ideales.

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Después de conquistar al mundo entero con “Rocky” y ofrecer un título menor como “La cocina del infierno”, Stallone se puso a las órdenes de Norman Jewison para trasladar a la gran pantalla esta historia basada en hechos reales sobre la creación del sindicato de camioneros en una época donde el jefe explotaba al asalariado con condiciones laborales pésimas y sin posibilidad de defenderse. Todo empieza con buenas intenciones por parte de Johnny Kovak (Stallone), un empleado que está cansado de ver como los trabajadores inmigrantes como él son tratados de manera injusta. De ahí a que decida formar parte del sindicato. Poco a poco irá escalando puestos hasta acabar convirtiéndose en el líder sindicalista y una figura clave en el gremio. Pero nada en esta vida es gratis y todo tiene un precio como bien propone la historia. Una vez entabla contacto con el crimen organizado los principios e ideales puros acaban convirtiéndose en papel mojado, en algo que por desgracia ya no puede recuperarse y lo que antes eran intenciones buenas se tornan en corrupción sin remedio.

Una de las cosas más destacables del filme es que está rodado de forma clásica, con una exposición muy solvente de la situación, trabajada y ante todo intentando ser lo más real posible a las circunstancias de aquella época, sin olvidar el tono académico con el que suele trabajar Jewison. Lo más llamativo del caso es la entrega absoluta de Stallone como el sindicalista Johnny Kovak. Logra transmitir con personalidad y aplomo los ideales del personaje, su voluntad, su empuje y su interés por mejorar la situación de los trabajadores. Sirva como ejemplo la escena donde plantará cara al no aceptar las condiciones laborales al jefe de la fábrica con la posibilidad de huelga indefinida pero a su vez como poco a poco irá metiéndose en una espiral de violencia, coacción, extorsión y chantaje del cual le será imposible escapar. La concatenación de acciones tomadas por la mafia es llamativa y funcional, sobre todo para las intenciones de la película. Stallone, cuyos registros siempre se han visto anclados al género que le dio un nombre y figura icónica en la cultura popular, se esfuerza sobremanera con un rol muy definido.