El Libro Negro no tuvo el reconocimiento real que merece ya que aunque gozó de buenas críticas en su día, no deja de ser un film bastante olvidado a día de hoy, pero, Cinematte Flix lo recupera para que podáis disfrutar de una de las obras más completas de la primera década de 2000.
Adolfo Bellido López escribió para Encadenados, el que posiblemente sea el mejor artículo disponible en la web sobre la producción de Verhoeven y es por eso que hemos decidido publicar su crítica y valoración puesto que es la más ilustrativa y la que mejor representa el corazón de la película. Así que ya sabéis, recomendamos leer la crítica antes de disfrutar del filme que os linkeamos a continuación
CRÍTICA
Paul Verhoeven volvía a su país después de haber realizado una serie de películas en Hollywood. Su excelente El cuarto hombre (1983) fue el reclamo para esa llamada que tuvo si pequeño apeadero en la brutal recreación de una lucha interminable (la brutalidad de cualquier guerra) en el siglo XVI (como un reflejo de la propia edad media ya pasada) que aquí se tituló Los señores del acero (1985) pero cuyo título original era mucho más claro tanto para la película como para definir el cine de su director: Carne y sangre. O lo que es lo mismo sexo y violencia. Una marca reconocida a lo largo de toda su obra. Después de este insólito título, poco conocido ante un estreno casi a escondidas, alcanzó la fama en Hollywood con una serie de obras que aunaban mundos policiacos y/o futuristas, siempre bajo el binomio sexo/violencia desde planteamientos ambivalentes en los que la mentira y la ocultación se cernían sobre la acción y sobre los personajes enfrentados además a problemas éticos/filosóficos, tal es el caso de Desafío total (1990) que, en cierto tono —y no sólo por tomar el mismo punto de partida, un relato de Philip K. Dick—, podemos reencontrar semejanza con Blade Runner (1982) de Ridley Scott. De aquella época gloriosa para Verhoeven en un Hollywood que le adoraba odiándole, ya que sus películas eran misiles a la línea de flotación del cine abiertamente comercial de Hollywood tradicional, esquemático y más bien reaccionario, fueron Robocop (1987), la citada Desafío total e Instinto básico (1992). La libertad creativa de Verhoeven, iconoclasta, en su negación de las exigencias del cine norteamericano comercial, y por tanto rebelde, se vio, de repente, interrumpida ante dos grandes fracasos, a los que se negó toda calidad tanto artística como comercial. Se trata de Showgirls (1995) y Tropas del espacio (1997) ninguna adaptable a modelos establecidos y por ello difíciles de aceptar. Incluso se le acusó a Verhoeven —curiosamente un realizador crítico con el sistema establecido, contra las dictaduras y la caricaturización de la mujer— de reaccionario, nazi y machista. Su pecado, el querer ser personal por encima de todo, lo lavó teniendo que realizar una nueva versión del hombre invisible, que no le interesaba nada, rodada con total desgana: El hombre sin sombra (2000). “El hombre sin sombra la podría haber filmado cualquier director, en cambio Showgirls o Tropas del espacio tienen mi firma y son títulos con los que se me identifica”. Tendrán que pasar seis años hasta que realice un nuevo filme dentro de planteamientos claramente personales aunque para ello tenga que regresar a Holanda, y lo que son las cosas, realizarlo en coproducción con Alemania.
