Siempre decimos que no es oro todo lo que reluce en los 80s, pero, también es cierto que siempre acabamos dando un «recomendado ver» a todas las películas que ofrecemos de aquellos años y estamos de nuevo ante uno de estos casos.
CRÍTICA
Hay algo que está muy claro, los 80s son la década siguiente a los 70s y está por motivos obvios a los 60s lo que nos dice que tanto en los 70 como en los 80, todavía quedan vestigios, señas y maquinaria humana de la época gloriosa del cine Hollywood y eso, se acaba notando en todas las películas.
«Anoche cuando me libró del cuchillo de Martin rompió usted la cadena maldita en la que llevo presa 200 años»
Estamos ante otro casi clásico ochentero, esta vez una comedia de fantasmas con castillo irlandes incluido. Neil Jordan, su director, venía de un par de éxitos más que importantes dentro de la serie B y decidió entrar de lleno en el cine comercial con una comedia que llevaba en sus venas el terror, algo que Neil parecía haber dominado con creces. Para ello se le dio un más que notable reparto de actores: Steve Guttenberg, Daryl Hannah, Peter O’Toole, Beverly D’Angelo, Liam Neeson, Martin Ferrero, Jennifer Tilly. Como vemos la cosa no anda mal y además, Jordan contaba con un clásico equipo de trabajo encargado de sacar petróleo de la historia más vulgar. Y es que, ahí está en el éxito de las películas comerciales de los 80s, que todavía poseían alma.
La película nos invita al mundo de lo fantasmagórico por medio de personajes de ambos mundos: el de los vivos y el de los aparecidos entre transmutaciones, yendo más allá de lo visualmente inidentificable mediante un complicado juego de intereses para ambas partes donde en clave de comedia vamos solucionando enigmas como si de un juego se tratase. A pesar de algunas situaciones y expresiones del elenco algo gratuitas, el resultado es comprensible y amablemente cercano.Planos generales nos sitúa en el castillo Plunkett que necesita ser reactivado para seguir en pie: el escaso turismo, herederos o trabajadores que lo mantienen en funcionamiento, no es suficiente para impedir su forzado desahucio. Peter Plunkett (Peter O’Toole) su responsable y administrador, procura con todas las artimañas posibles eludir el fatídico final provocado desde el otro lado del océano.La solución al problema le viene por parte de su madre, la señora Plunkett (Liz Smith) (‘Lavinia’ paras su difunto marido’), al recordar en una intrascendente conversación a ilustres fantasmas que forman parte del castillo, entre los cuales: una tía abuela, su tío Toby, la bella señora isabelina, además de su difunto esposo el señor Plunkett (Ray McAnally) sin olvidarnos del eternamente enfrentado matrimonio a causa de una inexistente infidelidad Mary Plunkett Brogan (Daryl Hannah) y Martin Brogan (Liam Neeson).Todo un abanico de ánimas le sugieren al preocupado Peter Plunkett la fórmula por la que podrán salvar su amado castillo: recurrir a los fantasmas como atracción turística y terrorífica. La agitación por el proyecto agarra, los preparativos para la escenificación de apariciones y exabruptos a destiempo de los pretendidos fantasmas en animados planos generales y contrapicados, entre otros; lo que no acaba de cuajar a pocos días de la visita del primer paquete turístico atraído por la fantasmagórica oferta.Entre los voluntariosos habitantes del lugar encontramos al guía y conductor de autocar Eamon (Donald McCann), la amazona Katie (Mary Coughlan), el cocinero Sampson (Tom Hickey), las voluntariosas Julia y Patricia (Isolde Cazelet y Hillary Reynolds respectivamente) todos enfrascados en el fantasmagórico espectáculo con pretendidos aires de realismo, con la intención de impresionar al grupo de turistas entre los cuales: Sharon Brogan Crawford (Beverly D’Angelo) y su condescendiente marido Jack Crawford (Steve Guttenberg), Malcom (Martin Ferrero) el parapsicólogo dispuesto a desenmascararlo todo, su esposa Marge (Connie Booth) algo despistada, el seminarista Tony (Peter Gallagher) pendiente para tomar los votos de la fe, Miranda (Jennifer Tilly) necesitada de un retiro espiritual para reubicar su relación con los hombres, y algunos visitantes más.
Multitud de situaciones dan pie a continuadas escenas entre los vivos y los supuestos fantasmas en el caos más absoluto, momento a partir del cual, la casualidad, lo fortuito, y lo inesperado, se apoderan del lugar, los personajes y los acontecimientos, entrando en una espiral de hechos en creciente motivación donde los verdaderos fantasmas tienen algo que decir, compartiendo con los mortales los problemas surgidos en una especie de comunión colectiva donde la fusión entre los dos mundos se convierte en una gran fiesta de situaciones de imprevisibles resultados.
La impresión final que nos deja la película es de estar ante un producto interesante pero con una construcción demasiada anodina para lo que fueron aquellos años y en la que un reparto tan coral influye para tener la sensación de falta de personajes a los que aferrarnos. Si algo caracterizaba el cine de aquellos años era la personalidad de los protagonistas y aquí, tanto Guttenberg como Hannah se les ve fuera de lugar o al menos, sin la fuerza suficiente para dejarnos un personaje que nos cale. Al final es nuestro querido Lawrence el que mejor aguanta el tipo pero sin duda la película parece navegar por los cánones de dos culturas cinematógraficas ya que claramente está muy lejos de la calidad de los clásicos y no llega al nivel de los productos buenos a nivel comercial de los 80s.Aún así y como siempre decimos con este tipo de películas, es más que recomendable.