Videoclub VHS gratis | El secreto del lago (1986): entre la quietud del agua y el naufragio narrativo

«Oscuridad, aguas quietas y otras calamidades: un análisis crítico de El secreto del lago (1986)»
El secreto del lago (1986) es una de esas películas que, al igual que un lago tranquilo, promete mucho más de lo que en realidad entrega. Dirigida por el enigmático Antonio Drove, se enmarca dentro del suspense, aunque parece haberse perdido en la neblina de sus propios propósitos narrativos. Con una premisa tan sugestiva como un secreto guardado bajo las aguas de un lago misterioso, uno esperaría una tensión que se elevara progresivamente hacia la revelación de oscuros e intrincados misterios. Sin embargo, la película parece navegar en círculos, repitiendo patrones y naufragando en las arenas movedizas del tedio.
La trama, que intenta mezclar el género del thriller con un toque de misterio rural, nos recuerda a esos largos veraneos en los que, a pesar de estar rodeados de naturaleza y promesas de aventuras, acabamos mirando el reloj, deseando que pase algo, lo que sea. A lo largo de la cinta, asistimos a un desfile de personajes que bordean lo caricaturesco: un investigador no tan astuto, una mujer atormentada por un pasado que resulta ser más confuso que intrigante, y un elenco secundario tan lleno de clichés que pareciera haber sido sacado de un catálogo de estereotipos rurales.
La dirección de Drove tiene momentos de genuina destreza, sobre todo cuando utiliza los paisajes naturales para transmitir la sensación de aislamiento. Sin embargo, estas pinceladas visuales no son suficientes para sostener una narrativa que se diluye como la niebla en la superficie del lago. El ritmo, más que lento, es comatoso, y los diálogos, en lugar de aportar tensión, se sienten como ejercicios de obviedad que no consiguen atrapar al espectador. No ayuda el hecho de que el tan anunciado «secreto» sea más bien predecible y decepcionante, una suerte de Macguffin anodino que fracasa en su intento de sorprender.
No podemos ignorar el aspecto técnico, que intenta resarcir algunos de los defectos narrativos con una fotografía que captura la atmósfera desoladora del entorno. Lamentablemente, esta belleza visual no logra compensar una historia que nunca parece estar a la altura de sus propias expectativas.
En resumen, El secreto del lago es una película que, como el agua estancada de su propio título, promete profundidad pero apenas alcanza unos centímetros. Irónicamente, el mayor misterio de la película no reside en el lago, sino en cómo pudo mantenerse a flote durante 90 minutos sin ahogar completamente el interés del espectador.

¡Pero si ese chaval es el de E.T.! Pues sí, es Henry Thomas, pero ni él es Elliot ni esto es E.T.
Cody es un muchacho americano, sus padres han muerto y él vive en Australia con su nuevo tutor Gaza. Cody ha desarrollado una increíble imaginación tras la pérdida de sus padres, cree que algo extraño está sucediendo en el lago del parque nacional y no cree que sea fruto de su imaginación. Ver gratis EL SECRETO DEL LAGO | 1986 ‧ Aventura/Infantil ‧ 1h 33m
“Esto” es una de las muchas subproducciones familiares de los ochenta que se aprovechaban de la inercia de superestrellas recién ascendidas por un taquillazo, como fue el caso de Henry Thomas por “E.T.” (1982), en un desesperado intento de levantar una película con un planteamiento interesante pero con un desarrollo pesado y aburrido.
“El secreto del lago” tiene ese aire nostálgico de cine familiar al estilo “Los goonies” (1985), con chavalería en bicicleta que se mete en berenjenales misteriosos, pero le falta “chicha”: una desaparición, un muchacho huérfano con mucha imaginación y un misterioso lago que esconde algo en su interior, son ingredientes suficientes para despertar un interés que no tiene por culpa de la cansina dirección del australiano Brian Trenchard-Smith, que apoca incluso las correctas interpretaciones de un ceñudo Henry Thomas y las de sus amigas de aventuras.
Quizás el tramo final se hace más llevadero por lo original de su conclusión, pero la película lo único que logra despertar son bostezos de orangután.

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