Será El libro negro, donde habla de la II Guerra Mundial, de la invasión de Holanda por las tropas alemanas, de la Resistencia y de los métodos brutales empleados por unos y por otros. No sólo también de las vergonzantes actuaciones de los invasores y de los liberados, para Verhoven la brutalidad de unos y otros es la misma: denigrante la inhumanidad mostrada. La historia de El libro negro remarcada al comienzo como basada en hechos reales, hay que afirmar, como luego iremos viendo, que esos hechos reales se deben a algunas cosas y personajes que existieron pero que, en realidad, desde el punto de vista de cada uno de ellos no reflejan a nadie en concreto, ni a una realidad concreta. Es una mezcla de ellas y de sucesos que ocurrieron de esa forma o parecida, pero ni Ronnie, ni Rachel, ni el capitán alemán o el malvado Fraken, existieron siendo más bien eso sí modelos representativos de una situación. el-libro-negro-25 Sobre todos los personajes domina el de la imaginaria Rachel, excelentemente interpretada por Carice van Houten, dando vida a una de las mujeres valientes, inquietas, devoradoras del cine de Verhoeven. Alguien en este caso que tiene que cumplir una misión y que, a pesar de los contratiempos, la llevará a cabo pasando por una serie de vicisitudes que la conducen de un bando a otro, de una forma de vida a otra, hasta alcanzar al fin la más que discutible paz (puesta en duda en el plano de cierre) en un kibutz (3) que lleva su apellido y creado con dinero. El filme se inicia con la llegada de un autobús de turistas al kibutz. Una mujer baja con su marido (un clérigo). La mujer va haciendo fotografías del lugar. Al escuchar a unos niños que cantan en una clase se acerca a la ventana de la escuela y hace una foto. La profesora se encara con ella, hablándole en hebreo, lengua que la turista (holandesa) no conoce: no se pueden hacer fotografías en la clase. Al acercarse la profesora para cerrar la ventana ambas mujeres se reconocen. La turista se llama Ronnie. Estuvieron juntas en Holanda durante la guerra. Ellis (así llama Ronnie a la profesora) confirma ser judía al tiempo que pregunta a Ronnie por aquel soldado canadiense que conoció en el pasado: “Es mi marido. Se ha metido a sacerdote” (dice más o menos) “pensando en la guerra pasada. Ahora mucho pensar en Jesucristo y poco pecar: las noches son muy tranquilas”. Ambas ríen. Un pequeño salto en el tiempo y vemos cómo Ellis despide a Ronnie y a su marido, quienes en el bus turístico marchan ahora a Cafarnaum “donde Cristo realizó sus primeros milagros”. Se dan sus direcciones mientras el vehículo arranca. Ellis dirá que no se llama Ellis, que su verdadero nombre es Rachel y que está casada. Después veremos a Rachel meditabunda caminando por el campo hasta llegar a un lago. Se sienta y su mirada se pierde en el agua del lago. Del buen tiempo de ese momento pasamos a la lluvia que cae sobre una casa de campo. Allí medio recluida, escondida por una familia, se encuentra Ellis, su nuevo nombre que la madre de los niños de la familia pide a los hijos no se les olvide, que ella no es Rachel (debe ocultar que es judía). Los recuerdos de Ellis/Rachel darán inicio a la película después del prólogo que hemos contado. Rachel vive en el presente en Israel, en el Kibbutz Stein (el apellido de Rachel) en 1956. La vuelta atrás, con sus recuerdos, nos lleva a una Holanda ocupada en el mes de septiembre de 1944 (la liberación de los Países Bajos se produciría en abril de 1945 por tropas canadienses). Y desde ese momento seguiremos la trágica historia de Ellis huyendo de los nazis, formando parte de la Resistencia, infiltrada como espía entre el alto mando militar alemán, siendo perseguida por los suyos al creerla traidora y finalmente logrando demostrar su inocencia y descubriendo al verdadero, y