Mil novecientos noventa y tres fue el año de arranque de la dinomanía, gracias a «Parque Jurásico» y sus maravillosos efectos infográficos y animatrónicos. Así que todos los estudios, grandes y pequeños, se pusieron a rodar sus películas y que menos que el espabilado de Roger Corman, con su compañía de entonces, New Horizons, fuese el primero de la lista.
Para ello consiguió los derechos de una novela anterior a la de Michael Crichton y que pudo «inspirarla», fue «Carnosaurio» de Harry Adam Knight, publicada en 1984, seis años antes que la celebérrima de Crichton. sin embargo, los medios eran ínfimos, y conforme han pasado los años, se ven peor. Muñecos de guiñol, dinosaurios de plástico que parecen un guante y comprados en la tienda de «Todo a 100» de la esquina, efectos visuales muy malos. Y eso pesa. Lo único aceptable es el combate con las excavadoras. Y todo de noche, como buena serie B.
Y luego tenemos el guión. Aunque barata, se inicia de manera aceptable, con un misterio procedente de una planta de experimentación de una avícola, y una ristra de asesinatos sangrientos, tras uno de los incidentes, con unos hippes de pega, se transforma en un caos argumental. Escenas inconexas, como si faltasen secuencias o se hubiesen caído en la mesa de edición, algunas claramente desordenadas, y un absurdo que se apodera de la cinta. El trauma del protagonista, que parece insinuarse, desaparece de la historia sin explicación alguna, pasa de ser un borracho a una especie de comando de élite.
Un ejemplo de escenas desordenadas son las que afectan al sheriff afroamericano: En una secuencia le ves hablando por radio, de pronto está en la cama con sus hijas leyéndoles un cuento y luego está en un coche circulando por la ciudad buscando un dinosaurio.
A partir de ese momento, la película vira hacia un filme de plagas, y un desparrame total hasta el final. De la labor interpretativa, Diane Ladd encarna a una especie de Mad-doctor, alumna del Doctor Moureau, que se le ha ido la pinza, eso sí, de manera muy sosegada.
Corman elabora una olla podrida con trozos de «Parque Jurásico», «Estallido», «La isla del Doctor Moureau» y la franquicia de «Alien». Todo bien removido y puesto a fuego lento. ¿El resultado? Un engrudo bastante irregular, que tiene momentos, como el mencionado del combate en la cantera y muuuuy poco más. ¿Es para ponerle un uno? Pues viendo los productos de «The asylum» quizás es demasiado bajo. Era la época del alquiler en videoclubs. Aún y así, costó un monto de $850,000 y recaudó $1.8 million, así que le dió para dos secuelas.
«Carnosaur» es una de esas películas tan soberanamente cutres, tan soberanamente pobres, tan soberanamente malas y tan soberanamente miserables que, inevitablemente, se hacen querer.
Es básicamente una película de serie B que se hizo con al intención de aprovechar el acercamiento de la exitosa «Jurassic Park» de Steven Spielberg, y engañar a algunos ingenuos. Y teniendo en cuenta su (microscópico) presupuesto, fue un éxito, aún a pesar de estrenarse en muy pocos lugares. Incluso se hicieron un par de secuelas directas a video.
La película está producida por Roger Corman, un veterano director y productor, ahora oscarizado, que en su momento fue compañero en los primeros pasos de Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, Jack Nicholson, Peter Fonda, James Cameron… y actualmente es cariñosamente conocido como el «Rey de la Serie B». A él le debemos películas como «Dincroc», «Dinoshark», «Sharktopus», «Supergator» o «Mega Shark vs Giant Octopus». Toda una corona de joyas, vamos.
«Carnosaur» podría ser la madre de esta corriente. Es una película de argumento y guión absurdos, actores nefastos, tópicos por doquier y clichés mal juntados y pegados.
Pero lo más estrambótico son los muñecos que aquí tenemos por dinosaurios, nada diferentes que los juguetes que muchos de nosotros hemos tenido, aunque en este caso hay un tiranosaurio a tamaño real.
Hay muchos gritos y mucha sangre.
Podría pretender ser una mezcla entre «Jurassic Park» y «Aliens», de pretensión de ser oscura y terrorífica… pero enteramente hecha con muñecos de goma y salsa de tomate.
Yo ví esta película por una curiosidad enfermiza, quizá fruto de una fiebre de dinomanía, y la pregunta: «¿Por qué coño no habrá muchas más pelis de dinosaurios» Y quizá también por echarme unas risas.
¿Saben qué les digo? Que no, no merece la pena.