Los valientes andan solos (1962) y Acorralado (1982)
Los valientes andan solos (1962) y Acorralado (1982): Un vínculo fílmico imaginario
La historia del cine está plagada de conexiones subterráneas, de vasos comunicantes que, aunque invisibles en la superficie, laten con la fuerza de la imaginación cinéfila. Los valientes andan solos (1962), dirigida por David Miller y protagonizada por un inconmensurable Kirk Douglas, es una de esas obras que trascienden su propio tiempo, proyectando su sombra sobre el futuro del séptimo arte. Años después, en 1982, el mundo conocería Acorralado de Ted Kotcheff, protagonizada por Sylvester Stallone como el icónico John Rambo. ¿Y si Los valientes andan solos fuese, en una suerte de relectura alternativa, la precuela legítima de Acorralado?
Un western crepuscular con un eco de modernidad
El personaje de John Burns encarna la resistencia a la modernidad, un vaquero anacrónico en un mundo que lo rechaza. El peso de la frontera, de la migración y de la injusticia social, atraviesa su periplo cuando intenta liberar a su viejo amigo Paul Bondi, encarcelado por ayudar a inmigrantes mexicanos. Pero Paul decide cumplir su condena, lo que empuja a Burns a una huida épica a través de las montañas, perseguido por las fuerzas del orden. Este viaje, enmarcado por una dirección precisa y una fotografía majestuosa en blanco y negro, nos ofrece imágenes inolvidables: el caballo trepando riscos, el helicóptero surcando los cielos y la lluvia golpeando el rostro de Burns en su destino incierto.
Sin embargo, el final de la película queda abierto. El accidente que parece sellar el destino de Burns deja en la incertidumbre su posible muerte. ¿Pero y si sobrevivió? ¿Y si su huida no acabó ahí, sino que fue el prólogo de algo más grande?
La metamorfosis de John Burns en John Rambo
El vínculo con Acorralado no solo se apoya en la similitud argumental de la persecución estatal contra un hombre que rehúsa someterse al sistema. También hay un nexo sonoro fundamental: Jerry Goldsmith, compositor de ambas películas, creó una continuidad musical que parece unir ambas historias en una misma partitura emocional. Pero el verdadero puente narrativo surge en la posibilidad de que Burns haya encontrado refugio en México, protegido por la familia Bondi, que cambia su apellido para sobrevivir y pasa a llamarse Rambo.
El pequeño hijo de Paul Bondi, a quien Burns vio crecer, toma el nombre de su padrino y con los años se convierte en John Rambo. Instruido por el viejo cowboy en las artes de la supervivencia, el niño se convierte en un hombre forjado en el dolor y el entrenamiento extremo. Su destino lo lleva al ejército, donde se convierte en una leyenda dentro de las fuerzas especiales bajo la tutela del coronel Trautman. Pero el eco de su infancia, de ese espíritu de lucha aprendido en la clandestinidad, se mantiene vivo en él. Los valientes andan solos (1962) y Acorralado (1982)
El mito del hombre acorralado
Así como Burns es un símbolo del western crepuscular, un llanero solitario que desafía el cambio de los tiempos, Rambo es la encarnación del soldado traumatizado por la guerra, un forajido moderno que, al igual que su predecesor espiritual, se encuentra en guerra con la sociedad que lo rechaza. La diferencia es que Burns huye hacia la frontera, mientras que Rambo es incapaz de escapar de su propio pasado.
Incluso visualmente, la huida de Burns bajo la tormenta en Los valientes andan solos encuentra su eco en Rambo: Last Blood (2019), con ese jinete solitario en la lluvia, un testimonio de que el legado de este personaje primigenio sigue presente en la iconografía del cine de acción.