sorprendente, traidor. el-libro-negro-20Ellis será el personaje principal, a través del cual (con licencias, claro) seguiremos toda la acción: sus recuerdos de aquellos meses de dolor, de angustia y también de amor. Esta película intentó hacerla Verhoeven antes de su marcha a Estados Unidos. Era como un díptico sobre la guerra junto a Eric, oficial de la reina (1977) o más bien es la otra cara de la guerra. Frente a la glorificación de un (real) héroe de la II Guerra Mundial y de la propia Resistencia, El libro negro va a desmitificar el heroísmo y la grandeza de la Resistencia donde “había espías de la misma manera que los había entre los militares alemanes”. En aquel primer guión, comenzado a escribir con del guionista de sus películas holandesas, Gerard Soeteman, el protagonista era un hombre, en concreto el joven que recoge en su barco a Ellis antes de que la casa donde estaba escondida reciba el impacto de una bomba lanzada por un avión. En ese primer guión el joven debería infiltrarse en el centro del poder alemán, pero ni Verhoeven ni Soetaman encontraban cómo hacer creíble el que ese personaje se infiltrase en el alto mando alemán. Aquel guión lo comenzaron en los años sesenta. Otros proyectos y la marcha a Hollywood lo aparcaron hasta… que después del rodaje de El hombre sin sombra, Verhoven decidió volver a realizar un cine personal, y olvidar aquella “película de estudio y no de director”. Después de muchas vueltas y cábalas Soeteman sugirió un cambio para lanzar aquel atascado guión: no sería la mujer a la que ayudaba el joven quien moriría acribillada por los alemanes, quien moría sería el joven. Sería la joven que había salvado quien sobreviviría y se infiltraría en el alto mando militar alemán. Un personaje no real pero que se inspiraría en otros que si lo fueron “Rachel es la mezcla de tres mujeres reales que vivieron en la época: Kitty van De Have, Esmée van Eeghen y Ana Van Dick, implicadas en la Resistencia Francesa por varios motivos. Kitty fue eliminada por la Resistencia al creer, equivocadamente, que les había traicionado. Esmée también trabajó para la Resistencia pasando información de las actividades de la Gestapo pues trabajaba, como Rachel en el filme, en sus oficinas. Y al igual que ella se enamoró de un oficial alemán por lo que la Resistencia la mató por temor a que acabara contándole todo a su amante. Por último Ana era la única judía de las tres. Trabajaba para los nazis porque cuando la capturaron fue obligada a ello ante la amenaza de matar a toda su familia, prisionera de la Gestapo. Después de la guerra fue sentenciada a muerte por los aliados y fue la única mujer ejecutada como colaboracionista en Holanda”. El encuentro de Rachel y Ronnie (ambas mujeres eran pareja cuando interpretaron la película) dispara los recuerdos, escondidos, de la primera. Toda la tragedia vuelve otra vez a formar parte de su vida, con esos pensamientos que van de un lago en Israel a otro en Holanda. Verhoeven va a construir una película basada en el engaño que se transmite también a las imágenes, al ocultar datos y basar lo que cuenta en un torbellino de acción y de sorpresas bajo la denominación sexo y sangre, amor y terror, dolor y venganza. el-libro-negro-24 Nada es lo que parece en una historia con múltiples personajes de los que, como dice el notario de doble cara (también basado en un abogado real), no hay que fiarse: “No te fíes de nadie” es su consejo en la primera visita a la que acude para pedirle dinero con el que poder subsistir y escapar de Holanda. Una de las muchas trampas de las que Rachel será objeto y de las que la película, con sus vueltas y revueltas, forma también parte. La ironía, crítica, denuncia contra formas, modelos e instituciones del tipo que sea. Las formas de conducta y de comportamiento son elementos propios del cine de Verhoeven.
