Estamos ante una de obra de culto con mayúsculas, ante un milagro fílmico de esos que suceden cada muchos años. ‘El Último Dragón’ no hay por donde cogerla, su guión es un horror, sus personajes superan el término ridículo, la dirección es cuanto menos vulgar, su nivel de producción es bajo, sus temas musicales lamentables, sus actores terribles y aún con todo esto… la película funciona de maravilla.
Cuando uno intenta buscar el por qué del magnetismo de esta película, hay que irse a su director, Michael Schultz, un hombre de televisión que dio salto al cine respaldado por la Motown para lanzar al estrellato al actor Richard Pryor y ahí está la clave, Michael Schultz dominaba la comedia a la perfección pero, había trabajado en series de acción como la mítica ‘Starsky & Hutch’, Estos dos factores hacen que ‘El Último Dragón’ sepa navegar de forma perfecta entre la comedia y las artes marciales, entre lo ridículo y lo dramático, entre lo histrionico y lo zen. Cuando uno ve el filme no sabe a que aferrarse, uno piensa que está ante una producción barata de serie Z como por ejemplo ‘Raw Force‘ (analizada recientemente) pero rápidamente se da cuenta que aquí todo es perfecto en terminos de producción: el montaje es impoluto, los efectos visuales cumplen, el diseño de producción acompaña, la fotografía es totalmente profesional e incluso la dirección nos deja alguna que otra escena compleja más allá del habitual plano contraplano. El problema es que sus situaciones y sobre todo sus villanos son tan excéntricos que te hace pensar que estamos ante una película al estilo ‘La Troma’. Y es que no es que sean excéntricos, no, sencillamente son cómicos porque ‘El Último Dragón’ es una comedia que homenajea el cine de artes marciales con Bruce Lee a la cabeza y lo hace tapizado con telas de los 80s, con música de los 80s, con peinados de los 80s y con FX de los 80s hasta tal punto que debemos preguntarnos si ‘El Último Dragón’ es la película más ochentera de los 80s y yo creo que sí lo es. Lo mejor es que el recorrido o el camino del héroe, ese que divulgó Joseph Campbell y que Star Wars popularizó funciona y eso a pesar de su actor, un chico llamado Taimak de presencia impoluta pero de interpretación nefasta. Pero, no importa porque su director sabe contener todo eso y más llevando la historia hasta un final épico que nos deja con ganas de más aventuras de estos personajes, algo que por supuesto nunca ocurrió.
Por lo tanto estamos ante un desfase absoluto producido por la discográfica Motown, que quiso dar el salto al cine para promocionar artistas y nuevas canciones. Es por ello que en la película tenemos algún que otro montaje musical bastante lamentable a drede, presentado por la bella Vanity en el plató de un falso programa de televisión. Todos esos momentos no sobran aunqueparezca lo contrario puesto que son el corazón de una película que navega en su propio mundo, en unos 80s ficticios elevados a la máxima expresión de lo estrambótico.
Y sí, señoras y señores, hablamos de los 80, donde todo estaba permitido, donde el chico más tonto, solitario o incomprendido del barrio estaba predestinado a poder vivir la más grande de las aventuras.
Tenéis artes marciales, break dance, radio-casetes monstruosos de doble platina, pandilleros con hombreras embutidos en ropas amariconadas despojadas de la trilogía de ‘Mad Max’, gafas de sol diseñadas por los ‘teletubbies’ puestos de peyote hasta las cejas, dos de los villanos más casposos unidos para destruir a nuestro héroe, pelos oxigenados de todos los colores, peleas pandilleras, KUNG FU, proverbios chinos, BRUCE LEE, la chica guapa que esta para mojar sopas, mucho humor, luces rojas y azules y todo bien aderezado con buen ritmo a golpe de clip-musical como exigía la época.