La historia narra cómo una investigadora libera accidentalmente a un grupo de pirañas alteradas genéticamente en unas instalaciones militares. Estos peces letales acaban llegando al lago cercano a un campamento infantil y lugar turístico recién inaugurado. Como es previsible, las pirañas darán buena cuenta de los bañistas del lugar. Como se puede ver, la premisa argumental no puede ser más sencilla y poco original. Dante es consciente en todo momento de que no tiene entre manos un material tan interesante como la novela de Peter Bentchley que sirvió de base para el Tiburón de Spielberg. Por ello opta por ofrecer al espectador justamente lo que se espera de una cinta titulada Piraña: un saludable festín gore a cuenta de los entrañables pececillos. La película jamás se toma en serio a sí misma y es ahí donde tiene su mayor virtud: su honestidad. Donde Tiburón era seria y reflexiva, Piraña es descerebrada y trivial. Mucho más semejante al espíritu teen de la muy reivindicable Tiburón 2 (1978) de Jeannot Szwarc, también con un grupo de adolescentes que salen en busca de diversión y acaban siendo alimento para peces. El guión está repleto de humor negro y sana ironía, obra del reputado John Sayles, director de títulos tan interesantes como Los Star (1996) y Silver City (2004). Sorprende también su libertad creativa a la hora de mostrar la violencia explícita en pantalla. Sin miedo a las calificaciones por edades, Joe Dante ofrece algunas escenas realmente brutales y sangrientas, como el ataque al lago. El bajo presupuesto de 660.000 dólares no daba para muchas florituras en los efectos especiales, pero este lastre se vio compensado con un hábil manejo del montaje y el sonido. Las pirañas se mostraban lo justo y necesario pero las escenas de matanza lograron ser de lo más convincentes. La música de Pino Donaggio, que dos años nos había estremecido con su partitura en Carrie, colaboró lo suyo para que los momentos terroríficos fueran eficaces.
Junto a los protagonistas Bradford Dillman y Heather Menzies, encontramos a un dispar plantel de caras populares entre los secundarios. El veterano Keenan Wynn (curiosamente, uno de los protagonistas de Orca), Kevin McCarthy (habitual en las películas de Dante, fue por ejemplo, el vecino de Zach Galligan en Gremlins) y la musa del cine de terror de los 60 y 70 Barbara Steele, inolvidable protagonista de filmes de culto como La máscara del demonio (1960) o Vinieron de dentro de… (1975) son algunas de ellas.
Como curiosidad, tres años después se rodó una continuación titulada Piraña 2: los vampiros del mar, de la que su debutante director, James Cameron, se avergüenza enormemente. Y con motivos. Menos mal que en 2010 Alexandre Aja, responsable del notable remake de Las colinas tienen ojos, volvió a darle una segunda juventud a estos animales con una nueva versión en 3D. Muy digna revisión de la Piraña original que, como aquella, supo satisfacer al público con cantidades industriales de desnudos femeninos, humor negro y sangre. Y ahora nos llega la secuela. Por todo esto y porque las pirañas siguen tan de moda como el primer día, merece la pena echarle un vistazo a la obra que lo originó todo. No tiene desperdicio.