La epidemia que hace resucitar a los muertos convertidos en seres ávidos de carne humana se ha extendido, llegando al punto en el que varias ciudades han quedado prácticamente desiertas. Los supervivientes deben refugiarse en zonas militares ya que los zombies no dudan en acabar con sus propios familiares… Continuación del clásico de horror de George A. Romero «La noche de los muertos vivientes» (Night of the Living Dead, 1968)
Tras el espectacular éxito de «La Noche de los muertos vivientes» Romero decidió que había que darle una nueva vuelta de tuerca al género. Ya no se trataba sólo de infundir terror al público, sino de calmar sus inquietudes políticas y mostrar, ya de paso que uno podía mostrar cierto compromiso social desde un género que está en las antípodas del cada vez más pesado y decadente thriller político.
Para ello se nos muestra un film que quizás parezca que tarda en arrancar, pero que tiene un significado más que concluyente: la sociedad se encuentra en detrioro más allá de una invasión zombi. Mäs allá de eso hay claras tensiones raciales, sociales y un progresivo distanciamiento de una clase media cuya principal preocupación es consumir y no pensar.
Por ello el marco más adecuado es el del centro comercial, porque el instinto primario zombi es el de comer, pero tambien el de estar en un ambiente conocido, y que mejor lugar que el sitio donde se pasaban la mayoría de sus interminables y aburguesadas existencias.
Es por este motivo que, dejando de lado los momentos gore, «Zombi» es un canto de denuncia contra una sociedad que está perdiendo sus valores y que anda más preocupada en comprar la felicidad a través de lo material que de fijarse en el caos que les envuelve.
De lo que se trata es de poner de relieve que, sin darnos cuenta, todos nos estamos conviertendo en zombis. Quizás no nos comamos a nuestros congéneres, pero sólo hay que darse una vuelta por cualquier tienda en fín de semana para observar como somos capaces de pisotearnos, insultar a dependientes y maltratar a quién sea necesario para conseguir ese oscuro objeto de deseo que nos han vendido en la televisión. Quizás por ello el mejor momento de la película es cuando observamos como se divierten los humanos yendo de compras, ajenos a la devastación que les rodea.