Crítica Génesis (2019)
La esencia del culto: una reflexión sobre Géminis
Hablar de una película de culto es adentrarse en los matices de lo efímero y lo eterno, en aquello que fracasa en su tiempo solo para hallar su lugar en el devenir de los años. Géminis encarna este destino con un temple singular. Su estreno, marcado por la indiferencia comercial, es tan solo el prólogo de un futuro donde su nombre resonará con fervor entre los amantes del cine. La obra, dirigida por el visionario Ang Lee, escrita con el sello de uno de los creadores de Juego de tronos, y protagonizada por un Will Smith enfrentado consigo mismo a través de las décadas, parece haber sido concebida con la mirada puesta en la posteridad.
Lo que convierte a Géminis en una pieza distinta y digna de ser rescatada en el futuro es precisamente su «diferencia». En su corazón late un hito técnico: la creación de un Will Smith rejuvenecido digitalmente, una réplica espectral de sí mismo treinta años más joven. A este logro, pionero en la técnica cinematográfica, se suman algunas de las secuencias de acción más deslumbrantes de su tiempo, particularmente la persecución por las callejuelas de Cartagena y el duelo en las catacumbas de Budapest. Crítica Génesis (2019)
Sin embargo, un filme de culto no puede ser perfecto; su inmortalidad depende, paradójicamente, de sus imperfecciones. En el caso de Géminis, su talón de Aquiles reside en una narrativa que se despliega con una simplicidad que raya en lo banal. La historia, una mezcla de espionaje y ciencia ficción, no logra elevarse a la altura de sus ambiciones técnicas ni artísticas. Pero quizás esta misma carencia sea lo que garantice su renacimiento: como un enigma imperfecto, atraerá a futuras generaciones que buscarán desentrañarla.
El arte en la dualidad
La película es, por naturaleza, un estudio sobre la duplicidad. Lee maneja el concepto de los reflejos y los espejos con una maestría que trasciende lo visual, explorando los abismos de la identidad. Cada encuadre, cada movimiento en las escenas de acción parece diseñado para confrontar al protagonista consigo mismo, mientras los espectadores se convierten en testigos de una danza entre el pasado y el presente, la juventud y la experiencia.
Sin embargo, la visión estética de Ang Lee es tan ambiciosa como divisiva. Al rodar a 120 fps, el director se aventura en un terreno técnico que redefine las normas del cine, pero no sin costos. Aunque este formato busca una hiperrealidad inmersiva, en ocasiones roza la vulgaridad visual, despojando a la película de la textura y la magia del celuloide tradicional. Por ello, sugerimos a los espectadores que aprecien la obra en su formato clásico de 24 fps, preservando así su esencia cinematográfica.
Un legado incierto pero valioso
Géminis es una obra que oscila entre la grandeza técnica y las fisuras narrativas, entre la innovación y el apego a las tradiciones del género de acción. Es un filme dual no solo por su temática, sino también por la manera en que será percibido: para algunos, una maravilla tecnológica y artística; para otros, una pieza que se queda corta en sus aspiraciones. Crítica Génesis (2019)
Pero es precisamente esta ambigüedad, este equilibrio entre lo memorable y lo fallido, lo que asegura su lugar como una joya a redescubrir. Así, Géminis se perfila como un recuerdo vivo en la memoria del cine, un legado que el tiempo habrá de pulir hasta convertir en culto.