Algo mágico está ocurriendo con los 80 para que por unas cosas y otras siempre esté en el centro de nuestro presente fílmico o serial. Ya sea por homenaje al cine de aquella época como es el caso de la serie Stranger Things o por simplemente hablar de la época en cuestión, los 80 son sinónimo de éxito como ahora demuestra la que ya es la obra fílmica de culto de año 2016. Curiosamente a este film musical de los 80, le acompaña en el tiempo otro como es XOXO, una producción de Netflix que sirve de contrapunto perfecto para comparar dos épocas y dos estilos de entender el arte y la vida.
Hay veces que el cine no responde a la lógica académica. Hay veces que el cine cobra alma y supera las fronteras de la lógica y lo que a priori es una obra normal, termina entrando en los corazones de todo aquel que se le acerca y pasando a ser un fenómeno viral, una obra que entusiasma, enamora y de repente acaba en las primeros puestos de todos los ránkings populares del año.
Carney se está convirtiendo poco a poco en un autor que sobrepasa la línea de la autoría para entrar a formar parte del folclore más popular. De nuevo vuleve a coger el bisturí para abrir su Irlanda natal y dejar sus entrañas al aire, pero, lo hace de una forma tan sutil y sencilla, que ha enamorado a todo aquel que se acerca a esta cinta sin que haga falta que lea o detecte esa segunda lectura crítica tan habitual en la obra de este director.
Conor es el nuevo objetivo de la inquieta lente de Carney, el protagonista de Sing Street es una víctima más del conservadurismo católico y la intransigencia artística que existían en la isla allá por 1985.
El catolicismo parte como principal responsable de los problemas familiares y de un núcleo familiar a punto de ser destruido, pero, lejos de plantear la escena como el drama que verdaderamente es, el director, buen conocedor de todas estas historias de corazones rotos por culpa de la falta de afecto, relata la historia de manera eufemística y con el irónico humor que lo caracteriza. Conor aprovecha todo esto, para componer los cimientos de su obra, pero, no es consciente de su camino hasta la llegada de su musa, una misteriosa joven llamada Raphina, que será la clave para esa maravillosa historia de amor que se nos cuenta y clave también para el origen de la triste y feliz creatividad del protagonista.
«En su sarcasmo descarado y su cómica interpretación del estilo de vida dublinés, Carney no duda en apuntar al sistema de gobierno segregacionista que todavía se aplica en la estructuración de las zonas urbanas, donde las familias problemáticas de travellers o nómadas irlandeses son recluidas en complejos de hacinamiento gratuitos y reciben una paga cuya cuantía depende del número de hijos que engendren».
Pero, es quizás la figura del padre Baxter, el que más saña recibe de manos del director de \’Sing Street\’, al ser acusado directamente (o más bien indirectamente en las escena del maquillaje) de abuso infantil, una dura crítica que no dejará indiferente a nadie aún poseyendo la escena una mágica livianidad que le permite de forma magistral encajar en el estilo de la obra.
Yaron Orbach junto al director, nos dejan un producto visualmente tosco en su percepción inicial. Dublín no presume de su encanto natural, sino que muestra un leve encantado urbano donde contrastan los armónicos tonos fríos y grisáceos de los adoquines, las vallas de las casas y las terrible colmenas de edificios, con el impactante colorido de las pintorescas puertas de las casas, convertidas hoy en todo un atractivo turístico alegórico de la extrovertida y simpar idiosincrasia del irlandés».
Pero, lo mágico de nuevo del relato, es que tras una arida y grisácea apariencia formal y una dura crítica social y política, se encuentra la historia de unos jóvenes que buscan un sueño a través de la música y de la creatividad. Unos jóvenes capaces de superar la atracción de la arena movediza de la catástrofe que suposo aquellos años trágicos, y, capaces también de dejarnos una comedia romántica de personajes de esas que quedan para el recuerdo sin ningún tipo de amargura. Además tiene también el honor de poseer una clásica escena de lluvia algo que parece ya un obligado en este tipo de historias (Match Point, El diario de Noa, Desayuno con Diamantes…)
Y por supuesto, no nos podemos olvidar de la música, claro elemento que sirve tanto de acompañamiento musical como narrativo y visual y que va del Pop al Rock o del Punk al Grunge.
A-Ha, Joy Division, Duran Duran o The Cure son algunos de los sonidos que vemos circular y que son fiel reflejo de la creatividad que surgió en aquellos ya míticos años 80.
Así y antes de entrar en labores de la crítica de XOXO, despedimos un trabajo redondo, una pequeña y modesta pieza que no entra por los ojos, que no presume de virguerías visuales ni narrativas, pero que gracias a ese aire naif del guion, se nos permite que la seriedad argumental escape del segundo plano al que ha quedado acertadamente relegada para permitir que nos podamos evadir, durante algo más de una hora y media, de esa inevitable realidad a la que estamos condenados.
Puntuación: ****
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Crítica XOXO | existencialismo vacuo
Una vez finalizado el análisis de \’Sing Street\’ es hora de entrar en materia de XOXO, la cual, cuenta una peripecia similar a la obra anterior aunque esta vez los 80 dejan paso a nuestro presente y los géneros musicales de aquella época son sustituidos por la música EDM (música electrónica de baile).
En XX (XOXO), partimos de una base similar a SS (\’Sing Street\’), un grupo de jóvenes buscando un futuro y con la música como telón de fondo. De partida ya avisamos que el resultado es totalmente opuesto entre las dos obras. La perfecta sobriedad visual de SS, se engrandece ante los absurdos recursos visuales que aporta XX, la cual hace uso y abuso del color en su expresión menos constructiva.
Si la construcción de personajes era una de las claves de SS, en XX, volvemos a estar en el lado opuesto, ya que gozamos de un arquetipo de seres que deambulan por escena sin nada que aportar. Los jóvenes de SS usaban la música para huir de los problemas que les rodean y usando estos como motor para el estallido de su creatividad. En XX, el problema son los jóvenes, los cuales usan la música para huir de la nulidad de ellos mismos.
El problema, es que esto último no es lo que pretende reflejar el film, es simplemente la conclusión que se saca de comparar dos generaciones diferentes.
Y en eso está la clave, John Carney pertenece a una generación movida por el aprendizaje, una generación con una base fílmica que posibilita el perfecto uso del lenguaje cinematográfico, al cual, ya se le debe añadir el talento innato de cada uno. Christopher Louie en cambio, parece pertenecer a la generación ya sabida, esa gestada bajo la influencia de MTV que ya no tiene nada que aprender.
De este modo, los personajes de SS son la perfecta analogía de la búsqueda, mientras que la de XX lo es de la \»experiencia\». La experiencia eso sí de la nada.
Todo esto hace que SS, la historia de amor sea una pequeña joya que atrapa a todo aquel que se acerca a ella, mientras que XX, las historias de amor recuerdan a un simple montaje de reality televisivo. En SS, los actores son actores capaces de crear personajes para el recuerdo mientras que en SS, parecen seguir inmersos en el casting que les eligió.
En SS, el humor irónico es pura inteligencia mientras que el humor burdo y absurdo de XX, desata el sonrojo del espectador. En SS, la música es un personaje más, en XX, es un decorado sonoro que llega a molestar.
Así, podemos decir que el viaje que busca Saphira (Kelly Thornton), lo es hacia la búsqueda del conocimiento y la perfección, mientras que el de Shannie (Hayley Kiyoko) lo es hacia la confirmación de su conocimiento. Y esto último, es la analogía que resume a la dos generaciones de cada film.
Puntuación: **
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