Ya tenemos la crítica de Nunca apagues la luz, el film de terror que promete ser la sensación del año. El debutante David F. Sandberg es el autor de una pequeña pieza llamada Lights out y, estamos ante una premisa tan simple que se puede considerar esencialmente como un haiku cinematográfico. Una mujer está sola en su apartamento, y cuando las luces se apagan, aparece una misteriosa figura femenina; cuando se encienden de nuevo, la figura desaparece. Pero la ejecución de esos tres minutos de Sandberg era tan sumamente inteligentes y virales, que fueron suficientes para tener el apoyo financiero de la estrella actual del terror, James Wan.
Ahora armado con respaldo de estudio, amplia el mismo susto inicial, repitiéndolo esencialmente una y otra vez durante la mayor parte de los vigorosos 80 minutos de metraje. Lo más sorprendente es lo bien que todavía funciona.
Muy evidentemente, un debut de este tipo debe estar lleno de vacíos e irregularidades, y su mitología subyacente confusa y a menudo ridícula. Pero, hay un deje vigorizante y una energía vertiginosa, casi inocente que hace que el film consiga ese aura de ópera prima de talento que le asegura casi la etiqueta de culto.
Nunca apages la luz abre con la misma actriz – esposa de Sandberg, Lotta Losten – y la misma figura femenina en la oscuridad. Esta vez, se sitúa en una fábrica textil sombría, y termina con el dueño de la fábrica, Paul (Billy Burke), tumbado en el suelo destrozado.
Pasamos el resto de la película con los sobrevivientes de Paul: su hijastra rebelde Rebecca (Teresa Palmer), su inquieto hijo de escuela primaria Martin (Gabriel Bateman) y su viuda desequilibrada, Sophie (Maria Bello). En una inversión inteligente de clichés espeluznantes, es la figura de la madre Sophie quien pasa su tiempo hablando con una amiga imaginaria, llamada Diana, que se esconde en la oscuridad alrededor de su casa. Martin está tan aterrorizado por el comportamiento de su madre, por no hablar de los sonidos de raspado que se hacen eco por los pasillos por la noche, que no ha estado durmiendo apenas, por lo que una enfermera de la escuela llama en su media hermana Rebecca.
Rebecca quien huyó recientemente a un apartamento de soltera encima de una tienda de tatuajes, donde habita su dulce novio, un no tan brillante Bret (Alexander DiPersia). Cuando Martin le dice las razones de su falta de sueño, ella recuerda de inmediato sus propias experiencias similares en la casa, y le invita a quedarse con ella…
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Con estos mimbres nos encontramos pues con una habitual película de terror tipo \’casa encantada\’, salvo que en vez de centrarse en una tradición antigua o archivos de casos horripilantes, Sandberg y el guionista Eric Heisserer consiguen introducir una novedad: \’cómo mantenerse fuera de la oscuridad\’. Esto cambia radicalmente la propuesta habitual y nos sitúa ante una obra totalmente novedosa al menos en apariencia.
Así además, el director de fotografía Marc Spicer destapa maravillosamente variados grados de luz y sombra, consiguiendo un festival de claroscuros que le da al film un acabado visual muy superior al habitual.
Todo el conjunto hace que \»No Apagues la Luz\’ haga por el miedo a la oscuridad lo que Halloween hizo en su día por los slashers y aunque ocasionalmente cae en ciertos clichés del cine de terror de los grandes estudios, la mayor parte de la película es inquietante y una delicia para los aficionados al cine de terror.
De este modo, estamos ante una película visualmente cautivadora, con un conjunto de personajes y situaciones conservadores pero que funcionan y con la novedad ya mencionada de la oscuridad que sirve para dejarnos escenas de suspense y terror de esas denominadas como de alto voltaje.
Todo ellos hace que estemos de nuevo y ya van tres ante un magnífico film de terror que consigue junto y gracias a Expediente Warren y La Bruja que 2016 se sitúe como el año del terror con mayúsculas.
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