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La silueta diluida de su ex-mujer a través de la ventana y la sonrisa de sus hijos eran motivo suficiente para saber que había llegado el momento. Tras toda una vida dedicada a la bandera sabía que era la hora de reencontrarse con él y su familia. Fue rápido y sin riesgo, un simple fajo de billetes cambió de lugar y pasó de ser lujuria a caridad pero, la marca quedó y nunca cicatrizó hasta que, unos palillos de noodles le hicieron ver la vida de forma distinta. Un viaje, un nuevo sabor, una inédita forma de ingerir lo cotidiano y un honorable punto de vista, hicieron que Nick dejase atrás su grisacea existencia. Masahiro tampoco quedó igual.

by lucen

Habían pasado 10 años desde ‘Alien el 8º pasajero’ y 7 desde ‘Blade Runner’. Después de un gran fiasco en taquilla (‘Blade Runner’ también lo fue) como fue Legend y un filme menor como ‘la Sombra del Testigo’, Ridley Scott necesitaba dar la campanada de nuevo y ‘Black Rain’ que por sonoridad recordaba a ‘Blade Runner’, era la gran ocasión. En el tráiler todos podíamos ver esas imágenes de Japón al atardecer inundada de humos y fábricas que recordaban a la propia ‘Blade Runner’ o aquellas calles mojadas donde los reflejos de los neones volvían a recordarnos el mismo filme e incluso, aquellas calles de Nueva York llena de humos de las alcantarillas volvían a retrotraernos a aquella gran obra maestra que en el año 89 ya había conseguido tener todo su valor reconocido como obra de culto y maestra al mismo tiempo.

Una canción ochentera de Gregg Allman titulada ‘I’ll Be Holding On’ abría la cinta y desde el inicio, nos dimos cuenta que estábamos más cerca de cualquier policíaco de los 80s que de la joya de ciencia ficción que Scott nos regaló en el año 82 y, fue el primer aviso de que aquella gran promesa llamada ‘Black Rain’ no iba a ser la tercera gran película del director.

Y había momentos de gran interés, como la conversación nocturna en un bar (con palillos de noodles como metáfora) donde Nick le confiesa a Masahiro que él también se quedó dinero o, la muerte de Charlie en el parking que poseía una gran fuerza visual pero desde el minuto uno nos dimos cuenta que el guión de Craig Bolotin y Warren Lewis estaba muy lejos en solemnidad y profundidad del de David Webb Peoples para Blade Runner. Pero realmente el gran problema de este filme no reside en la menor fuerza del guión, aunque ayuda. Lo que realmente hunde al filme es que Ridley Scott por primera vez pierde control y poder y cede gran parte de la «dirección», a Hollywood. Scott tras el éxito de su debut con ‘Los Duelistas’, había tenido casi completa libertad con ‘Alien, el 8ª pasajero’ y, tras el éxito de esta, seguía con la misma «libertad» en ‘Blade Runner’. La calidad de esta hizo que Scott volviera a ser dueño y señor en la producción de ‘Legend’ pero el fracaso de esta fantasía fue un aviso muy serio por parte de Hollywood. ‘La Sombra del Testigo’, su siguiente filme también fue una especia de fracaso y eso hizo saltar los sistemas de seguridad, desde ese momento Scott ya no iba a ser amo y señor de su próxima obra y así fue. El final de ‘Black Rain’ es de esos que se notan impuestos por el estudio, como también ocurrió con el de ‘Blade Runner’ aunque aquí el estudio acertó, algo que no sucedió con ‘Black Rain’. El cine de acción era rey de taquilla por aquel entonces y decidieron poner a Jack T. Colton, perdón, a Nick Conklin, cabalgando en moto por arrozales y luchando a muerte con el plano villano de la función. Esta escena final además de ser horrible no encaja visualmente con el resto de la obra, ni siquiera con el inicio donde se nos muestra otra persecución en moto para justificar la «gran» escena de acción final.

Un final bastante mediocre, incluso en términos visuales, algo no habitual en Scott más algunos diálogos imitadores de Chandler o Hammet que rechinan, hacen que ‘Black Rain’ no sea un mal filme pero tampoco sea la gran obra que se esperaba.

Scott y sus guionistas nos hablan de las miserias de la clase media disfrazadas de policía de Nueva York, también nos habla de la corrupción del sistema algo ya visto en decenas de políacos de finales de los setenta o principios de los 80s solo que aquí, todo esto se decora con el viaje a la otra gran cultura, una cultura japonesa que lucha por lo viejo y lo nuevo donde lo viejo es lo autóctono y lo nuevo es el mal proveniente de los que ganaron la guerra en 1945.

Por supuesto el filme como ya hemos dicho tiene grandes hallazgos, sobre todo visuales, donde Scott vuelve a mostrar un gran dominio de la luz y la sombra como solía hacer el famoso cuarteto inglés proveniente de la publicidad (hermanos Scott, Parker, Hudson). El humo y los neones ahora tan de moda de nuevo eran otros de los protagonistas de la obra junto a los planos con zoom o de focal larga, pero quizás y como suele ser habitual, la relación entre el hombre capitalista de occidente y el espiritual oriental, fueron el corazón de la película. Nick Conklin y Masahiro controlan los grandes diálogos y momentos del filme y lo que hace que la película persista y no se diluya como sí ocurrió con otras tantas obras de aquellos años.

No es una película redonda, pero es una obra de Scott y eso siempre es positivo.