Crítica MS1:MÁXIMA SEGURIDAD. James Mather/Stphen St. Leger. 2012

La MS1 es una prisión experimental en el espacio, suspendida en una órbita distante, a 50 millas de la Tierra. En su interior, 500 de los criminales más peligrosos del planeta yacen en un letargo inducido, atrapados en un sueño sin retorno. Cuando Emilie Warnock, hija del presidente de los Estados Unidos, llega como parte de una misión humanitaria, el frágil equilibrio de la estación se quiebra con el estallido de un motín. De un momento a otro, Emilie y los trabajadores de la MS1 se convierten en rehenes de un infierno flotante. La única esperanza recae sobre Snow, un convicto caído en desgracia, enviado a una misión suicida con una única directriz: rescatar a Emilie a cualquier costo.

20033991-683x1024 Crítica MS1:MÁXIMA SEGURIDAD. James Mather/Stphen St. Leger. 2012

Con MS1: Máxima Seguridad, nos adentramos en un híbrido cinematográfico que bebe de múltiples fuentes sin lograr una identidad propia. El cine parece haberse enredado en una danza de retroalimentación con el videojuego, mimetizando sus narrativas y estructuras dramáticas hasta difuminar sus límites. En su debut como directores, James Mather y Stephen St. Leger construyen una ópera de ciencia ficción que se nutre de referentes evidentes: la desquiciada Fortaleza Infernal (1992), la contundencia carcelaria de Celda 211 (2009), los oscuros corredores de Alien 3 (1992) sin la furia de Ripley, y los chascarrillos socarrones de John McClane en Jungla de Cristal (1988). A todo esto, se suma una reverencia a 1997: Rescate en Nueva York (1981) de John Carpenter, cuyo espíritu impregna la película en forma de homenaje filtrado por la estética de Metal Gear Solid (1998), un juego que, a su vez, ya había bebido de la obra de Carpenter. Así se cierra el círculo: un reflejo de reflejos que da forma a un producto que parece un eco lejano de mejores tiempos.

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El omnipresente Luc Besson, en su papel de productor y guionista, es la sombra creativa que planea sobre la película. Sin embargo, lejos quedan los días de gloria de León, el Profesional (1994) o El Quinto Elemento (1997). Su genialidad parece haberse diluido en una sucesión de guiones de consumo rápido y producciones que priorizan la acción desmedida sobre la sustancia. Su nombre, antaño sinónimo de ingenio y audacia, hoy resuena con la caducidad de una idea reciclada una y otra vez hasta perder todo brillo.

Escena-pelicula-MS1-Maxima-seguridad_1994210567_4024283_1300x731-1024x576 Crítica MS1:MÁXIMA SEGURIDAD. James Mather/Stphen St. Leger. 2012

Desde sus primeros minutos, la película exhibe un montaje frenético, efectista hasta la extenuación, como si temiera que el espectador pudiera distraerse un solo instante. En apenas ocho minutos, un torrente de flashbacks nos bombardea con información sobre el protagonista, un recurso torpe que satura sin aportar profundidad. Guy Pearce, un actor con destellos de grandeza en su carrera, se ajusta al papel con la resignación de quien sabe que no está ante su mejor oportunidad. En cuanto a Maggie Grace, su interpretación de Emilie Warnock no es más que una extensión de su eterno rol de niña pija irritante, el mismo que ya exhibía en Lost. Su presencia en pantalla, lejos de aportar tensión o carisma, apenas se traduce en un adorno intrascendente. Peter Stormare y otros secundarios cumplen con su cometido sin mayor trascendencia, desdibujados en un guion que no les concede espacio para brillar.

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MS1: Máxima Seguridad evoca la nostalgia de una época en la que la serie B tenía un encanto propio, cuando la irreverencia y el exceso eran parte del juego. Sin embargo, lo que Besson y compañía nos entregan es un producto diluido, despojado de la chispa que hizo inmortales a sus referentes. Los personajes son meros estereotipos, las situaciones previsibles y el desenlace olvidable. A fin de cuentas, esta es una película que solo se justifica en una tarde calurosa de verano, cuando la única razón para entrar a la sala de cine es el frescor del aire acondicionado. Quizás me estoy volviendo viejo… y apenas tengo un cuarto de siglo, demonios.

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