Crítica Génesis (2019)

Crítica Génesis (2019)

La esencia del culto: una reflexión sobre Géminis

Hablar de una película de culto es adentrarse en los matices de lo efímero y lo eterno, en aquello que fracasa en su tiempo solo para hallar su lugar en el devenir de los años. Géminis encarna este destino con un temple singular. Su estreno, marcado por la indiferencia comercial, es tan solo el prólogo de un futuro donde su nombre resonará con fervor entre los amantes del cine. La obra, dirigida por el visionario Ang Lee, escrita con el sello de uno de los creadores de Juego de tronos, y protagonizada por un Will Smith enfrentado consigo mismo a través de las décadas, parece haber sido concebida con la mirada puesta en la posteridad.

Sin embargo, un filme de culto no puede ser perfecto; su inmortalidad depende, paradójicamente, de sus imperfecciones. En el caso de Géminis, su talón de Aquiles reside en una narrativa que se despliega con una simplicidad que raya en lo banal. La historia, una mezcla de espionaje y ciencia ficción, no logra elevarse a la altura de sus ambiciones técnicas ni artísticas. Pero quizás esta misma carencia sea lo que garantice su renacimiento: como un enigma imperfecto, atraerá a futuras generaciones que buscarán desentrañarla.


El arte en la dualidad

La película es, por naturaleza, un estudio sobre la duplicidad. Lee maneja el concepto de los reflejos y los espejos con una maestría que trasciende lo visual, explorando los abismos de la identidad. Cada encuadre, cada movimiento en las escenas de acción parece diseñado para confrontar al protagonista consigo mismo, mientras los espectadores se convierten en testigos de una danza entre el pasado y el presente, la juventud y la experiencia.

Crítica Génesis (2019)

Sin embargo, la visión estética de Ang Lee es tan ambiciosa como divisiva. Al rodar a 120 fps, el director se aventura en un terreno técnico que redefine las normas del cine, pero no sin costos. Aunque este formato busca una hiperrealidad inmersiva, en ocasiones roza la vulgaridad visual, despojando a la película de la textura y la magia del celuloide tradicional. Por ello, sugerimos a los espectadores que aprecien la obra en su formato clásico de 24 fps, preservando así su esencia cinematográfica.


Un legado incierto pero valioso

Pero es precisamente esta ambigüedad, este equilibrio entre lo memorable y lo fallido, lo que asegura su lugar como una joya a redescubrir. Así, Géminis se perfila como un recuerdo vivo en la memoria del cine, un legado que el tiempo habrá de pulir hasta convertir en culto.