Brian nace en un pesebre de Belén el mismo día que Jesucristo. Un cúmulo de desgraciados y tronchantes equívocos le harán llevar una vida paralela a la del verdadero Hijo de Dios. Sus pocas luces y el ambiente de decadencia y caos absoluto en que se haya sumergida la Galilea de aquellos días, le harán vivir en manos de su madre, de una feminista revolucionaria y del mismísimo Poncio Pilatos, su propia versión del calvario.
La vida de Brian levantó más ampollas entre el Vaticano que la posterior Última tentación de Cristo de Scorsese, a pesar de que Jesús tiene una breve pero digna aparición de masas en el monte de los olivos. La trama aunque está confeccionada con multitud de gags se sostiene linealmente, hecho este de agradecer a los Monty Python que han convertido con el paso del tiempo a La vida de Brian en la mejor sátira de la Historia del Cine y, por descontado, en una de las diez mejores comedias de todos los tiempos.
Hay multitud de escenas desternillantes: la nave espacial que recoge a Brian, el «Romani item domum», ¿qué han hecho los romanos por nosotros?, la escena de gladiadores, los reyes magos, una cruz por persona o el final… pero con la que de verdad no puedo parar de reír una y otra vez es con la cara de los dos centuriones romanos que delante de Pilatos intentan contener la risa por la pronunciación de la erre de éste y por el nombre de su amigo Pijus Magnificus. Simplemente acojonante.
OBRA MAESTRA
-Estamos dispuestos a derramar nuestra sangre por la causa.
-¡Yo no!
-¡¿Eh?!
-¡Qué yo no!
-Ah sí. Hay uno que no.