El gran actor clásico moderno: Brad Pitt y la evolución de su estrella
Brad Pitt ha sobrepasado la barrera de los 50 años y, por fin, ha obtenido el merecido reconocimiento que su trayectoria siempre ha reclamado. Si Alfred Hitchcock estuviera entre nosotros, no cabe duda de que habría elegido a Pitt para protagonizar sus más célebres thrillers, pues su presencia en pantalla remite a la perfección estética que el director tanto admiraba. No obstante, la realidad que marcó sus primeros años fue bien distinta: su físico esculpido y su rostro de gran atractivo le otorgaron la fama, pero al mismo tiempo lo condenaron a un encasillamiento, impidiéndole ganar la consideración crítica que su talento merecía. A lo largo de las décadas, Pitt ha cargado con el lastre de ser considerado únicamente un “rostro bonito”; sin embargo, es el tiempo y la historia quienes están encargándose, lentamente, de rectificar este juicio. Hoy, tras alzarse con su primer Oscar, la oportunidad es propicia para rendir homenaje a su obra cinematográfica, comenzando por sus fundamentales primeros años: la década de los 90.
A lo largo de los años, Brad Pitt ha desplegado una riqueza interpretativa de tal calibre que solo un exceso de portadas en la prensa rosa, junto a ciertos proyectos de dudosa calidad pensados para resaltar su físico, han podido oscurecer su auténtica valía como actor. No obstante, y como ocurre con los grandes talentos, el tiempo ha acabado por evidenciar lo que muchos no querían admitir: su extraordinaria capacidad para la actuación y su vinculación con un cine de excelencia. Para ilustrar este punto, basta con mencionar algunos de sus trabajos más recientes: El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, El curioso caso de Benjamin Button, Quemar después de leer, Malditos bastardos, El árbol de la vida y Moneyball: rompiendo las reglas. Ciertamente, pocos actores en la historia del cine pueden presumir de una serie de trabajos tan sobresalientes y constantes.
Filmografía de Brad Pitt: Años 90
Thelma & Louise (1991)
La entrada de Brad Pitt en el cine de gran calibre llegó en 1991 con Thelma & Louise, una película que, aunque centrada en las mujeres protagonistas, se vería catapultada a la fama gracias a su presencia en pantalla. Su papel como el atractivo y despreocupado J.D. no era el principal, pero la magnética fuerza de su físico y su presencia absorbieron todas las miradas. Con una complexión esbelta y musculatura definida, el término “fibrado” tomó protagonismo en los gimnasios, sustituyendo a la imagen del hombre musculoso. Pitt se convirtió en el epítome del hombre de finales del siglo XX: un hombre metrosexual, que desbordaba atractivo y, a su vez, despertaba celos y admiración en igual medida. El actor fue, sin duda, un icono para las mujeres, pero, lamentablemente, su perfección física terminó por jugar en su contra, pues muchos hombres y críticos no lograron ver más allá de su imagen. Así, Pitt fue, en sus primeros años, el joven actor que no logró desprenderse de la etiqueta de “rostro bonito”. Brad Pitt en los 90s
Kalifornia (1993)
En 1993, Brad Pitt dio un paso decisivo al elegir Kalifornia, un thriller psicológico en el que interpretaba a un hombre perturbado, alejado del rol galán que parecía destinado a interpretar. Su rendimiento en este filme, alejado de las expectativas comerciales, es el primer indicio claro de su disposición a arriesgar y tomar papeles desafiantes. Su interpretación no solo desbordó la pantalla, sino que marcó el inicio de una carrera en la que Pitt se negó a ser encasillado, prefiriendo desdibujar las fronteras de la estrella convencional.
Entrevista con el vampiro (1994)
Si bien Entrevista con el vampiro se centró en la figura de Tom Cruise, fue Brad Pitt quien, de manera casi imperceptible, logró hacerse con el corazón de la audiencia. En este drama gótico dirigido por Neil Jordan, Pitt logró dotar a su personaje de una profunda humanidad, convirtiéndose en la verdadera estrella de la función. A pesar de compartir escena con actores tan ilustres como Cruise y Antonio Banderas, el trabajo de Pitt no solo fue sobresaliente, sino que adelantó la consolidación de su dominio escénico. Al interpretar a Louis, el vampiro atormentado, Pitt dejó claro que su capacidad para eclipsar a los más consagrados era solo el comienzo de su reinado.
Doce Monos (1995)
En Doce Monos, dirigida por Terry Gilliam, Pitt dio una de sus actuaciones más complejas y desafiantes. Interpretando a un hombre perturbado que se enfrenta a la locura en un futuro distópico, el actor abandonó cualquier referencia a su físico para entregarse por completo a un personaje que exigía una labor actoral de gran envergadura. Su interpretación le valió la primera nominación al Oscar y el Globo de Oro a Mejor Actor de Reparto, consolidando su estatus como un intérprete serio y comprometido.
Leyendas de pasión (1995)
Ese mismo año, Pitt se encontró en una producción de alto calibre: Leyendas de pasión, dirigida por Edward Zwick, una épica que lo colocaba junto a Anthony Hopkins, una de las máximas figuras del cine contemporáneo. Sin embargo, la película no logró el éxito crítico que Pitt esperaba, pues una vez más, la perfección de su físico eclipsó la profundidad de su interpretación. Mientras las mujeres suspiraban por el atractivo de su personaje, la crítica parecía obviar su rendimiento actoral, algo que lamentablemente continuaría siendo una constante a lo largo de su carrera en ciertos sectores. Brad Pitt en los 90s
Seven (1995)
Otro hito importante llegó con Seven, la película dirigida por David Fincher. Esta vez, Pitt interpretaba a un detective en busca de un asesino en serie, en una obra sombría que marcó un punto de inflexión en el thriller psicológico. Aunque el filme fue un éxito de taquilla, la crítica estadounidense no comprendió su innovación en ese momento. Años después, Seven y Fincher serían reconocidos como piezas clave del cine de los 90, pero en su estreno, la crítica tardó en valorar su verdadera magnitud.
Siete años en el Tíbet (1997)
En Siete años en el Tíbet, dirigida por Jean-Jacques Annaud, Pitt interpretó a Heinrich Harrer, un hombre cuya vida dio un giro radical mientras se encontraba en el Tíbet durante la Segunda Guerra Mundial. A pesar de los esfuerzos por presentar una obra épica y conmovedora, la película pasó desapercibida por la crítica y el público en su estreno. No obstante, con el paso del tiempo, el trabajo de Pitt en este filme se ha revalorizado como una muestra temprana de la madurez actoral que el actor había alcanzado.
El Club de la lucha (1999)
Con El Club de la lucha, dirigida nuevamente por David Fincher, Brad Pitt alcanzó un hito indiscutido de su carrera. En este filme, Pitt se enfrentó a uno de los actores más prometedores de la época, Edward Norton, y el resultado es claro: Pitt no solo se apoderó de la película, sino que cimentó su lugar como uno de los grandes de su generación. A pesar de que la crítica no lo reconoció en su momento, El Club de la lucha se ha consolidado como una de las obras más influyentes de finales de los 90 y una pieza central en la narrativa del cine contemporáneo.
La carrera de Brad Pitt, particularmente en la década de los 90, es un testimonio de evolución, sacrificio y talento. A pesar de las barreras de la apariencia y las expectativas sociales, el actor ha logrado trascender la superficialidad que alguna vez lo definió. Hoy, ya consagrado como uno de los grandes intérpretes de su generación, Brad Pitt sigue siendo un ejemplo viviente de que el verdadero arte se forja con el tiempo, la madurez y el compromiso inquebrantable con el oficio.