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La verdad, como suele decirse, es un prisma mutable, una construcción siempre sujeta a quien la narra. No existen verdades absolutas ni mentiras inequívocas; solo perspectivas enfrentadas. De la misma manera, las dualidades parecen regir las leyes del universo: no hay luz sin sombra, ni «bien» sin «mal». Y así, del mismo modo en que el mundo ha encontrado antagonismos emblemáticos —Beatles y Rolling Stones, izquierda y derecha, Madrid y Barça—, nosotros planteamos nuestra propia disertación crítica: una confrontación simbólica, casi una guerra civil entre los dos colosos del cómic y el cine contemporáneo, Marvel y DC.

En términos artísticos, la propuesta de DC y Warner se revela más audaz, creativa y personal. Marvel y Disney, en cambio, ofrecen un espectáculo más afinado, accesible y, sobre todo, entretenido. Es un error sucumbir a la dicotomía de elegir entre una u otra. La experiencia cinematográfica no exige exclusividades; Batman v Superman puede ser apreciada sin necesidad de denostar a Civil War, y viceversa. Ambas coexisten como manifestaciones válidas de un género en plena efervescencia.

El dinamismo del espectáculo
Capitán América: Civil War deslumbra con una narrativa vertiginosa, donde la acción irrumpe desde los primeros compases y nunca abandona al espectador. Los hermanos Russo heredan el testigo de Joss Whedon y conducen la trama con precisión quirúrgica, desplegando un festival cinematográfico en el que cada escena pulsa con energía. Desde su prólogo, dominado por un magistral Soldado de Invierno, hasta la apoteosis de las luchas internas de los Vengadores, todo en esta película es dinamita visual.

Luz frente a sombra
La luminosidad es un sello distintivo de Marvel. En Civil War, esta se despliega tanto en su fotografía vibrante como en el humor que hilvana los diálogos y las relaciones entre los personajes. En DC, por el contrario, predomina la penumbra, una estética deliberada que relega el humor a un papel secundario. Mientras Marvel busca cautivar con una atmósfera ligera y accesible, DC apuesta por un tono grave y reflexivo, en ocasiones incluso áspero.

Ambas películas, en el fondo, son reflejo de una misma pregunta esencial, heredada de la gran novela gráfica Watchmen de Alan Moore: ¿los héroes verdaderamente protegen a la humanidad, o sus actos son una amenaza encubierta? En este choque de titanes —tanto en pantalla como en la taquilla—, la respuesta sigue siendo tan ambigua como la propia noción de justicia que defienden.

Así, Marvel y DC encarnan dos caras de un mismo fenómeno, invitándonos no a elegir, sino a deleitarnos con la riqueza de sus divergencias.