Scorsese firma esta cinta con parte de su impronta inconfundible, adentrándose en los abismos siderales que son las mentes de los marginales, aquellos insatisfechos de la vida que no gozaron de la oportunidad justa, en el momento justo.
El actor fetiche de Scorsese en aquella época, De Niro, vuelve a bordar el papel de este personaje sutilmente perfilado por los encuadres de la cámara de Scorsese, y los magistrales diálogos llenos de sabia ironía y rabia contestaria.
Desde el primer fotograma donde la enloquecida Marsha (espléndida Sandra Bernhard) irrumpe histérica en el coche particular de la estrella del late-night Jerry Langford (fantástica la interpretación contenida y distante de un habitualmente histriónico Jerry Lewis), el espectador presencia desde la barrera los impulsos irrefrenables de la masa alienada, que se agarra a la vida a través del culto irrazonable hacia ídolos con pies de barro.
Con su habitual y abrumadora elegancia y estilo en el manejo de la cámara (ningún encuadre ni movimiento de cámara está de más en toda la filmografía de este monstruo del séptimo arte, un tipo prodigio en el mundo del celuloide). Cada paso que da en cada una de sus cintas parece como si estuviera milimétricamente estudiado, sin perder por ello ni un ápice de sinceridad,emotividad y compromiso.
Robert Pupkin será por siempre la encarnación de un mito como lo fue a sí mismo el Travis Bickle también interpretado por De Niro y para el mismo director en la gloriosa Taxi Driver. Su filosofía de vida queda resumida o compendiada en la frase que un momento de la cinta Robert espeta a un barman en presencia de los policías que le custodian: «…prefiero ser rey por un día que bufón toda una vida….».
Después de todo Robert no era el tipo de fan enloquecido que es capaz de matar a su ídolo para notoriedad y onanismo autocomplaciente.
Aunque de menor entidad que la recién citada, el Rey de la Comedia, se ha convertido con el transcurrir del tiempo en toda una película de culto para los buenos aficionados al cine, y en particular para los miles y miles de incondicionales de ese genio del cine llamado Martin Scorsese.