Acto de valor: la glorificación acrítica del militarismo en clave propagandística

ACTO DE VALOR (2012)

Un panfleto bélico disfrazado de cine

La maquinaria propagandística de Hollywood nos entrega en Acto de valor una apología descarada del intervencionismo militar estadounidense. Bajo la premisa de relatar las hazañas de un grupo de élite de los Navy SEALs en su misión de rescatar a un agente de la CIA, la película no es más que un vehículo de reclutamiento que glorifica la guerra y la presenta como una odisea heroica para jóvenes impresionables.

Cine o campaña de alistamiento militar

No resulta sorprendente que la cinta haya encabezado la taquilla en Estados Unidos, pues reúne todos los ingredientes necesarios para seducir a un público ávido de relatos patrióticos: exaltación de la bandera, supremacía militar y tecnológica, una visión maniquea del mundo y héroes de físico imponente pero escaso intelecto, dispuestos a sacrificarse por un ideal incuestionable.

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Si al menos la película se asumiera a sí misma como un ejercicio lúdico al estilo del cine de acción de los años 80—con Chuck Norris, Schwarzenegger o Stallone en su máximo esplendor—podría haber funcionado como un entretenimiento ligero. Pero su solemnidad y su falta de ironía la convierten en un ejercicio torpe y poco sutil de adoctrinamiento.

Un videojuego militarizado llevado a la gran pantalla

El film parece diseñado con la misma lógica que los first-person shooters modernos. Muchas de sus secuencias recuerdan directamente a la estética y el desarrollo narrativo de Call of Duty, incluyendo la perspectiva en primera persona que ya se utilizó, con desastroso resultado, en la adaptación cinematográfica de Doom.

Para dotar de autenticidad al relato, el filme cuenta con la participación de verdaderos soldados, equipamiento militar real y una cuidada puesta en escena bélica, lo que refuerza la sensación de realismo entre los más crédulos. No obstante, este verismo técnico no es suficiente para enmascarar la pobreza narrativa ni el reduccionismo ideológico que impregna la obra.

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En este sentido, Acto de valor ilustra de manera involuntaria lo que Hideo Kojima ya anticipaba hace más de una década en Metal Gear Solid 2: Sons of Liberty: la progresiva robotización de la guerra y el dominio absoluto de la tecnología en los conflictos armados. La película no solo muestra el inmenso arsenal estadounidense, sino también la mentalidad de una sociedad que vive sumida en el miedo, donde todo lo ajeno es automáticamente percibido como una amenaza para la patria.

Un discurso simplista y predecible

En términos narrativos, el film es monótono y carente de personalidad. Su ritmo es irregular, con un inicio tedioso que solo encuentra cierto pulso en la primera incursión y extracción en la selva. Más allá de ese segmento, el desarrollo se torna insulso y predecible, con una estructura que busca humanizar la guerra de forma torpe y artificial, recurriendo a monólogos sobre el sacrificio y el honor que, en última instancia, funcionan como herramientas de propaganda para fomentar el alistamiento.

Los antagonistas, por supuesto, encajan en el estereotipo habitual: musulmanes, chechenos, asiáticos… El guion no se esfuerza en dotarlos de matices ni en ofrecer una mirada más compleja de los conflictos. Todo se reduce a un enfrentamiento entre el bien absoluto y el mal encarnado, sin espacio para cuestionamientos ni ambigüedades.

Un producto sin alma ni trascendencia

En última instancia, Acto de valor es un ejercicio cinematográfico fallido que carece de personalidad tras la cámara. Su falta de inventiva y su discurso propagandístico la condenan al olvido, salvo como curiosidad para entusiastas del armamento y los videojuegos bélicos. La guerra, tal como la entendía el cine en décadas pasadas, ya no es lo que era.

Stallone, por favor, sálvanos de este despropósito.

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