De la luz a la sombra: Renny Harlin y la transformación del cine de acción en 34 años
De la luz a la sombra: Renny Harlin y la transformación del cine de acción en 34 años
El tiempo no es un mero espectador en el cine de acción. Es un artesano silencioso que moldea ritmos, estéticas y percepciones. En la figura de Renny Harlin, director emblemático del género, encontramos un reflejo del cambio que ha experimentado el cine de acción en las últimas tres décadas. Desde La Jungla 2: Alerta Roja (1990) hasta Agente X: Última Misión (2024), el viaje ha sido vertiginoso, y con él, la industria ha transitado de la grandilocuencia a la inercia de la producción masiva.
El estatus de la acción: de evento a catálogo
En 1990, el cine de acción era el escaparate de Hollywood, y La Jungla 2 no solo fue una superproducción de primer nivel, sino el acontecimiento cinematográfico de su año. Su lugar en la industria era privilegiado: era cine de acción con vocación de taquillazo, con el respaldo de una maquinaria de producción y promoción descomunal. Hoy, Agente X se pierde entre la sobreproducción de películas del género, formando parte de un océano de títulos etiquetados como «contenido» en plataformas digitales. Ha pasado de ser un evento a convertirse en una opción más dentro de un catálogo inabarcable.

La urgencia del montaje: de la pausa a la prisa
El ritmo de la narración también ha sufrido una transformación radical. En La Jungla 2, la acción respiraba. Los planos eran más largos, el montaje permitía asimilar la fisicidad de las secuencias, y cada explosión o tiroteo se sentía con un peso tangible. En Agente X, en cambio, el montaje avanza como un torrente desbocado. La velocidad prima sobre el detalle, y la urgencia por contar rápido reemplaza la paciencia de una construcción pausada. Más que desarrollar secuencias, parece querer despacharlas.
Efectos visuales: del artificio tangible a la frialdad digital
El cine de acción clásico hacía de la artesanía un espectáculo. En La Jungla 2, los efectos visuales eran minuciosos, parte esencial de la puesta en escena y casi un personaje más en la narrativa. Cada explosión, cada acrobacia, cada choque tenía un peso real. Ahora, el CGI domina y diluye la textura del espectáculo. En Agente X, el uso de efectos digitales es ubicuo, y aunque algunos alcanzan una calidad notable, otros revelan la frialdad de la postproducción acelerada.

La música: de la sinfonía al relleno
La banda sonora era un pilar esencial en el cine de acción de antaño. Un compositor de renombre podía dotar de identidad a una película, elevando su impacto emocional y narrativo. La Jungla 2 contaba con una partitura imponente que reforzaba cada clímax. En Agente X, la música parece un mero acompañamiento funcional, una presencia anecdótica que enfatiza momentos clave sin dejar huella.
Nuevas narrativas y paradigmas
Otro cambio significativo es la representación de la heroína en el cine de acción. Mientras que en los años noventa la inclusión de personajes femeninos en roles protagónicos era una decisión creativa, hoy es casi una norma obligada dentro del mainstream. En Agente X, la presencia de una mujer fuerte y heroica no parece fruto de la organicidad narrativa, sino una exigencia del contexto sociocultural actual.

La estética de la oscuridad
Si hay un rasgo visual que define la acción contemporánea es la omnipresencia de la oscuridad. La Jungla 2 se rodó con una fotografía luminosa, permitiendo que el diseño de producción luciera en todo su esplendor. En cambio, Agente X se sumerge en una estética sombría, donde los detalles se diluyen en sombras perpetuas. No queda claro si esto responde a una decisión estilística o a una estrategia para reducir costos en escenarios y efectos visuales.
Conclusión: un cineasta entre dos épocas
Renny Harlin sigue siendo, pese a todo, un director con el espíritu de los ochenta. Aunque Agente X no puede competir con el estatus de La Jungla 2, sí evidencia cómo ha cambiado el cine de acción en estas tres décadas. Harlin, como muchos de sus contemporáneos, elevó el género a lo más alto en una época donde la acción era un evento cinematográfico de primer nivel. Hoy, sigue en pie, adaptándose a una industria que ha cambiado sus reglas, pero sin renunciar del todo a esa energía que hizo del cine de acción un arte mayor.