Aquí están presentes en todo momento: la familia cristiana que acoge a Rachel y cuyo padre de familia, duro, machista, obliga a la joven a la que da cobijo a aprender pasajes del Nuevo Testamento para recitarlos antes de las comidas: se trata de convertir a la judía; para él, sin duda, es lógica la persecución de la que es objeto: es judía. Los miles de pequeños detalles significativos, tanto para la definición de los personajes como para el desarrollo de la acción están mostrados de forma precisa e inteligente: el plano de los sellos entrevistos por Rachel en su primera visita al notario (y que le llevarán en una secuencia posterior a pedírselos para poder iniciar su relación con el capitán alemán); la presencia (y posterior conversación) sobre las tabletas de chocolate (de gran importancia en un momento posterior del filme) y, al mismo tiempo, de la insulina; la relación de Hans con la medicina y la referencia a la operación del hermano de Rachel; el portarretratos que sirve de identificación a Rachel y con el que, al final, podrá llevar a cabo su venganza, en una escena brutal; el miembro de la Resistencia católico que no quiere matar o el comunista que no brinda por la Reina; el retrato de la familia del capitán alemán o cómo este descubre que Rachel no es rubia… e incluso la inutilidad de ciertas acciones piadosas que terminan en desastre: el camión con las armas que se empotra contra una pared para no pillar a unos niños, lo que conlleva a que la policía descubra las armas y detenga a quien las llevaba, desmantelado en parte el grupo de la Resistencia… El erotismo es de alto grado en la película. Nada raro en el cine de Verhoeven. Uno de los realizadores que pertenecería sin duda al cine de la crueldad, como también, en el cine más cercano (e incluso también en el aspecto erótico) del coreano Park Chan-wook. En El libro negro se extiende a una serie de relaciones abiertas y no insinuadas, aunque la insinuación existe, procede de las miradas, o palabras, que conducen a las acciones: Rachel tiñéndose el vello púbico (y que da lugar al juego amoroso posterior con Hans, la escena en la que Raquel canta una canción picaresca en la fiesta con el acompañamiento del sátiro verdugo de su familia (impresionante los mínimos gestos de Rachel en este momento repudiando al militar pero teniendo que ocultar tal sentimiento), las orgías nazis, las escenas de amor con el capitán… en las que se incluyen algunos de los momentos chistosos de brocha gorda a los que también acostumbra Verhoeven de su cine, aunque en este caso sea una trampa/engaño más de los que acontecen en el filme, como es la falsa erección del pene por parte del capitán ante la desnudez de Rachel. O, también, la secuencia en el baño de las dos mujeres después de hacer el amor, con la llegada del sádico y salido militar.
Terrible, por otra parte, el retrato que se nos propone sobre la guerra, o mejor sobre el comportamiento humano, la brutalidad que existe dentro de todos nosotros. Algo que el filme explicita en los interrogatorios salvajes de los alemanes, pero también en la furia de la población liberada no sólo por la visión de ese ojo por ojo que se muestra en las calles una vez terminada la guerra, sino en el trato al que son sometidas las personas colaboracionistas, o que se creen lo son. Uno de los momentos más brutales presenta a este grupo recogiendo mierda, siendo apaleado, obligado a escuchar una canción religiosa (otro toque del director) y siendo posteriormente, ante la llegada de un grupo de hombres y mujeres borrachos entre los que no faltan militares canadienses —los liberadores de la ciudad—, obligados a desnudarse para acabar recibiendo, Rachel, una ducha de… mierda. Uno de los momentos, sin duda, más impactantes de toda la película. el-libro-negro-27 Verhoeven construye el filme cuidando al máximo el detalle. Las calles, la pobreza (los niños buscando comida, las colas, los muertos llevados en carretilla), la celebración de la victoria… suponen toda una enorme reconstrucción a la altura de una gran producción norteamericana. Sin serlo, claro, porque El libro negro es un filme enteramente europeo, aunque eso sí el director ha aprendido mucho del cine norteamericano para el que ha realizado varias películas anteriores a ésta. Gran sentido del ritmo, de la elipsis, de los tiempos, El libro negro con sus múltiples trampas sorprende ante los muchos giros del guión, algunos de ellos imposibles. Modélica en la descripción de los pequeños detalles, de los mínimos gestos de los personajes, rodeando su desmedida crueldad con una cierta ironía (el momento casi final en que los jefes de la Resistencia y Rachel asisten a la brutal muerte que han infringido al traidor mientras charlan sentados al lado de un lago). Se ha hablado de Hitch con respecto a la estructura del filme. Lo es en cuento recurre a unos juegos de guión continuos o en cuanto se estructura la película a base de bloques secuenciales. Sin embargo no es hitchcockiana en el sentido del engaño.
