El espejo como arquitectura narrativa en Ciudadano Kane
El espejo como arquitectura narrativa en Ciudadano Kane
Pocas películas han explorado con tanta lucidez la naturaleza de la verdad y su representación como Ciudadano Kane (1941), la obra maestra de Orson Welles. Entre los múltiples recursos estéticos y estructurales que configuran su grandeza, el espejo emerge como un elemento central, no solo como metáfora de la percepción fragmentada, sino también como una clave formal que sostiene la estructura del film.
Un espejo, en su concepción más esencial, refleja la realidad, pero lo hace de manera invertida. Su fidelidad es frágil: una mínima variación en la curvatura –concavidad o convexidad– basta para alterar la imagen y distorsionar lo que creemos ver. Welles aprovecha esta premisa para construir una narrativa en la que la verdad nunca se nos presenta de manera absoluta, sino siempre mediada por la perspectiva de quien la observa. Ciudadano Kane no solo indaga en la ambición, la soledad, el amor o el poder, sino que en su núcleo más profundo se erige como una reflexión sobre la verdad y la naturaleza subjetiva de su interpretación.
La película se articula a través de múltiples testimonios: distintas voces relatan un mismo acontecimiento, pero cada una lo percibe, lo reconstruye y lo distorsiona a su manera. Así, lo que debería ser un relato unívoco se disgrega en versiones divergentes, poniendo en cuestión la posibilidad misma de una verdad absoluta. Welles, con una mirada profundamente crítica, disecciona el papel de los medios de comunicación, su poder para moldear la realidad y la manipulación inherente a la información. Un mensaje que, lejos de perder vigencia, resuena con la misma fuerza en la actualidad, donde la posverdad y la construcción mediática de los hechos siguen dominando el discurso social y político.
Pero más allá del contenido discursivo, lo fascinante de Ciudadano Kane radica en cómo Welles traduce esta idea en su puesta en escena. La estructura del film se asemeja a un espejo que se refleja a sí mismo. Si se divide la película en dos mitades y se superponen, se descubre que las escenas se corresponden entre sí de manera simétrica, como si fueran reflejos invertidos. Este principio no solo organiza la narrativa, sino que se manifiesta visualmente en su meticuloso diseño de planos.
El culmen de esta construcción simbólica se halla en uno de los momentos finales del film: Charles Foster Kane avanza frente a un juego de espejos en el que su imagen se multiplica hasta el infinito. En esa secuencia magistral, Welles condensa el dilema central de la película: la imposibilidad de conocer la esencia de Kane, pues lo que el mundo ha construido sobre él no es más que una suma de reflejos distorsionados. Solo él –o quizás ni siquiera él– posee la verdad última sobre su propia existencia. En un instante apenas perceptible, el personaje esboza una leve sonrisa: es la única vez en la película en que parece aceptar, con resignación o con ironía, el enigma irresoluble de su propia identidad.
Visualmente, este encuadre es una de las cumbres del cine. La composición de la imagen nos muestra múltiples versiones de Kane, pero solo una es real. Todo lo demás son reflejos, variaciones de una misma imagen, reinterpretaciones de una identidad que se diluye en la multiplicidad de miradas ajenas. Este plano, de una aparente sencillez técnica, condensa con una elegancia inigualable el discurso de la película y se erige, por derecho propio, como uno de los momentos más icónicos de la historia del cine.
Finalmente, el paralelismo visual entre la escena de apertura y la escena final refuerza la estructura especular del film. La imagen con la que comienza la película encuentra su eco en su conclusión: el mismo encuadre, pero con una iluminación diferente, no es una simple repetición, sino una reformulación de la misma escena bajo otra perspectiva. La película se cierra como un ciclo en el que la verdad sigue siendo esquiva, atrapada entre reflejos, luces y sombras.
Con Ciudadano Kane, Welles no solo revolucionó la sintaxis cinematográfica, sino que nos dejó un testamento sobre la naturaleza de la verdad y la identidad. En la vastedad de espejos que pueblan su narrativa, nos enfrentamos no solo al misterio de Kane, sino al insondable enigma de la percepción humana.
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Esto podría ser un simple esquema de la estructura, siendo las ies la imagen y el reflejo mostrado en los fotogramas de aquí abajo, los guiones bajos el desarrollo de la historia y el punto, el plano central de Kane ya citado.
Sin duda este tipo de reflexiones y conclusiones siempre son de libre deducción, puede ser verdad o puede ser una casualidad buscada. Yo por supuesto lo tengo claro y lo acabo de dejar expresado, siempre habrá gente que dude sobre tales apreciaciones, pero de lo que no hay duda es que Welles y este film cambiaron la forma de entender el cine.

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Y este ese el plano del espejo, sin duda el más importante del film. El verdadero y sonriente Charles Foster Kane, y todas las formas de verlo, contarlo y entenderlo.
Finalizamos diciendo que este tipo de denuncias en el cine siempre son necesarias, aunque a veces no sirvan de nada, ya que por desgracia han pasado 70 años y la cosa sigue exactamente igual. A Welles le costó su carrera, fue saboteado, maltratado y expulsado. Nunca volvió a ser financiado por un estudio con la posibilidad de tener total libertad de expresión y decisión. Demasiado pequeño para peces tan importantes, pero su legado sigue ahí, sigue vivo entre nosotros y nunca debemos olvidarlo.
