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Hay muchas cosas en las que Steven Spielberg es un rey indiscutible pero quizás hablar sobre lo cotidiano, no sea su fuerte. Pero no importa, Los Fabelman es la película donde Spielberg abandona lo fantástico y lo extraordinario para contar una simple historia familiar con la única peculiaridad de que la familia a describir es la suya y él, el protagonista.

Y por tanto el filme comienza con los tres protagonistas, su padre, su madre y él, haciendo cola en la entrada de un cine, porque de eso está hecho Spielberg, de cine. Desde esa primera secuencia vemos como Spielberg no tiene rival a la hora de diseñar una escena sin corte y en constante movimiento y evolución. El primer cambio de secuencia es para mostrarnos al público, su otra gran obsesión así que de un plumazo y con solo un corte de montaje, el director nos muestra sus obsesiones y debilidades, es decir, su padre, su madre, el cine, el espectador y claro está su propia persona y personalidad en construcción.

A raíz de aquí el creador de «Tiburón» abre el frasco de las esencias para hacer interesante una historia que tiene más de vulgar, que de excepcional. Y es gracias al lenguaje visual y sonoro como consigue que los Fabelman sea otra pequeña joya más de su filmografía porque como decimos, los hechos que se cuentan no poseen fuerza suficiente para estar ante una de esas historias que no necesitan de adornos y cine para enganchar a atraer al espectador.

Está claro que el saber que el personaje que tenemos delante es el propio director, ayuda que nos sintamos más atraídos por lo que allí se cuenta, pero ¿qué hay de realidad y qué de ficción? Nunca lo sabremos como nunca supimos nada del personaje mítico que aparece al final del metraje pero como decimos, eso no nos importa porque el filme habla por si mismo en terminos de lenguaje cinematográfico. Hay tal dominio de cada uno de los recursos, que nos sentimos atraídos de forma automática por cada fragmento de la historia familiar que allí se cuenta. El estilo es el habitual más habitual del cineasta, una puesta en escena dulce y calidad donde todo fluye en perfecta harmonia. Incluso hay momentos que nos retrotraen a la habitación de Elliot en E.T. haciendo así un paralelismo entre Elliot, Steven, E.T. y la cámara de cine.

El tono no profundiza en el dramatismo aún contando momentos dramáticos por lo que estamos ante un biopic con pequeños matices mágicos que lo asocian perfectamente con ese tono infantil que todos siempre le hemos asociado a Spielberg. Así que estamos ante una pequeña película de su director que se invierte a giganta más porque el como que por el qué. Y señalar también el prodigio de actuación que consigue Michelle Williams como madre de la función.

A modo personal me siento más cómodo viendo a Spielberg hablar de lo fantástico o de lo excepcional pero de alguna manera, está película es como ver al director de una banda de música intentando domar y coordinar todo el talento musical que hay en cada uno de los instrumentos y voces de esa banda. Tengo una estantería con toda la filmografía del director y Los Fabelman la situaré justo en frente de todas ellas.