La crítica cinematográfica pura: Un equilibrio entre subjetividad y objetividad
El arte del cine, como cualquier otra expresión creativa, se presta a una amplia variedad de interpretaciones, impresiones y, por supuesto, críticas. Sin embargo, para establecer un camino hacia una crítica cinematográfica más pura y constructiva, es necesario hacer una distinción fundamental entre el juicio subjetivo y la valoración objetiva. Esta distinción, similar a la que encontramos al hablar del color en la pintura, debe regir la crítica cinematográfica si lo que se busca es un análisis profundo y riguroso, capaz de trascender el mero gusto personal.
La Paradoja del color y el gusto personal
Plantear cuál es el «mejor» color del mundo es, en sí mismo, un ejercicio de subjetividad. A cada persona puede atraerle un color por diferentes razones: el azul por su asociación con el cielo y la serenidad, o el verde por su conexión con la naturaleza y la vida. Sin embargo, si dejamos de lado esta perspectiva subjetiva y nos enfocamos en cómo se combinan los colores en una obra pictórica, el debate se desplaza hacia un terreno más objetivo. La ciencia del color, las reglas de la armonía y el contraste cromático, nos ofrecen un marco más riguroso para evaluar la calidad de una combinación de colores.
En este sentido, un maestro en la pintura no solo elige los colores basándose en preferencias personales, sino también en la objetividad que le otorga su conocimiento sobre la interacción de colores y la forma en que estos influyen en la composición visual de una obra. Esta distinción, entre lo que nos gusta y lo que es objetivamente eficaz o bien ejecutado, debe ser el principio rector para comprender el camino que la crítica cinematográfica debe seguir.
Cine: La pintura elevada a la enésima potencia
El cine, a diferencia de la pintura, no solo combina colores en una composición estática; es una obra en movimiento, donde se entrelazan múltiples factores: el guion, las interpretaciones, la cinematografía, el sonido, la música, el montaje. Todos estos elementos se combinan y transforman en una experiencia estética que va mucho más allá de lo puramente visual. Aquí reside su complejidad: el cine es un arte multidimensional, una pintura en constante cambio y evolución.
Por tanto, al enfrentarse a una película, el espectador no puede evitar experimentar una reacción emocional o intelectual, basada en sus propias vivencias, sensibilidades y preferencias. Sin embargo, esta experiencia subjetiva, aunque válida y personal, no puede convertirse en el único criterio para emitir un juicio crítico de una obra cinematográfica.
Subjetividad vs. objetividad en la crítica cinematográfica
La crítica cinematográfica debe operar en dos niveles distintos: el de la subjetividad y el de la objetividad. En primer lugar, está el nivel de la opinión personal, que es inevitablemente subjetiva. A cada espectador le afectarán de manera distinta los elementos emocionales y estéticos de una película. Sin embargo, cuando se habla de la calidad intrínseca de un filme, se entra en el dominio de la objetividad, donde se deben evaluar los aspectos técnicos y artísticos bajo criterios universales o, al menos, consensuados.
El ejemplo de El Padrino es ilustrativo. Alguien puede legítimamente decir que no le gusta la película, porque no conecta emocionalmente con ella o porque su historia no resuena con sus sensibilidades personales. Sin embargo, afirmar que El Padrino es una mala película sería un error. La película de Coppola ha sido reconocida universalmente por su maestría en la dirección, la interpretación, la estructura narrativa, la fotografía y la música. Aquí es donde el crítico debe aprender a separar su «yo» de la valoración objetiva de la obra.
El deber del crítico: Apartar el ego
La clave para una crítica cinematográfica pura reside en este ejercicio de despersonalización. El crítico debe dejar de lado sus inclinaciones personales y sus reacciones emotivas para centrarse en la obra desde un prisma objetivo. Esto no significa que la crítica deba despojarse completamente de la sensibilidad humana, pero sí que el crítico debe ser consciente de cuándo está hablando desde el «gusto» y cuándo desde el «análisis».
En el campo del análisis cinematográfico, el crítico debe evaluar factores como la coherencia del guion, la calidad de las actuaciones, la eficacia del montaje, la atmósfera creada por la música y la fotografía, entre otros. Todos estos elementos pueden analizarse de manera más objetiva, basándose en reglas y convenciones propias del arte cinematográfico, así como en la capacidad de la película para alcanzar sus propios objetivos internos.
Por otro lado, también es posible que una película nos guste enormemente, aunque sepamos que falla en aspectos clave como el guion, la actuación o la dirección. En estos casos, nuestro gusto no es una prueba de la calidad del filme, sino más bien una manifestación de cómo ciertas películas pueden resonar con nosotros a nivel personal, sin que necesariamente sean buenas obras desde un punto de vista técnico o narrativo.
La crítica como arte del equilibrio
El crítico cinematográfico, por tanto, debe caminar por una cuerda floja entre la subjetividad y la objetividad. Su tarea es identificar y exponer las cualidades objetivas de una película —tanto sus virtudes como sus defectos— mientras reconoce la importancia de la experiencia subjetiva, sin dejar que esta última determine la calidad de la obra. Este equilibrio es difícil de mantener, pero es fundamental para una crítica cinematográfica que aspire a ser rigurosa y justa.
El crítico no debe caer en el error de hacer de su análisis un simple reflejo de sus gustos personales, porque entonces la crítica se convierte en un ejercicio de narcisismo, más que en una herramienta para la comprensión profunda del cine como arte. El desafío radica en trascender las barreras del yo y en analizar el filme en su propio contexto, reconociendo sus logros y sus fallos desde una perspectiva lo más objetiva posible.
Conclusión
La crítica cinematográfica pura debe apartarse del juicio subjetivo para centrarse en la evaluación objetiva de los elementos que componen una película. Al igual que un pintor experto puede combinar colores con maestría para crear una composición armoniosa, el crítico cinematográfico debe ser capaz de descomponer una obra en sus partes constituyentes, evaluarlas con rigor y ofrecer un análisis que trascienda el gusto personal. Solo entonces la crítica cinematográfica podrá cumplir su verdadero propósito: ofrecer una visión profunda, equilibrada y fundamentada sobre el arte del cine.