Crítica MUERTE SÚBITA by Lucen | Peter Hyams toca fondo

Crítica MUERTE SÚBITA by Lucen | Peter Hyams toca fondo

Crítica MUERTE SÚBITA by Lucen | Peter Hyams toca fondo

Cuenta la leyenda que el cántaro, tras repetidos viajes a la fuente, finalmente sucumbió a su destino y se rompió irremediablemente. En el año 1995, Peter Hyams se encontró en un abismo sin retorno, luego de haber disfrutado del éxito apenas un año antes junto a Jean Claude Van Damme en una obra que, si bien pudo sortear los obstáculos, en «Muerte Súbita» ya no hubo tal suerte.

Después de décadas entregando una película cada dos años, Hyams desafió sus propias reglas al estrenar «Muerte Súbita» apenas un año después de «Timecop», y este apresuramiento se refleja en todos los aspectos. La firma distintiva del director desaparece por completo, el guión carece de sustancia, los efectos visuales realizados con maquetas apenas merecen atención, y la película sufre de males en todas las direcciones: desde un par de niños insufribles hasta un villano que roza lo ridículo y un héroe desubicado. Pero lo más lamentable de todo es que «Muerte Súbita» es una sombra de «Jungla de Cristal», lo cual coloca a Hyams en una posición aún más comprometida al ser comparado con John McTiernan.

En aquellos años dorados de los noventa, la nostalgia por las películas de acción de los años ochenta se palpaba en el aire. Sin embargo, mientras que en aquella época la falta de escrúpulos y las escenas espectaculares solían competir con la trama, en el caso de «Muerte Súbita», dirigida por una figura legendaria del cine, esta falta de sustancia habitual de los 90s duele más que nunca.

Las razones que llevaron a Peter Hyams a considerar el guión de «Muerte Súbita», escrito por Gene Quintano («Allan Quatermain y la Ciudad Perdida del Oro», y las entregas 3 y 4 de «Loca Academia de Policía»), como emocionante e inteligente, siguen siendo un misterio. En el mismo año en que John McTiernan se reunía con Bruce Willis para una nueva secuela de «Jungla de Cristal», Jean-Claude Van Damme se unía a Hyams para una producción que, en teoría, sería de alto calibre y claramente se inspiraba en la primera entrega de la saga de John McClane. Como decimos ¿por qué?

En su colaboración anterior, Van Damme interpretó a un agente de policía capaz de viajar en el tiempo. Aquí, interpreta a Darren McCord, un bombero con un pasado traumático, padre divorciado y torpe con sus hijos, una serie de clichés que lo convierten en un estereotipo poco interesante del género. La trama se desarrolla en el Civic Arena de Pittsburgh, donde se está llevando a cabo un partido decisivo entre los Penguins y los Blackhawks.

Una velada que se transforma en un asalto terrorista al estadio y al vicepresidente. Hyams despliega con celeridad la trama del embate y nos presenta personajes que son meras réplicas carentes de carisma de otros ya vistos en argumentos anteriores, tanto en el bando de los justos como en el de los malhechores. La previsibilidad, especialmente considerando al protagonista, está asegurada desde el principio. No obstante, lo más intrigante radica en observar la reacción de McCord ante la amenaza, aunque sus acciones resulten poco verosímiles dadas las habilidades que se le atribuyeron previamente como bombero.

A pesar de haber ejercido como bombero en el pasado, no se le percibe realizando ninguna tarea relacionada con dicha profesión, como desactivar artefactos explosivos o elaborar estrategias para contrarrestar la crisis. Esta omisión hace que el prólogo resulte superfluo, al igual que otras secuencias de la película. Lo más llamativo es que, a diferencia de McClane, quien se ve compelido a asumir el rol de héroe debido a una coyuntura extrema, McCord opta por enfrentar la amenaza por cuenta propia, sin una motivación clara más allá de rescatar a su hija.

La carencia de verosimilitud y empatía se manifiesta de manera patente a lo largo del metraje, acompañada de una dosis de violencia extrema. El despliegue de recursos y efectos especiales busca garantizar un entretenimiento superficial, donde resulta más conveniente no indagar en el porqué de ciertos sucesos y simplemente sumergirse en la acción y la adrenalina. Van Damme exhibe sus destrezas marciales y su imponente presencia, pero su capacidad interpretativa se ve limitada al encarnar un personaje que amalgama elementos de McClane y Casey Ryback de «Alerta Máxima».

A excepción de la pulcra producción y la habilidad para crear tensión por parte de Hyams, la cinta carece de elementos destacables. Las actuaciones resultan mediocres, los diálogos adolecen de originalidad y la trama no aporta nada verdaderamente innovador. A pesar de algunas secuencias memorables, en términos de hilaridad, como la pelea contra una mujer disfrazada de pingüino, la película no logra sobresalir más allá de su acción poco espectacular y efectos visuales mejorables.

En resumen, «Muerte Súbita» es otro intento fallido de emular el éxito de «Jungla de Cristal», que duele mucho fuese a manos de Peter Hyams.

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