En el cine de Hitch se juega con la farsa no con el engaño. En la obra del genial director de Psicosis hay claves para entender lo que ocurre, su cine no trata de saber quién es el asesino o el espía. Su sentido del cine, de la grandeza de su obra, nada tiene que ver con ello. No es el caso de Verhoeven en esta película, que construye un filme de engaños pero sometido a la propia trampa narrativa (algo parecido, pero en otra dimensión a lo que hace Chan-Wook en La doncella). De todas maneras lo hace bien, de forma muy satisfactoria. Con todo, seguro que el director de Psicosis admiraría la modélica secuencia del tren en la que Rachel contacta con el capitán. De trenes y de manera de dar la vuelta a una situación imposible Hitch sabía mucho. Y aquí, en este momento, Verhoeven se nos presenta como un discípulo muy aventajado. Se podrían analizar muchos momentos, ver la forma en que humaniza, pero también deshumaniza, a sus personajes: el capitán alemán enamorado, consciente de lo que ha supuesto la guerra (en ella ha muerto su familia: “Goering dijo que los ingleses nunca arrojarían bombas sobre una ciudad alemana, sin embargo mi mujer y mis dos hijos murieron en uno de los ataques de los aviones ingleses sobre Hamburgo”), los falsamente patriotas que forman una red para denunciar a los judíos y quedarse con sus riquezas, el jefe de Resistencia preocupado de salvar ante todo a su hijo, la indiferencia ante la matanza de judíos mientras se logre salvar a holandeses, el no comprometerse del capitán canadiense para no enfrentase a sus superiores a la hora de tener que decidir sobre la muerte del capitán alemán sabiendo que esa muerte es inútil. Una guerra donde a su final algunos de los grandes mandos alemanes —un pequeño apunte del director— siguen mandando. Como ejemplo el general dirigiendo el pelotón de fusilamiento del capitán alemán. Un pelotón compuesto por soldados canadienses. el-libro-negro-26 A pesar del tono brillante, del buen dibujo de muchos de sus personajes, en otros se vuelve demasiado explícito (Rachel descubriendo en la fiesta nazi al alemán que mandaba las tropas que asesinaron a su familia utilizando unos breves planos recuerdos del hechos), o cae en esquematismo simplista: el oficial Franken, un ejemplo de malo, malísimo, pero que eso si, morirá sin poder disfrutar de lo atesorado por sus fechorías. Algo muy distinto de lo que ocurrió en la realidad. “Franken, el nazi que piensa en el después de la guerra y amasa un pequeña fortuna para ese hipotético futuro, se inspira en un oficial nazi llamado Frank quien huyó a bordo de una lancha cuando los aliados entraron en Amsterdam. Y desapareció. Estaba acusado de crímenes y lo buscaron por todas partes, pero él y el botín nunca fueron encontrados aunque en la película hice que muriera… Probablemente Frank huyó a Brasil o a España”. Termino con una referencia al excelente final, cierre y principio. Sentados en una de las orillas de un lago, Rachel y el jefe de la Resistencia asisten a la muerte del traidor Hans. Rachel coge una piedra y la arroja al agua. Las ondas que se forman enlazan con otro lago, el del principio en Israel donde, lo mismo que al principio, está la mujer sentada, enfrascada en el pensamiento que la ha llevado a recordar todas sus tragedias. Ahora ha asumido su personalidad de judía. Su pelo, nuevamente negro, se encuentra en parte tapado por un pañuelo. Llaman a la mujer. Es su marido y sus dos hijos que vienen a buscarla. Se levanta. Los cuatros marchan hacia el kibutz, que ahora podemos leer, en su entrada, se ha creado con el dinero de los judíos muertos en Holanda (el dinero, las riquezas que al final del recuerdo Rachel ha logrado recuperar). El sitio bucólico, feliz, de trabajo y de vida que había visitado Ronnie ahora no parece igual. Cuando entra la familia en el kibutz las torretas de la entrada aparecen como torres de defensa y la cerca como muralla o alambrada semejante a la de los campos de prisioneros. Antes de atravesar la entrada, los cuatro personajes deben echarse a un lado, llegan jeeps cargados de soldados, que toman posiciones a lo largo del kibutz. ¿Ha acabado la guerra o sigue? ¿Estamos ante un eterno retorno? ¿Habrá paz para Rachel y para muchas otras Rachel que vivieron en aquel infierno? Un cierre prodigioso para una película notable de un excelente contador de historias donde muchas veces la mujer es parte y todo de las mismas. Ahí está la cercana Elle, la última película por el momento que ha filmado este joven director cercano a los 80 años.
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