Del western crepuscular al mito del soldado errante: la herencia narrativa de Los valientes andan solos y Acorralado
Como hemos dicho, el cine, en su vastedad de registros y discursos, esconde hilos invisibles que tejen conexiones insospechadas entre relatos separados por décadas. Así, Los valientes andan solos (1962), una obra nostálgica y melancólica dirigida por David Miller, se erige como una elegía a la soledad, tanto física como espiritual. Jack Burns, el cowboy errante que encarna Kirk Douglas, es un hombre en discordancia con su tiempo, un espíritu indómito que rechaza los confines de la modernidad. No busca la violencia, no desea ser un forajido, solo quiere existir en sus propios términos. Sin embargo, el mundo que lo rodea le niega esa posibilidad, convirtiéndolo en un fugitivo involuntario.
Esta condición de exiliado en su propia tierra encuentra su eco en Acorralado (1982), adaptación de la novela First Blood de David Morrell, donde John Rambo, encarnado por Sylvester Stallone, es otro errante atrapado en una sociedad que no comprende su lucha. El vínculo entre ambas historias no es fortuito. Más allá de la notable coincidencia en el compositor—Jerry Goldsmith, cuya partitura en ambos filmes subraya la angustia del héroe acorralado—, existe una sintonía visual y narrativa que se expresa en momentos como la persecución en helicóptero, un recurso que enfatiza la asfixia del protagonista en un entorno que lo caza como si fuera una bestia salvaje. Los valientes andan solos (1962) y Acorralado (1982)
Si la franquicia de Rambo evolucionó hasta convertirse en un manifiesto de la política de la era Reagan, exacerbando la imagen del antihéroe imparable y atormentado, Los valientes andan solos permanece anclada en la introspección. Jack Burns no es un soldado ni un asesino, sino un pensador solitario, alguien cuyo rechazo al mundo moderno se expresa en silencios, miradas y gestos mínimos. Su antagonista, el sheriff Morey Johnson, interpretado con sobria humanidad por Walter Matthau, no es un villano al uso, sino un hombre que entiende el destino trágico de su presa y parece lamentarlo.
El guion de Dalton Trumbo, cuya pluma dio vida a obras icónicas como Papillon, Johnny Got His Gun y Espartaco, se sumerge en el dilema de la libertad personal, la resistencia al conformismo y la inevitable colisión entre el individuo y la sociedad. Los valientes andan solos comparte su espíritu con el cine de Sam Peckinpah, especialmente en La pandilla salvaje o La balada de Cable Hogue, donde el ocaso del mundo fronterizo es retratado con belleza crepuscular. La fotografía en blanco y negro de Philip H. Lathrop captura la grandiosidad de la naturaleza como un refugio ilusorio, un último santuario para el cowboy solitario que el progreso ha condenado al olvido.
Es en sus escenas finales donde Kirk Douglas nos regala una interpretación majestuosa, en la que cada pequeño gesto, cada matiz en su rostro, nos recuerda por qué el cine es una máquina de sueños, un arte capaz de capturar la esencia de la humanidad en su eterna búsqueda de significado. Los valientes andan solos no es solo un western; es un poema visual sobre la resistencia del espíritu frente a un mundo que se empeña en domesticarlo. En este sentido, su vínculo con Acorralado no es una mera coincidencia, sino la continuidad de un arquetipo cinematográfico: el último hombre libre, siempre en fuga, siempre condenado a la soledad.
Conclusión
Aunque oficialmente Los valientes andan solos y Acorralado no están conectadas, resulta fascinante imaginar un hilo invisible que une a estos dos personajes a través de la música, la temática de la persecución injusta y la mitología del héroe solitario. Burns y Rambo son dos caras de la misma moneda, dos espíritus que vagan por la periferia de un mundo que no los comprende. En este ejercicio de relectura fílmica, podemos ver cómo el western crepuscular de 1962 plantó la semilla de la iconografía de acción que dominaría el cine de los años 80. En el fondo, John Burns y John Rambo no son tan distintos: ambos son hombres sin lugar en el mundo, fugitivos de un destino que nunca les ha ofrecido paz.