La farsa de los Razzie: cómo Hollywood castiga el arte y premia la mediocridad
Los Razzie han vuelto a demostrar, una vez más, que el cine contemporáneo está en manos de ejecutivos que lo desprecian, de académicos sin criterio y de un público entrenado para aplaudir lo intrascendente. Con su más reciente premio al «peor director» otorgado a Francis Ford Coppola por ‘Megalópolis’, los autodenominados guardianes de la mediocridad han dejado en evidencia cómo Hollywood ha abandonado el arte para someterse a los dictados de las grandes corporaciones y de las agendas políticas.
La ceremonia de los Razzie 2025, esa parodia de la crítica que cada año se convierte en un espectáculo de autoflagelación de la industria, decidió atacar a un cineasta que, en lugar de arrodillarse ante los intereses comerciales, se atrevió a explorar una visión propia, personal y arriesgada. En una industria donde la homogeneidad y la falta de valentía son premiadas con grandes presupuestos y aprobación de los conglomerados mediáticos, Coppola ha sido castigado por su audacia. ‘Megalópolis’, una obra que desafía las convenciones narrativas y visuales, ha sido blanco de ataques precisamente por su ambición, en un entorno donde la comodidad es la norma y el riesgo es sinónimo de castigo.
El despropósito de los Razzie no se detuvo ahí. En un año en que las producciones más anodinas han dominado la taquilla y el debate crítico, los premios también han «distinguido» a ‘Joker: Folie à Deux’, una película que, aunque imperfecta, al menos intentó construir una propuesta distinta dentro del sistema. Mientras tanto, filmes diseñados como productos de laboratorio para agradar a inversores y algoritmos han salido ilesos de cualquier mención negativa.
El hecho de que Coppola haya aceptado el premio con ironía y dignidad solo refuerza el desprecio de la industria por los verdaderos creadores. Su respuesta en redes sociales es un recordatorio de que el cine no es un negocio de métricas, sino de visiones. La historia ha demostrado que los grandes cineastas a menudo fueron incomprendidos en su tiempo: Orson Welles, Jacques Tati y Stanley Kubrick sufrieron reveses similares. Hoy, Coppola se une a esa tradición de artistas castigados por una industria que prefiere la docilidad al genio.
En definitiva, los Razzie 2025 no han hecho más que confirmar lo que ya sabemos: el cine actual está gobernado por la cobardía y la complacencia. Los estudios prefieren contentar a los inversores antes que a los cinéfilos, los premios se convierten en ejercicios de corrección política o en campañas de desprestigio, y la originalidad es vista como un error a corregir. En este contexto, Coppola no es un perdedor, sino un mártir de un cine que cada vez es más difícil de encontrar: el cine que cree en sí mismo.