Un grupo de hombres de negocios y militares prominentes disfrutan de un fin de semana en un burdel rural. Pero en el exterior, el apocalipsis nuclear borra la Europa que conocían. Lo único que queda son seres humanos cegados.
León Klimovsky, argentino de nacimiento pero adoptado en España nos ha obsequiado con títulos tan memorables que se le ha ha considerado como uno de los más influyentes señores feudales del cine fantástico hispano junto con Amando de Ossorio o Chicho Ibañez Serrador gracias a títulos como “La Noche de Walpurgis” (1971); “Dr. Jekyll y el Hombre Lobo” (1972); “La Rebelión de las Muertas” (1973) o “La Orgía Nocturna de los Vampiros” (1973), siempre contando con la presencia del recordado Jacinto Molina, más conocido artísticamente con el pseudónimo de Paul Naschy, se adentró en el tema del “day after” (es decir, el día después de un apocalipsis nuclear) pero no antes sin reunir a un grupo de personas emparentadas en los círculos de poder (diplomáticos, científicos, mercenarios…) en una mansión dispuestos pasarlo bien el fin de semana y aliviar tensiones entre bellas ninfas (entre ellas Nadiuska y Teresa Gimpera) en lo que debería ser un extraño ritual masónico, a lo “Eyes Wide Shut” en el subterráneo de una bodega que acabará siendo el refugio antinuclear cuando la una explosión exterior los pilla por sorpresa y cuya exposición con los ojos deja ciego a todo que lo vislumbra. Desde los criados a los habitantes de un pueblo de la zona que harán todo lo posible para que los nerviosos protagonistas no saqueen el lugar.
Sin rehuir del erotismo basándose en la insinuación, el film de Klimovsky mezcla terror y ciencia-ficción pero con menor fuerza que sus anteriores películas ya citadas. El “Himno de la Alegría” de Beethoven se convierte en el buque insignia e un mensaje esperanzador que se avista a lo lejos de un grupo de supervivientes encerrados y sometidos entre sí a toda clase de discusiones y prejuicios muy en la línea de “La Noche de los Muertos Vivientes” (Night of the Living Dead, 1968) de George A. Romero. Una cinta que ha envejecido mal quedando expuesta al centenar de imitaciones o recursos argumentales fáciles para éste tipo de situaciones planteadas. Solo que aquí no hay zombis, sino ciegos pero listos: de los que se toca pero no se mira.