Una trama folletinesca lejos de un buen guión y una interpretación femenina que roza lo imposible de aceptar y aún así, cuando terminas de ver este filme te das cuenta que Mur Oti en uno de los grandes genios del séptimo arte y que si hubiese nacido en California en lugar de en Galicia, hoy día sería un nombre de culto.
Nunca le acompañaron los guiones ni los actores pero su forma de entender el cine es quizás la más perfecta que nunca ha visto nuestro cine. Encuadres, fotografía, diálogos, atmósfera… todo lo bueno de Mur Oti está en esta película, otra más, western hispano, con damas dispuestas a ser conquistadas por bravísimos caballeros que se enfrentan a guantazos. Pero en este caso la protagonista (María Esquivel) no acompaña en absoluto con su pequeñísima voz y su exagerada gesticulación. Mur Oti, por supuesto, no se priva de esos planos de escotes que tanto le privaban. Pero solo hay ingenio para resolver visual y narrativamente esos tópicos; una auténtica imaginación y visión plástica a la hora de colocar la cámara y desarrollar las escenas, dándoles autenticidad; una facilidad y solvencia para rodar y aprovechar los exteriores (también los interiores) como no se encuentra en otro cineasta español, y que en nada, o en poco, al menos en esas escenas y su resolución, tienen qué envidiar a grandes escenas del western clásico americano en exteriores.
Distribuida internacionalmente por la Warner, quizás por llegar más al mercado latino al tener como protagonista femenina a Mary Esquivel, actriz mexicana que hace el papel de una cubana.
Sí, es cierto que, en realidad, la historia es folletinesca, pero en manos de Mur Oti, adquiere tintes plausibles en cuanto a calidad cinematográfica, no en vano, por ejemplo, la música de José Pagán y Antonio Ramírez Ángel, aunque algo repetitiva, es competente, y el guión, aunque, repito, folletinesco, contiene buenos diálogos y momentos bonitos como los que tienen lugar en la finca del protagonista, con los empleados del lugar rendidos y encantados, de buena ley, con la nueva señora, una muchacha bella, modesta y humilde, que se gana sus corazones con su bondad y buen talante.
También hay que reconocer que algunos intérpretes brillan, como Leo Anchóriz, haciendo de malo estupendamente, y Cándida Losada, dama del teatro que tiene un bonito papel, aunque yo prefiero el personaje de la guapísima Mara Cruz, toda una señorita enamorada sin remedio de un hombre que ama a otra mujer y tomándoselo con dolor y tristeza pero al mismo tiempo con respeto, cariño y sentido de la lealtad al amado.
Finalmente hablar de toda su escena final, un prodigio visual que no alcanzaron los grandes maestros americanos y que cierra con un plano que casi se podría definir como el mejor plano de todo el cine español.