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Hoy hemos querido hablar de la mejor máquina de matar jamás fabricada. Estamos hablando del T-800 o sencillamente de Terminator. Estrenada en 1984, esta obra del genial James Cameron se convirtió automáticamente en una obra de culto, en una de las mejores cintas de ciencia ficción, en una de las mejores cintas de terror y por supuesto. en una de las mejores cintas de acción de todos los tiempos.

 
 

En la oscuridad de la noche aparece un intenso relámpago acompañado de un extraño y electrizante sonido. De repente, y ante nuestra incrédula mirada, vemos aparecer una hercúlea forma humana de casi dos metros de altura y 120 kilos de peso; no estamos hablando de un cuerpo cualquiera, estamos hablando de la mayor aglomeración de músculos que podamos imaginar. Si el terminator interpretado por Schwarzenegger era la máquina perfecta, el terminator cinematográfico también se convertía en la película de género perfecta.

Ya hemos dicho en varias ocasiones que en el año 82, Stallone, dirigido por Ted Kotcheff, conseguía llevar a cabo Acorralado, la cual podemos considerar como la primera película de «cine de acción» de los 80. Pues bien, dos años después, Arnold Schwarzenegger y James Cameron consiguieron dar la mayoría de edad al recién nacido subgénero realizando la máquina cinematográfica perfecta.

Los jovenes realizadores de los 80 no procedían del videoclip, ni siquiera de la televisión, procedían de las escuelas de cine, eran cinéfilos, apasionados del cine que decidieron emprender la aventura de realizarlo. Lo único que les diferenciaba de sus anteriores generaciones era que habían nacido en un época donde la técnica y la tecnología permitían alcanzar retos antes impensables.
Este hecho, esto dio o incluso obligó a una gran hornada de realizadores la posibilidad de realizar cine de acción o ciencia ficción, aunque eso sí, para ellos este cine no era un simple espectáculo o divertimento, era un cine tan serio y clásico como con el que habían nacido.

El resultado fue que se realizaron películas geniales, quizás en su momento y por su temática fueron infravaloradas pero vistas en la actualidad, películas como este Terminator nos demuestan que estamos ante cine con mayúsculas.

¿Y qué comentar a estas alturas sobre una película sobre la que ya se ha dicho todo? Pues difícil lo tenemos. Podríamos hablar sobre la pefección de su guión, la genial dirección de actores que tuvo el film, su apartado técnico que bajo las manos de Stan Winston fue toda una revolución, sus escenas de acción o incluso su famosa paradoja temporal, en fin, una serie de detalles que convierten a este título en una impresionante película. Pero ya están dichos, comentados o explicados por todo tipo de revistas, documentales o páginas de internet, así que volver a comentarlo sería como entrar nosotros mismos en el famoso bucle temporal que propone la película por la tanto, solo voy a centrarme en uno de sus grandes valores.

 
 

LA ANGUSTIA Y LA SOLEDAD

Todo film podría ser definido por una o dos palabras que resumirían la esencia fundamental de su idea general. Si Bigas Lunas llamó a su famoso film Angustia, como antesala de lo que íbamos a ver, Cameron no necesita ponerle ese título para ofrecernos uno de los relatos más angustiosos del siglo XX, tanto para sus personajes como para nosotros mismos, los espectadores.

Si nos ponemos filosóficos podríamos intentar buscarle un sentido a esta angustia y soledad que acompañan el film; podríamos hablar de una metáfora del miedo a nuestra desaparición, vinculándolo con la propia trama del film y con el final de la raza humana; podríamos expandirlo a un ámbito personal y ver en esa angustia, miedo y soledad de Sarah Connor, la nuestra propia en el momento de nuestro propio juicio final. Pero sinceramente no creo que Cameron fuera por esos derroteros, más que nada porque en su posterior universo cinematográfico apenas ha dejado resquicio que nos haga pensar que ese era el cometido de su Terminator.
Pero lo que sí es real es que la angustia se palpa, se siente, se disfruta o se padece permanentemente, está ahí tanto en la mirada de Linda Hamilton como en el gélido rostro de ese T800, en el sonido de la fundición o en mil y un detalles más. 

 
Así que este es el apunte que quería comentar. Esta forma de representar la angustia, el miedo y la soledad demuestra cómo estos jóvenes cineastas de los 80 dedicados íntegramente al género eran además auténticos conocedores de los entresijos del medio cinematográfico. Cameron crea plano a plano y minuto a minuto un entramado de situaciones y ambientes que consiguen que esa sensación de angustia permanente vaya creciendo progresivamente en el espectador. Algunos de los recursos que emplea son, por ejemplo, el uso de la oscuridad de la noche,  la azulada y metálica fotografía de Adan Greenberg, cómo cierra los planos o filma los momentos de soledad o de multitud de Sarah Connor de tal forma que ambos llegan a ser desesperantes, ya sea en una discoteca abarrotada de público o en una fundición donde no habita ser humano. De este modo vemos cómo elije una mirada como la de Linda Hamilton o cómo consigue crear con el score unos momentos tan desesperantes. En definitiva, un ejemplo para cualquier director actual donde se demuestra que sea cual sea el fin de una película, si se le pone talento estaremos creando un clásico para toda la vida.

Para finalizar, apuntar que la película tiene un único punto flojo, el cual es tambien una bendición, y consiste en que Terminator tiene la particularidad de que jamás podrá ser sentida y disfrutada como lo fue por aquellos espectadores vírgenes que sin saber nada sobre la historia, ni el fenómeno que se convertería después, entraron en una sala de cine en aquel ya lejano año 84. Este punto flojo se convierte en bendición para el nuevo espectador que aunque no ha podido ni podrá disfrutar del film como lo hicieron sus padres o abuelos en el 84, por lo menos tiene claro que eso quiere decir que todavía se encuentran muy lejos del famoso Juicio Final.